Cuando hablamos de conseguir ciudades sostenibles, debemos tener en cuenta que uno de los pilares fundamentales para este cambio, es el cambio consciente de los hábitos de vida.
La ciudad inteligente, como todo ecosistema, ha de tener un doble impacto que se retroalimente.
- Por un lado, se trata de cambiar el comportamiento social de los ciudadanos hacia una utilización eficiente y sostenible, siendo por tanto fundamental adquirir ciertos hábitos.
- Por otro lado, es importante utilizar la capacidad de aprendizaje e innovación para ser competentes y empoderar al ciudadano.
Este circuito hará que el ciudadano sea más consciente de su bienestar. Pero esto comenzará dependiendo del trato que demos al cuidado, de una importante semilla: la creación del hábito.
En estas nuevas sociedades, los distintos agentes que actúan , sea el sector sanitario, el educativo, los ciudadanos o la administración, se conectan y usan fórmulas abiertas en relación a las nuevas oportunidades de mutuo aprendizaje, debidas principalmente a la aceleración de los flujos de conocimiento, las tecnologías y el vínculo que deben adquirir en el futuro la educación y la salud. Ellos pueden contribuir a la correcta formación de la semilla del hábito.
Y si nuestros hábitos han de ser educados de modo multidisiciplinar, es porque el hombre y el modo en que aprendemos es eminentemente social. Así lo indican estudios como “Impact of education on health in smart cities” de SHC” o “Smart Healthy Assessment” de SHC con Universidad y Córdoba M salud, que afirman que el contexto desempeña un papel vital en el condicionamiento del comportamiento.
Los retos que afrontaremos en los próximos años son complejos: el envejecimiento de la población, el repunte de enfermedades mentales y no transmisibles, el aumento de la cronicidad, con el consiguiente aumento del gasto sanitario, los malos planes educativos, la poca conexión de la educación con los retos de este siglo, la escasa alfabetización en Smart cities digital o mediática y poco sostenibles. Pero si llegamos a conocer mejor cómo se forman los hábitos, podremos reforzar la cohesión social y desbancar las tradicionales estructuras monolíticas de cada sector que normalmente trabajan por separado, y que nos ayudarán a comprender cómo nos comportaremos y por tanto, a solucionar estos problemas.
Por ejemplo: hay una asociación de tipo causal entre el nivel de actividad física y la aparición de diversas enfermedades como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y la osteoporosis. Por otro lado, sabemos que no existe tampoco una sola causa o intervención eficaz para el tratamiento de la obesidad, sino un cúmulo de ellas y por tanto, la solución a todo esto requiere acciones multidisciplinares.
El Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional y la Investigación (UNITAR) indica cómo será clave la integración de estrategias innovadoras con enfoques y metodologías relacionados, con todos los agentes implicados en la promoción del bienestar y el aprendizaje.
Todo esto también está estrechamente relacionado con la salud, tal y como indica el Objetivo 3 de Desarrollo Sostenible, que aspira a garantizar una vida sana y promover el bienestar para 2030.
Sin embargo, lograr toda esta articulación es un reto que requiere de procesos multilaterales y para ello hay que tener en cuenta nuestra misma esencia.
Circuitos interconectados: Hábitos- comportamiento- sociedades inteligentes
ello empezaremos entendiendo cómo se forman los hábitos y la naturaleza del comportamiento, para así entender los cambios sociales necesarios.
Algunos estudios como el de University College de Londres, advierten que el hábito se adquiere en un proceso que dura, como promedio, 66 días.
“Los hábitos son comportamientos que se realizan automáticamente porque se han realizado con frecuencia en el pasado”
Cuando formamos hábitos, en realidad estamos formando caminos en nuestro cerebro.
El proceso para crear un hábito es como el de una semilla, se puede dividir en 3 pasos simples: señal, respuesta y recompensa.
Contando con el aliciente de la motivación, este patrón de 3 pasos, es la columna vertebral de cada hábito, y el cerebro recorre estos pasos en el mismo orden cada vez, durante todos los días de la vida.
- La señal activa tu cerebro para iniciar un comportamiento. Es un poco de información destinada a predecir una recompensa final. La motivación o deseo es necesario ya que, sin el deseo de un cambio, no tendríamos ninguna razón para actuar. Lo que anhelas no es el hábito en sí, sino el cambio de estado que produce.
- El segundo paso es la respuesta. La respuesta es el hábito real que realizas, que puede tomar la forma de un pensamiento o una acción. El hecho de que ocurra una respuesta depende de cuán motivado estés.
- Finalmente, la respuesta entrega una recompensa. Las recompensas son el objetivo final de cada hábito.
La señal se relaciona con como percibir la recompensa. El deseo actúa para querer la recompensa y finalmente, la respuesta va dirigida a obtener la recompensa.
Perseguimos recompensas porque estas nos ofrecen dos resultados:
- nos satisfacen y
- nos enseñan.
¡Elimina la señal y tu hábito nunca comenzará!
Haz el comportamiento difícil y no podrás hacerlo. Y si la recompensa no satisface tu deseo, entonces no tendrás razón para volver a hacerlo en el futuro. Sin los tres primeros pasos, no se producirá un comportamiento.
Por lo tanto del mismo modo que una familia educa realizando rituales que involucran a todos sus miembros, generando un medio de confianza, de forma que sin la existencia de estas reglas los niños se sienten inestables, desarrollan miedos. Las ciudades o sociedades que usen de modo inteligente la motivación de buenos hábitos y generen un medio de sanas rutinas serán más sostenibles generando un entorno que involucre la repetición de buenos hábitos en cadena.
Por lo tanto: ciudades educadoras
El hábito creado que conforma nuestro comportamiento depende de la interacción de diferentes factores ambientales y personales como la genética, el género y la edad. El comportamiento del niño estará influenciado por la comunidad, los medios de comunicación, pensamientos, las emociones…Un ejemplo claro que revela la conexión entre las emociones y el comportamiento se puede observar cuando se come en respuesta a sentimientos de tristeza o angustia, en lugar de hambre.
En última instancia, el desarrollo de sociedades inteligentes depende, en gran medida, del modo en que entienden los comportamientos. Los territorios inteligentes deben formar circuitos con implementaciones e intervenciones que requieran la acción de otros, aprendiendo a trabajar juntos, puesto que el aprendizaje comunitario, conectado y social será fundamental. Además donde cada sector intervenga, sea en aplicaciones, procesos o flujos de trabajo conjuntos, hará que mejore la seguridad, el bienestar, el aprendizaje, y la eficiencia de una Smart city saludable.
Un ejemplo de esto lo encontramos en las investigaciones que han demostrado que los estudiantes recuerdan más la información cuando la aprenden de manera conjunta. La importancia de la conexión social es tan fuerte que cuando somos rechazados o experimentamos un sufrimiento de tipo social, nuestro cerebro se siente “herido” de la misma forma que cuando sentimos un dolor físico. El dolor social es similar al físico más de lo que creemos, por eso no debemos desestimar la influencia de las conexiones sociales en nuestra salud y menos en nuestro aprendizaje.
Por tanto tras décadas de estudios psicológicos, educativos, médicos y conductuales si hay una clave de la que partir es: que primero debemos hacer nuestros hábitos, y luego ellos nos hacen a nosotros y a nuestras sociedades. Sólo así se podrá lograr un ecosistema saludable entre todos.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: