La verdadera igualdad es no tener que hablar de ella. Espero que en un breve espacio de tiempo estos días, sobre todo hoy «8M», dejen de ser reivindicativos y no haya pelucas ni disfraces morados.
Algunas ya estamos cansadas de oír hablar de reivindicaciones y de lo que valemos, porque ya sabemos que valemos y no necesitamos decírnoslo. Sin embargo, todo apunta a que cada vez se está sembrando más desigualdad llenando las portadas de frases que la crean incluso donde antes no existía.
De hecho, las actuales campañas en contra de la violencia de género no están solucionando nada, y asistimos a un aumento de dicha violencia entre adolescentes.
En un artículo reciente de la BBC se planteaba en base a estudios realizados en el Reino Unido y en Estados Unidos, el porqué muchas mujeres jóvenes no quieren definirse como feministas, a pesar de que 8 de cada 10 personas entrevistadas pensaban que la mujer deba ser tratada igual que los hombres.
¿Qué está pasando para que las jóvenes huyan de esa definición?
La huelga convocada para hoy por segundo año consecutivo, tiene definidos unos objetivos claros con los que muchas mujeres no nos identificamos, pese a ser grandes defensoras de la igualdad real de derechos y oportunidades.
El objetivo de acabar con la violencia machista, no tiene que ver con ser libres, la libertad pertenece a la esfera interior de la persona y pese a que esta lacra social es realmente un grave problema, no es algo cotidiano. ¡Gracias a Dios! no afecta a todas las mujeres, ni está presente en todos los ámbitos de la vida, como nos quieren hacer ver.
Enviar mensajes como los que están recibiendo nuestros hijos, tanto niñas como niños, es una falta de responsabilidad muy grave. No es su realidad, y puede acarrear grandes consecuencias sociales con nuevos problemas inexistentes hasta ahora.
También se reivindica estar en contra de la ‘justicia patriarcal’. Ayer estuve en una mesa redonda de mediación donde hablé sobre la conciliación por el Día de la mujer, y salió esta definición (justicia patriarcal), en varias ocasiones.
Cierto es que la usaron personas de una edad más avanzada, pero parece que está de moda, debe sonar peyorativo y hay que mover el concepto para asustar más a la población, a las pobres niñas que no han sentido eso y a los pobres chicos que no intuyen a ver lo que se les cae encima.
Recurrir a formas de épocas muy pasadas de moda y que no se dan de forma generalizada, más que sólo en ciertos estratos reducidos, no puede definir la generalidad.
Hay una realidad generalizada y que no aparece en el manifiesto pese a ser la principal vía de discriminación laboral (puesto que se celebra el Día de la mujer trabajadora) para la mujer, y es la maternidad.
Esta realidad sí necesita urgente reparación y políticas adecuadas, que hasta la fecha no se legislan, ni llegan a la vida real de las personas. Éste sí es nuestro gran problema y el problema que tendrán las jóvenes generaciones si no se ponen medios, y siendo prácticos, lo tenemos encima con una pirámide poblacional invertida.
Sin embargo, la única aspiración que aparece en el manifiesto es propiciar todo lo contrario. Volver al tema del aborto es ya muy antiguo, como diríamos en Andalucía, este tema está ya muy “manío”.
Que si las niñas, que ahora definen como mujeres tienen derecho a hacer con su cuerpo lo que quieran es muy poco pedagógico, tan poco pedagógico como el escándalo del instituto de Huelva.
Si nos remontamos al origen de los hechos que años más tarde terminaron en la celebración de este día, las mujeres reivindicaban además de condiciones laborales, salario y fin del trabajo infantil, el poder tener tiempo de dar el pecho a sus hijos. Algo muy diferente de lo que nos vende el manifiesto. A veces pienso qué dirían esas mujeres si leyeran esto hoy día.
Hace falta educar, simplemente, pero educar de verdad, en coherencia y con responsabilidad. Y educar en el respeto a las personas, sin etiquetas que ya son discriminatorias, porque todos somos personas.
Afirmaciones como: «La ruptura del racismo y xenofobia que nos atraviesa y recorre toda la sociedad…» se leen en el famoso manifiesto. ¡Vaya frase! Realmente debemos estar en sociedades diferentes.
Ante estas frases me planteo si algunos prefieren vivir anclados regocijándose en el pasado, o si han sabido ver el negocio de todo esto y están sacando gran tajada de todas estas modas. Me alegro mucho de vivir en otro mundo… Algunas debemos ser marcianas.
¿Ser feminista es estar de acuerdo con estos postulados?
Vamos a cifras y problemas de verdad, en el informe Woman, Business and the Law 2018, se registraron 87 cambios hacia la igualdad legal en relación al género en 65 economías en los dos últimos años.
Las cinco economías que, a partir de un mayor gap hicieron mayores cambios en relación a las leyes de protección a la mujer fueron: República Democrática del Congo, Kenya, Tanzania, Zambia e Iraq. Sin embargo, todavía 1/3 de las economías presentan grandes restricciones en los objetivos sobre los derechos legales de la mujer. Este es el verdadero problema, y no veo ninguna reivindicación en el manifiesto clara en relación a ello.
El problema en estos países es el tiempo necesario para un reconocimiento legal, y el tiempo extra que llevará, una vez instaurado, para que sea una realidad en las comunidades, ya que esta forma de tratar a la mujer está muy implantada culturalmente. El reconocimiento legal es la base para sanidad, educación, etc. campos en los que la brecha es abismal y donde debido a esas carencias pierden la vida muchas mujeres hoy día.
Opino que la ONU ha guardado silencio en muchas situaciones de agresiones contra la mujer, las altas cifras de matrimonios concertados en países como la India, las violaciones masivas y abusos sexuales por Daesh frente a la pasividad de Naciones Unidas (Nadia Murad lleva años denunciando esto), la trata de blancas, el matrimonio infantil, etc.
Todo lo anterior, desvela una situación de relativo cinismo en la defensa de la mujer, haciendo mucho más en su día a día pequeñas asociaciones y fundaciones, que no se ponen una peluca morada, que la ONU, por citar a un órgano de mayor responsabilidad.
Esta situación de cinismo es la que denuncio también en el Occidente de hoy, que pocos se atreven a denunciar. Unos porque les tachen de machistas, y otras por ser expulsadas de ciertos círculos.
En lugar de centrarse en la disminución de la brecha salarial, o en la defensa de la maternidad, principal cuestión que discrimina realmente a la mujer como hemos comentado en los primeros párrafos, o qué hacer para que la mujer no desaparezca –debido principalmente al punto anterior–, de los puestos directivos, se pasean gritando vestidas de morado, lo desgraciadas que somos todas, lo que nos maltratan y nos pisotean.
Pero la mujer se está hartando de que la manipulen y hablen de su vida como si fuera la de otra… ya era hora. Por lo menos eso me dijeron muchas ayer.
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