¿Situación geográfica de la juventud? Entre el cielo y la tierra. Digamos que es una localización común a todos los mortales aunque quisiera darle el sentido «fuerte» que ambas palabras atesoran: tierra y cielo.
En términos generales el mundo es nuestro hábitat –excepto para los que están en la luna–, la casa donde crecemos y aprendemos a vivir, el lugar donde los primeros pasos ceden a nuevas pisadas que abren múltiples caminos que vamos a explorar.
El cielo es ese lugar que cubre nuestro techo de cristal, un remanso en el que soñar, el punto donde se alza la vista, acaso la meta que nos aguarda.
Por eso me agrada expresar ese espacio como los límites de la juventud. Y ahí estás tú, en pleno crecimiento, descubriendote e intuyendo lo que está por venir.
Los padres observamos vuestras andanzas con la cercanía del amor y la distancia de la edad, con la premura de la ternura y la sabiduría de los años. Y estamos ahí, expectantes, prudentes, en retaguardia y en primera fila, dando espacio y prestos a socorreros.
¿Es difícil ser joven?
La respuesta sería sí.
Para cuando llegue la tormenta, el cielo se encapote y el viento te zarandee, lo más probable es que sientas miedo.
Te susurro al oído algo muy esperanzador: ¡Eres normal!
Cierto es que este torbellino de vida puede hacerte dudar y, no sabes cómo llegar donde quieres ir, normal. ¿Te fallan las fuerzas? Normal. ¿Las lágrimas escapan incluso contra tu voluntad, y quieres vivir y no sabes y quieres morir y no quieres? Normal.
Lo tuyo se llama JUVENTUD, con la belleza, la locura, y la complejidad del término.
Por eso cantaba Rubén Darío «Juventud, divino tesoro ¡Ya te vas para no volver!«, añadiría yo apostillando al poeta «A Dios gracias».
¿Acaso no es bellísima la juventud?
La juventud es extraordinaria
Maravillosos e irrepetibles años, insisto, pretérito de nuestras vidas. Días de fuego y furia, de energía y extenuación, momentos de subidas y bajadas, certezas de amores profundos que se esfuman un triste amanecer.
Estás entre el cielo y la tierra, entre la lluvia y el sol, entre el fuego y el hielo, y duele. Lo sé.
Ciertamente la juventud es esa forja donde trabajar a la persona que llevas dentro, y para ello habrás de combinar rebeldía y docilidad, compaginar las ansias de ser tú misma, tú mismo, con la certidumbre de que no siempre tu voluntad será el camino que te conduzca a la verdad.
Contarás con herramientas potentes que agilicen tu madurez y para ello se requiere toda tu colaboración, iniciativa y apertura…
La juventud es tan simple como compleja, tan gratificante como extenuante, tan misteriosa como previsible.
Diez herramientas útiles para la juventud
La búsqueda de la verdad. No abandones.
La capacidad para aceptar un consejo. Ábrete a quien sepa más que tú.
La fuerza que te levanta tras cada caída. Cada jornada te dará nuevas energías.
La honestidad para vivir como piensas. Sé valiente y usa las palabras «sí» o «no» con todo vigor.
El esfuerzo, responsable de los éxitos presentes y futuros. La inteligencia es solo un plus.
La sinceridad para reconocer tus bondades y defectos. Alégrate de lo bueno y esmerate en erradicar lo que no va bien.
La generosidad para ayudar a quien lo necesite. Abre tu mirada a los demás.
La fe en Dios, quizás escondida en los entresijos de tu alma. El tiempo y las circunstancias te ayudarán a desempolvarla. No me lo niegues, sólo quédate con el dato y todo se andará.
El don de la amistad, ese oasis donde recalar y celebrar la vida.
El amor. «Ama y haz lo que quieras»
Vive y vuela, canta y sueña, ama y sé feliz
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