La imaginación conservadora es el último libro de Gregorio Luri, Doctor en filosofía por la Universidad de Barcelona y licenciado en Ciencias de la Educación. Su trayectoria formativa es de alto nivel ya que fue Premio Extraordinario de Licenciatura en Ciencias de la Educación y Premio de Doctorado en Filosofía. Ha trabajado como maestro de primaria, como profesor de filosofía en bachillerato y como profesor universitario en la Universidad Complutense de Madrid.
Entre sus publicaciones hay textos de política, filosofía y pedagogía.
El libro se define como una defensa apasionada de las ideas que han hecho del mundo un lugar mejor
Así comienza La imaginación conservadora:
Cuando Baal Shem Tov tenía que resolver un asunto de la máxima dificultad, se recluía en un lugar determinado del bosque, encendía una hoguera y se concentraba en una plegaria silenciosa. Y lo que pedía, se realizaba. Cuando, una generación más tarde, el Maggid de Meseritz se encontraba en una situación semejante, acudía al mismo lugar del bosque y decía: «Nosotros ya no sabemos encender el fuego, pero aún sabemos la oración». Y lo que pedía se realizaba. Pasó una generación más y el rabino Moshe Leib de Sassov tuvo que enfrentarse a un reto similar. Fue igualmente al bosque y dijo: «Nosotros no sabemos encender el fuego, tampoco conocemos los misterios de la plegaria, pero conocemos aún el lugar preciso del bosque donde sucedía todo, y con eso es suficiente». Y fue suficiente. Una generación más adelante, el rabino Israel de Rishin se vio también acuciado por problemas urgentes. Pero permaneció en su casa sentado en su silla y dijo: «Ya no sabemos encender el fuego, tampoco sabemos decir las plegarias, ni tan siquiera conocemos el lugar exacto del bosque, pero todavía podemos contar la historia». Y la historia que contó tuvo el mismo efecto que las prácticas de sus predecesores. Espero que al terminar este capítulo haya quedado perfectamente claro por qué este cuento tiene un profundo significado conservador. Defiende en el mismo, como se deduce del cuento, que la fidelidad a la transmisión de una tradición no tiene por que estar reñida con el fomento de la innovación y el cambio. El libro es una defensa, y un tributo, al conservadurismo, entendido como una forma de vivir y de hacer política reivindicando el legado de nuestras costumbres, códigos e historia, en oposición al menosprecio de la prudencia y la orgullosa pretensión revolucionaria de hacer borrón y cuenta nueva del pasado. No hay porque renunciar ni demonizar el pasado y lo que nos sirvió, sigue valiendo, aunque se utilice de otra forma.
Si es posible seguir emocionándose con Homero, Safo, Esquilo, Fidias o Miguel Ángel; O ¿acaso la Quinta sinfonía de Shostakóvich o Las meninas de Velázquez no nos siguen dejando sin aliento? Si Platón, San Agustín o Maquiavelo todavía nos ayudan a pensar; si continuamos necesitando amor y consuelo, un trabajo alegre o un amor seguro; si podemos reconocer en la democracia ateniense algunos de nuestros problemas y en Tucídides o Tito Livio algunas claves de la vida política; si no acabamos de hallar respuestas satisfactorias en la ciencia para nuestras demandas de belleza, bondad y justicia… es que seguimos siendo animales políticos.
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