Tomas el teléfono, marcas su número, salta el buzón de voz… Sabes que nadie te va a contestar del otro lado de la línea, porque esa persona con la que quieres hablar ya no está. Sin embargo, repites esta acción sin sentido una y otra vez porque no quieres olvidar la voz tan amada.
La pérdida de un ser querido conlleva uno de los mayores duelos que puede experimentar un ser humano. De hecho, en la mayoría de las ocasiones no queremos aliviar ese dolor, por miedo a que vayamos a borrar del corazón a quien ya no se encuentra entre nosotros. Por eso decidimos aferramos a los recuerdos vividos y a imaginar todo lo que podría haber ocurrido si siguiera a nuestro lado. No nos damos cuenta de que, si no soltamos amarras, nos volvemos esclavos de esos recuerdos, porque nuestro miedo a olvidar termina convirtiéndose en una pesadilla: la de no querer compartir el corazón con otra gente, como si creyéramos que al depositar el amor en otras personas estamos engañando a aquella que murió, como si temiéramos que los nuevos recuerdos fueran a sustituir los vividos junto a nuestro ser querido.
Superar el duelo no significa que uno se olvide de la persona que murió; es el modo saludable de recordar a ese ser querido, el modo indispensable para aprender a vivir sin su presencia.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: