«El primer hombre» es una novela autobiográfica en la que Camus crea su proyecto literario más ambicioso. Por ello no evitó los dolorosos recuerdos, ni disimuló sus orígenes argelinos, como tampoco la comprensión hacia todos aquellos que le pusieron múltiples cortapisas. Pero tampoco se olvidó de aquellos que posibilitaron que siguiera sus estudios gracias a los que forjó su futuro.
En El primer hombre, Camus parece buscar reencontrarse a sí mismo después de ganar el Premio Nobel de Literatura, así como de los varapalos a los que le sometieron algunos influyentes personajes de la cultura francesa por salirse de ese dogma pegado a la ortodoxia marxista apoyada por Sartre tras la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, Camus define como nadie en esta novela inconclusa la dignidad que debe guiar al hombre libre, y la defensa a ultranza de esa libertad.
Camus define como nadie en esta novela inconclusa la dignidad que debe guiar al hombre libre, y la defensa a ultranza de esa libertad
Ese hombre del título sería el padre del niño Jacques Cormery, protagonista de esta historia. Pero de este padre emigrante, que murió en el frente durante la primera guerra mundial y que se había casado con una menorquina analfabeta y casi muda, poco se sabrá.
Los pobres no tienen historia, o tan sólo aquella que les otorgan las guerras y las revoluciones. El verdadero primer hombre es el hijo: sin padre, educado en un miserable barrio periférico de Argel por una abuela autoritaria, que le inflige castigos corporales ante una madre impotente, exhausta por su trabajo «en casas ajenas», ¿cómo y por qué caminos llegó ese niño indigente a convertirse en Premio Nobel de Literatura?
El caso es que esta novela narra cómo ese niño va haciéndose lentamente, construyéndose a sí mismo, de forma tan diferente de lo que cabría esperar de él por sus orígenes, se nos aparece como la historia de la propia niñez de Albert Camus.
El estilo literario de Camus en «El primer hombre» es a más que conmover al lector a través de la pureza de la belleza que no admite más adjetivos que los de la verdad. Aquí, el escritor argelino dota a la novela de una intensidad que, por momentos, es conmovedora dentro de la naturalidad de una prosa portentosa que busca meternos el dedo en esa llaga invisible para los demás, pero que es sangrante para nosotros mismos. Es en esa habilidad de llegar a lo más hondo del corazón humano donde radica tanto la generosidad de Camus como hombre, como la inteligencia del escritor que es capaz de dotar a la vida de una épica única y tan consistente como la mayor de las leyendas, porque desde el inicio de la novela donde se nos narra el nacimiento de Jacques Cormery, hasta al final de la misma donde nos da cuenta de la carta que le escribe a su querido profesor el Sr. Germain, Camus nos lleva de la mano por la vida sin otro adorno que el de la soledad que acompaña a la dignidad de la pobreza.
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