Su mérito residió no sólo en ser la primera mujer que pudo escribir, dirigir y producir sus propias películas, sino el hecho de plantear en sus obras fuertes y provocativos temas sociales, observados desde un prisma femenino, de una mujer que intentó proponer una alternativa a los estándares de su tiempo… y lo consiguió.
Era una época en la que la gran pantalla suponía para muchos un escaparate idealizado en el cual se podían soñar grandes aventuras, los amores eran puros e inmaculados, y la visión de la mujer y de la familia estaba férreamente controlada por la peculiar óptica de los magnates del Hollywood clásico. En un tiempo en el que un indudable machismo latente impregnaba cada producción cinematográfica, especialmente la de los grandes estudios, surgió una mujer, una pequeña y frágil mujer, que con el paso del tiempo se convertiría en una pionera del feminismo en el Cine, al cual intentó acercar la realidad de la auténtica mujer del momento, con sus propias y particulares inquietudes.
Ella puso en jaque a esa percepción idealizada del “matrimonio feliz” que siempre se quiso vender desde la Meca del Cine. Una perspectiva en la cual la mujer a veces se mostraba simplemente como un objeto decorativo y frecuentemente relegada a un rol secundario y tradicional.
Su nombre era Ida Lupino, era hija de artistas británicos con orígenes italianos y fue introducida en el mundo de la farándula ya desde niña. Su talento como actriz siempre sobresalió incluso en pequeños papeles como secundaria, en los que permaneció durante gran parte de sus primeros trabajos.
De su extensa filmografía como actriz, destacan “La Pasión Ciega” (They Drive by Night) y “El Último Refugio” (High Sierra), sendos trabajos en colaboración con el siempre magnético Humphrey Bogart, en sus primeros papeles como protagonista relevante. Gracias a estas películas, Ida consiguió integrarse plenamente como uno de los referentes femeninos del Cine norteamericano de los años 40, y en los que representaba en la pantalla una dualidad muy especial, la de una mujer con fisonomía frágil pero que escondía una fuerte personalidad la cual solía imponerse en numerosas ocasiones a los partenaires masculinos de sus escenas. Sus roles de mujer dura, capaz de sobreponerse a las adversidades que le sobrevenían en la pantalla, fueron posiblemente la señal de identidad más característica en su etapa como actriz.
Su carrera se extendería hasta los años 70, y ya fuese en papeles de mayor o menor relevancia, siempre dejó gotas de su talento y buen hacer como actriz. Pero ello no le fue suficiente. Quizás fuera la visión excesivamente simplista que se ofrecía de la mujer en el Cine ó quizás la perspectiva predominantemente masculina y sexista que emanaba de cualquier producción cinematográfica de su tiempo, le impulsaron a tomar a un papel más activo en la industria, y decidió dar un paso adelante al situarse al otro lado de la cámara para ayudar a cambiar esta apariencia que se quería transmitir al público desde la gran pantalla.
Y es en esta segunda parte de su carrera, en su faceta de directora, donde encontramos su mejor valía artística. Se la llegó a considerar incluso creadora de una especie de subgénero cinematográfico propio, el llamado “home noir”, una mezcolanza singular entre el tradicional melodrama femenino de la época y el Cine Negro, tan de moda por aquellos años y en pleno esplendor creativo.
Siempre intentó enmarcar dentro de sus pequeñas producciones independientes, historias con mujeres que reflejaban sus auténticos problemas e inquietudes, mujeres en carne y hueso, lejos de la visión glamurosa y artificial que constantemente se quiso vender desde la óptica masculina dominante de su época.
En las escasas películas que rodó Ida Lupino, podemos ver reflejado su esfuerzo como artista para intentar alejarse del arquetipo de la mujer que vendía la industria del Cine y aquellos que la manejaban en la América de la Posguerra. Siempre intentó enmarcar dentro de sus pequeñas producciones independientes, historias con mujeres que reflejaban sus auténticos problemas e inquietudes, mujeres en carne y hueso, lejos de la visión glamurosa y artificial que constantemente se quiso vender desde la óptica masculina dominante de su época.
Para darse cuenta de los grandes obstáculos y la enorme dificultad que ha sido para la mujer dar el gran paso de ser creadoras y directoras de sus propias películas, simplemente podemos remitirnos a la Historia. En los casi 90 años de existencia de los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (Premios Óscar), sólo cuatro mujeres han logrado ser nominadas como mejor Director/a, y sólo una, y ya en pleno Siglo XXI, consiguió alzarse con la famosa estatuilla.
En filmes como “El Bígamo” (The Bigamist), ya se atrevió a sacar a plena luz temas tan delicados y considerados tabú como el de la Bigamia. En esta pequeña y peculiar cinta, podemos apreciar la tragedia cotidiana y vital que afrontan las tres aristas que representan los tres personajes principales del drama humano que se nos presenta. Una historia conmovedora en la que la propia Ida se reserva un papel protagonista de indudable relevancia.
El tema de las madres solteras, una materia sin duda arriesgada, es tratado en esta película con realismo y sin concesiones al melodrama fácil.
El contenido social de sus películas es evidente, ya desde un primer momento, desde la misma génesis de Lupino como directora en su primera cinta “Not wanted”, que casualmente dirigió motivada por un percance cardíaco de su director original, Elmer Clifton, y en la que se puede apreciar un peculiar sello que impregnaría al resto de sus trabajos. En este film se nos muestran materias tan candentes como los conflictos generacionales y la trama que afecta a la protagonista principal, una madre adolescente soltera que se enfrenta a su nueva vida con todas las dificultades, pero también con las ilusiones y esperanzas que ello conlleva en su propio devenir. El tema de las madres solteras, una materia sin duda arriesgada, es tratado en esta película con realismo y sin concesiones al melodrama fácil. El retrato de los sentimientos contradictorios de la joven, un entorno familiar difícil, y la soledad con que se retrata el mundo urbano que la rodea, componen una realidad pocas veces abordada, al menos desde esta perspectiva tan sincera y singular. La dignidad con que la protagonista intenta llevar su complicada situación, encuentra una recompensa al final de la cinta en la que encontrará una catarsis en forma de ser humano con el que compartir un futuro más esperanzador. Como muestra de la originalidad y audacia en el manejo de la cámara de Lupino, este film nos ha dejado una de las escenas más singulares de su carrera, la del nacimiento del bebé. Una cámara subjetiva, que se desliza desde la perspectiva de la joven protagonista, nos hace testigos casi en primera persona de las sensaciones y emociones que ella misma sufre durante el momento del parto.
En otra de sus películas más logradas y sinceras, “Ultraje«(Outrage), su directora aborda un tema tan sórdido y delicado como el de la violación de una joven obrera, y el consiguiente y terrible trauma de la mujer ultrajada, unido a la estigmatización de la pequeña localidad dónde reside, a pesar de ser ella la única víctima. Una muestra de cómo una película pequeña puede ser al mismo tiempo una entretenida muestra de Cine Negro tardío, y una evidente y áspera crítica social a su vez, este es el auténtico valor de este film, que se desliza desde la singular (y hasta entonces ignota) visión femenina de una realizadora de Cine.
El cine de Lupino es sobrio, sincero, auténtico, y pasadas ya muchas décadas se nos presenta como una crónica fidedigna de la sociedad de su época.
Su mérito residió no sólo en ser la primera mujer que pudo escribir, dirigir y producir sus propias películas, sino el hecho de plantear en sus obras fuertes y provocativos temas sociales, temas que eran observados desde un prisma femenino, el prisma de una mujer que intentó proponer una alternativa a los estándares de su tiempo… y lo consiguió.