La tarde madrileña del viernes 4 de octubre, gracias a la Fundación Telefónica, ha sido especial. El poeta y periodista del diario El Mundo, Antonio Lucas ha conversado con la Premio Nobel de Literatura, Svetlana Alexiévich.
El llamado «Espacio Alexiévich» ha detenido el tiempo de los amantes de la literatura y de lo humano, al escuchar y disfrutar una vez más de esta sabia mujer llegada de un lejano país del Este de Europa, Bielorrusia (1948).
Hace dos años pudimos ver en este mismo ‘Espacio Telefónica ‘ a la escritora y reportera. En aquella ocasión se llamó «Hay vida en martes». Alexiévich es la autora de ‘La guerra no tiene rostro de mujer‘ (1985) y de ‘Voces de Chernóbil‘ (1997), entre otras obras, en total cinco, y su previsión es concluir en breve otros dos libros sobre la vejez y el amor.
En aquella ocasión mostró ese lado profundamente humano de las personas que han sufrido y que no quieren resignarse a que el sufrimiento ajeno caiga en saco roto. «Para mí lo más importante es la vida interior de la gente. Los sentimientos de la gente. Los detalles humanos, el factor humano quizá es más importante que las grandes historias que se cuentan«. Continuaba diciendo que al evocar el rostro de las cientos de mujeres que ha entrevistado y conocido a lo largo de su vida, preguntaba: «¿Por qué seguimos matando a gente? ¿Cómo es posible que haya guerras Las mujeres nunca hablaron de la guerra destacando el heroísmo masculino, siempre hablaban de la guerra como asesinato» (Encuentros en la Fundación Telefónica – ‘Hay vida en martes’, conversando con Svetlana Alexiévich).
Una conversación sobre la vida
El encuentro del viernes 4 de octubre con Svetlana Alexiévich se puede resumir en pocas ideas profundas: meditar la vida; la literatura ha de aportar verdad; la libertad es un camino de largo recorrido; hay que matar malas ideas no a las personas; los testigos nos dejan la verdad de los hechos; necesitamos una nueva filosofía ante la vejez, hoy se nos regalan más años de vida que antes no éramos capaces de vislumbrar; los poderosos tratan con los poco inteligentes, piensan que somos bestias incapaces de comprender. También se ha hablado de la serie de televisión Chernóbyl y por supuesto del comunismo.
Una mujer, Svetlana, que padece de un interrogante continuo por comprender la grandeza y el misterio del ser humano
Un diálogo de hora y media con una Premio Nobel de Literatura que afirma sin tapujos que siempre, ya desde niña, sabía que sería escritora, habla de una irrevocable vocación, añadiendo que ella escribió sin pensar jamás en el Premio Nobel.
Una mujer valiente y profundamente humana, quien no oculta el sufrimiento moral por todo lo que ha vivido entrevistando testigos de guerras en medio del dolor, la maldad, la incomprensión y la belleza humanas más absolutas.
Svetlana Alexiévich nos ha regalado un tiempo de reflexión, filosofía y de encuentro con nosotros mismos y con el mundo. Tiempo que estará en nuestra mano volver a tomar para repasar con atención tantas cosas magníficas que ha compartido. Si hay algo que ha llamado la atención es que ella tenía ganas de hablar del amor y sobre todo de cómo entendemos y vivimos los españoles el amor, según su propia apreciación: «Creo que las personas se interesan por el amor, los españoles sobre todo. Lo que yo veo, mis impresiones breves, en Andalucía me hablan que los españoles son gente de grandes impulsos y los españoles hablan sobre el amor. Podemos hablar sobre el amor en esta sala».
El periodista Antonio Lucas comenzó leyendo un capítulo del libro de nuestra protagonista «Los rostros de la guerra» y partiendo de ahí la conversación fue enriqueciéndose.
Algunas reflexiones de Svetlana Alexiévich
Diferencia entre el escritor y el historiador
«Los historiadores han trazado su territorio y probablemente no son capaces de democratizarse, hoy en día los historiadores no son capaces de hacerlo. Y ese trabajo de coleccionar las historias poco heroicas, no principales, quizá no es tarea de historiadores sino para los escritores y periodistas. Porque es la verdad de la guerra que no es interesante para «la gran» ciencia histórica».
«La historia mira desde lejos las relaciones humanas, las ignora. Vivimos en una época en donde la historia se hace más humana, nos interesan más los aspectos más humanos, preferimos saber más sobre el mundo de los sentimientos humanos. Toda mi vida intento escribir sobre las voces del mundo entero, y creo que esas voces son las portadoras de la verdad pura, no la verdad limpiada por la propaganda o el estilo del escritor, estas historias relatan la vida tal como es».
Sobre el amor y la vejez
«Estoy preparando otro libro sobre la vejez y sobre la muerte, son historias diferentes. Escribir sobre la vejez y sobre la muerte es algo aún más interesante. No se presta a interpretaciones. Es como una ola que te da el golpe y tu no ves el movimiento del agua que te golpea. Sin embargo, la vejez y la muerte exigen una meditación, ahora no se dedica el tiempo a esa meditación. Antes las personas tenían más tiempo, pero ahora la civilización nos ha regalado 20 o 30 años más, y de repente no sabemos qué hacer con este tiempo que se nos ha regalado. Tienes que encontrar nuevo sentido a la vida, y hay muchas opiniones acerca de ello. Un libro así es importante y es necesario, estamos perdidos ante la posibilidad de perder estos años».
«Volviendo al amor, lo que pienso es un intento de ofrecer una nueva visión, no hay ningún sentido en ofrecer cosas banales. El sentido en la literatura… es ofrecer nuevos sentido y visión, y hablando sobre el amor, es muy difícil salirse de los cánones».
¿Cómo le han afectado las historias que ha conocido?
En un momento dado el entrevistador Antonio Luque, da un salto y trata de adentrarse en los sentimientos de la protagonista. ¿No tiene usted necesidad de apartar las voces que le hablan, dejar de pensar en los muchachos del zinc, dejar de pensar en las mujeres de la guerra, es decir, recomponerse de escuchar tanta vida rota?
«No entiendo cómo una persona mata a su prójimo, no puedo apartar estas historias de mi vida porque todo esto a mí me preocupa. La vida nos hace preguntas y yo no puedo decir «lo entiendo en profundidad», ¿quién de nosotros puede decir he entendido todo sobre el amor, la guerra, y todo lo humano? Las historias del pasado me torturan, si eres un escritor honesto esto es normal, es lo que hay. Yo no escribí mis libros para obtener el Premio Nobel de Literatura, no se me pasaba por la cabeza, escribí mis libros para entender lo que pasaba».
Periodismo actual
«El periodismo moderno es muy banal, y luego me sorprende la caída del nivel intelectual».
Una jornada irrepetible y a la que volveremos dentro de poco porque la el material es más que abundante. Finalmente la premio Nobel concluyó haciendo un alegato en favor de la mujer con una reflexión profunda e interesante,p en valor la maternidad y se preguntaba a sí misma «si los hombres fueran quiénes dieran a luz quizá matarían menos».
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