Hace no demasiado tiempo, recuerdo haber leído la apasionante historia de un sacerdote francés que había creado una red oculta para sacar personas de la comunista Corea del Norte. Recuerdo la fantástica peli protagonizada por Gregory Peck, «La sombra del Zar amarillo«, con un final de vértigo al ver al científico tratando de superar las vallas fronterizas y salir de China. El comunismo es la antítesis de la libertad.
Estos días se conmemora el derrumbe «espontáneo» del Muro de Berlín, y me ha llamado la atención que en algunos sectores sociales, nacionales y extranjeros se equipare la imagen del muro comunista como analogía de «la homofobia» ó «los muros a la inmigración» «los xenófobos», etc. La retahíla del pensamiento único, tan poco original y tan dada a fluir por la superficialidad de las cosas, olvidando que ya Nino Bravo cantaba aquel «Libre» en homenaje a quienes lograban cruzar el muro y atravesar la puerta de la libertad.
¿Por qué me llaman la atención? Porque denota absoluta ignorancia de lo que fue y es el comunismo, ideología totalitaria, recientemente condenada con absoluta claridad por la Unión Europea, donde tras recorrer cronológicamente hechos históricos, constata aspectos como: «Considerando que, en algunos Estados miembros, las ideologías comunista y nazi están prohibidas por ley«.
Y añade «Condena el hecho de que las fuerzas políticas extremistas y xenófobas en Europa recurran cada vez más a la distorsión de los hechos históricos y utilicen símbolos y retóricas que evocan aspectos de la propaganda totalitaria, como el racismo, el antisemitismo y el odio hacia las minorías sexuales y de otro tipo«.
No oculta la Resolución UE, 19/9/2019 que el origen del terror nació por un Acuerdo entre dos países, Alemania y Rusia. Firma protocolaria que escondía otra realidad, quebrantar sin piedad tratados internacionales hasta llegar, por ejemplo, a invadir y aniquilar a Polonia.
En España se están produciendo acuerdos escabrosos que paulatinamente reducen a la nada a las altas instituciones del Estado.
En estos momentos cabría pensar cómo estará mirando la Unión Europea a España al constatar cómo los comunistas, disfrazados de políticos democráticos, asoman la patita para formar parte del Gobierno de España. Terrible.
Porque la cuestión de fondo no es la aceptación o no de las prebendas por ley del lobby LGTBI, o que muchas personas no estén de acuerdo en que se prevalezca la inmigración ilegal en detrimento de problemáticas reales que afectan a ciudadanos españoles.
La raíz es que el totalitarismo comunista se cierne sobre nuestras cabezas, pero disfrazado de buenismo y de mayor sofisticación propagandística, el engaño permanente es la máxima asumida hoy día por la sociedad española
Ni sí, ni no, ni todo lo contrario
Lo peor de esta cuestión sobre el comunismo real, no sólo es que no se haya erradicado de la faz de la tierra, ni que aún no haya sido posible juzgar a miles de criminales a lo largo de la historia para dictaminar una sentencia fulminante contra esta ideología maldita, como sí ocurrió en el Juicio de Nuremberg contra el nazismo. La realidad es que las sociedades libres lo han asumido, no sé si entenderlo como derrota, o como un signo de los tiempos, donde la línea que separaba claramente el bien del mal, se ha difuminado hasta desaparecer.
Lo cierto es que mientras prevalezca una visión materialista o consumista e ideologizada la esencia del bien común desaparece. Y seguiremos viendo con buenos ojos acuerdos internacionales con países comunistas, mirando para otro lado mientras se sabe que miles o millones de personas viven alienadas, sometidas, presas por sus ideas y sin nadie que vele por sus derechos y sobre todo porque vivan en libertad. Aquí continuaremos opinando, divagando, tuiteando y mezclando churras con merinas, con pavor a la determinación y firmeza frente al monstruo.
Testigos irrefutables
El Premio Nobel de Literatura Alexander Solzhenitsyn no nos queda lejos, apenas falleció hace 11 años. Uno de tantísimos millones de personas que sufrieron el horror comunista, él alude a una causa posible de esa disolución de la línea entre el bien y el mal, y esa constatación que palpamos de asumir el mal campando a sus anchas.
En su Discurso de Aceptación por el Premio Templeton al Progreso de la Religión (en el Palacio de Buckingham, Londres, 10 de mayo de 1983), Alexander Solzhenitsyn dijo: «Los hombres han olvidado a Dios», porque olvidamos que «Occidente» surge del cristianismo, el gran enemigo a abatir. ¿Por qué las izquierdas de hoy apoyan o recriminan más a unas confesiones que a otras? Interesante reflexión.
“Hace más de medio siglo, cuando aún todavía era un niño, recuerdo haber oído a varias personas de edad avanzada que ofrecían la siguiente explicación para los grandes desastres que han sucedido en Rusia: ‘Los hombres han olvidado a Dios'; es por ello que todo esto ha pasado. Desde entonces he pasado poco menos de cincuenta años trabajando en la historia de nuestra revolución. En el proceso, he leído cientos de libros, he recolectado cientos de testimonios personales, y ya he contribuido con ocho volúmenes propios esforzándome para quitar los escombros dejados por ese levantamiento. Mas si el día de hoy se me pidiera que formule en la forma más concisa posible la principal causa de la desastrosa revolución que consumió a cerca de sesenta millones de personas en nuestro pueblo, no podría decirlo con más precisión al repetir: ‘Los hombres han olvidado a Dios; es por eso que todo esto ha pasado" (Solzhenitsyn 1984, Número 36; ver también: Solzhenitsyn 1983, p. 874).
Y más recientemente, hace tan sólo 5 años, Yeonmi Park una niña de Corea del Norte, narró su historia huyendo del comunismo. Este discurso se produjo el 2014 en la Cumbre de One Young World, en Dublín. No sabemos cómo Yeonmi logró huir, pero no queda lejos imaginar a un sacerdote francés coordinando la red oculta del bien absoluto para salvar personas del horror.
No deje de verlo, se conmoverá.
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