Recuerdo los artículos de Miguel en TELVA, porque son los que más leí en una época, de hecho, tengo todavía uno guardado sobre la familia en mi carpeta de recortes. Palabras agradables, a veces con cierto toque irónico, cargadas de verdad, pero que sobre todo reflejan la valentía con la que este autor plantea de forma sencilla acontecimientos y situaciones de la vida cotidiana, mientras que en otras ocasiones son aprovechadas para afrontar y hacer más cercanos temas interesantes, polémicos e incluso trascendentales. Siempre ha mostrado una opinión clara y firme, abierta al diálogo, frente a la tibieza de los tiempos actuales, en los que todo el mundo se desdice de lo dicho hace un minuto, y el miedo a ser claro hace que se desvirtúe la palabra libertad.
No sabría cuál destacar de los once libros escritos hasta ahora, desde el primero que fue publicado con tan sólo 19 años, “Desde un tren africano”, pasando por “La Hija del Ministro”, “La sangre del pelícano”, “Monzón sobre Bombay”, “El mirador del valle” o “El arca de la Isla”, por nombrar algunos. Todos con títulos atrayentes y variados, que seducen por el tono de intriga. Pero además de sus libros, artículos y relatos, es un buen dibujante y pintor de acuarelas, cuyo colorido y expresividad parece acompañar el sentido aventurero de sus libros, y me atrevería a decir, de su imagen.
Woman Essentia.- Hola, Miguel… Podría decirse que es un artista creativo y polifacético, un tanto parecido a los clásicos, ya que manejaban diversas artes. En mi humilde opinión, hay una necesidad de trasmitir, expresar, sacar lo de dentro de diferentes formas … ¿o de sembrar algo de cordura y hacer pensar.
Miguel Aranguren.– Me cuesta definir mi trabajo. Soy un artista que, por encima de todo, se sabe escritor. Un escritor que también necesita la pintura y la talla en madera para sacar lo que lleva dentro. En todo caso, los artistas tenemos que ser conscientes de que lo nuestro es un don prestado: nacimos con él sin haberlo elegido y, por tanto, estamos obligados a sacarle el máximo partido. Aún más: el arte sólo alcanza su significado cuando se ofrece a los demás. Y me gusta decir que mi escritura (novelas, columnas de opinión…) es un servicio a los lectores, ya que procuro ser muy sincero con aquello que pretendo transmitir.
WE.- ¿Cuál crees que es la misión de un escritor?
MA.- Depende. Algunos consideran que publicar y publicar. Otros hacen de la literatura un camino hacia la fama, sin importarles el precio a pagar. Después están aquellos que entienden la literatura como una depuración en busca de la belleza formal. En mi caso, acabo de decirlo, se trata de un servicio que, por otra parte, me da de comer. Por tanto, en mis libros pretendo que el lector se distraiga, que piense, que madure al mismo tiempo que mis personajes. En mis libros trato de que el bien y el mal queden perfectamente delimitados, a pesar de los claroscuros con los que se trenza la vida.
WE.– Ser escritor es vocacional, pero ¿nace o se hace?
MA.- El novelista es un contador de historias nato. Es decir, nace con ese deseo de transmitir a los demás su mundo interior, que es una realidad paralela, una reinterpretación de la vida según su sensibilidad. Pero esa sensibilidad hay que formarla para aprender a contenerla, a gobernarla y, de este modo, ponerla al servicio de las historias, del lector. Por otro lado está el aprendizaje técnico, que se consigue con la lectura, una lectura seleccionada y exigente. Y por último, aprender a mirar, porque los escritores tenemos esa cualidad: ver aquello que a los demás les pasa desapercibido, para después contárselo.
WE.– ¿Cómo surgió esta vocación?
MA.– Desde niño me gustaba narrar. Cuando aún no manejaba bien el lenguaje, me servía de los dibujos. Me pasé la infancia garabateando tebeos. Después llegó el deslumbramiento con la lectura, a los trece años, de “El camino”, de Miguel Delibes. Aquella novela me trastornó; desde entonces quise ser escritor. Por supuesto, me ayudó mucho el acceso a buenas lecturas, en mi casa y en el colegio. Y por último, un viaje iniciático a Kenia, a los diecisiete años. Sin aquel viaje y sin el diario con el que regresé a España, no habría aparecido mi primera novela.
WE.– Todo artista tiene una obra preferida, de la que guarda mejor recuerdo, o incluso pudiese llegar a ser un reto. ¿Cuál es el libro que más ha disfrutado escribiendo? ¿Por qué?
MA.– Me gusta subrayar el esfuerzo –a veces devastador- de escribir una novela. Podría compararse al de realizar una tesis doctoral. Por tanto, en mi caso tengo once “tesis” publicadas y otra en camino… ¿Mi preferida?… Cada uno de mis libros representa un cúmulo de trabajo y emociones de las que no podría prescindir. Pero si me pidieras que te recomendara uno, sería “La hija del ministro” (La Esfera de los Libros).
WE.- ¿Cuál es el motor que le impulsa a escribir, a transmitir la belleza en los dibujos, o la intención en las viñetas?
MA.- Es una fuerza que el artista lleva dentro. Terminas una novela con la sensación de que lo has dicho todo, de que no te queda una sola palabra más que trazar, pero enseguida comienzas a pulsar nuevas historias, hasta que, de pronto, un personaje te pide que abras el ordenador y comiences.
WE.– ¿Que pesa más en la balanza del artista, la inspiración o el trabajo?
MA.- Creo en el don, ese regalo gratuito que traemos al nacer. Y creo en el trabajo. Sobre todo, creo en el trabajo. Hay días en los que escribes mejor que otros, pero eso depende de muchas cosas ajenas a lo que llamamos inspiración. Y por otra parte está el silencio –tan necesario-, la contemplación, el no cerrar los ojos ante las alegrías y los dolores del mundo. Sin silencio, sin contemplación, no hay escritura.
WE.-Hablando de inspiración, ¿cómo elige los temas?
MA.– Cada novela es un mundo, una bolsa repleta de intenciones. Y los hilos argumentales surgen de mis preocupaciones, de aquellas personas a las que admiro, de aquellas situaciones que me conmueven o me arrebatan. También de las que me repugnan. Es decir, dentro de un mismo libro caben muchas situaciones, sabores y sinsabores. En todo caso, me gusta la narrativa de lo cercano: la amistad, el amor, la familia, la aventura, el reto, el triunfo, el fracaso…
WE.- Una pista sobre tu próximo libro…
MA.– Novela histórica sobre el personaje más determinante de la Historia. Es lo único que puedo decir.
WE.– Cuanto más vive uno, va descubriendo situaciones en las cuales la vida supera a la ficción: la vida siempre te sorprende. ¿Qué es la vida para Miguel Aranguren?
MA.– La vida es un milagro, una muestra de confianza sublime por parte de Dios, una oportunidad, una suma de rutinas, risas y llantos, un niño que viene al mundo, alguien que muere, una esperanza, unos lazos que no se destruyen…
WE.– ¿Por qué el ser humano se empeña en destrozarla y quitarle el valor que tiene, en lugar de exprimirla y experimentarla?
MA.– Aún peor que eso es vivirla sin pasión, aburrido, decepcionado. O poner los afanes en cosas pasajeras: un coche nuevo, una casa, un viaje… Nada hay más satisfactorio que una cena entre amigos, que una conversación pausada entre el marido y la mujer, que ver cómo los hijos crecen y asumen por sí mismos todo tipo de responsabilidades.
WE.– Estamos viendo situaciones contradictorias en el mundo; por un lado se cometen más de 120.000 abortos al año (según cifras censadas, la realidad es muy superior), y por otro las clínicas de reproducción asistida crecen como setas. Por no hablar de los niños gestados en vientres de alquiler, hijos a la carta, o de la explotación a la que se ven sometidas tantas mujeres. Sin ir más lejos, en España el 98% de los fetos diagnosticados de síndrome Down son abortados. Y desde el otro extremo, surgen situaciones como la del perro Excálibur, por cuya vida miles de personas están dispuestas a salir a la calle. ¿Qué lleva a este desequilibrio?
MA.- El mundo está enfermo de una terrible paranoia. Lo pienso muchas veces. Y fíjate que somos racionales, que tenemos los medios para saber qué es lícito y qué es aberrante para el individuo y para la especie. No hay nada que justifique el aborto, que es el asesinato selectivo de un inocente. Pero nuestra sociedad mira a otro lado («mientras no me suceda a mí o a uno de los míos…», piensan muchos), como si la vida necesitara el refrendo del Congreso de los Diputados, como si las leyes marcaran nuestra naturaleza en vez de ser el hombre quien marque la naturaleza de las leyes. Me duele mucho haber tenido que explicar a mis hijos, cuando eran muy pequeños, qué es el aborto, contarles que en la mayoría de los países del mundo está permitido y hasta potenciado por las autoridades. Por eso, más que nunca, el artista tiene que comprometerse con la verdad. Con paz y didáctica, pero sin renunciar a los principios que nos hacen libres y humanos.
WE.-¿Qué podríamos hacer para devolverle la dignidad a la vida?
MA.– Amarla con totalidad para contagiar esta pasión, y ayudar a todas las mujeres que no encuentran apoyo cuando descubren que están embarazadas, mediante un compromiso de amor sin condiciones.
WE.– Según el Papa Francisco hay que buscar el encuentro con los demás, aunque piensen diferente. Pero a veces a los cristianos no nos dejan expresar nuestras ideas y las sustituyen por otras preconcebidas cuando lo que queremos decir es muy sencillo. ¿Cuál es su forma de plantear ese encuentro?
MA.– Procuro vivir una suma: nunca trates mal a nadie, mucho menos al que no te entiende o piensa y vive de forma completamente distinta a la tuya. Es lo único que un cristiano puede hacer: amar sin imponer. Y sin angustiarse.
WE.- Podría decirse que eres un escritor políticamente incorrecto, que no relega la fe a un ámbito estrictamente personal sino que aparece constantemente en tu obra. Además, tu afición taurina se refleja en tus pinturas. ¿No tiene miedo Miguel Aranguren de que le recriminen ir contracorriente?
MA.– Me da igual que me juzguen de una manera o de otra. Soy libre y me siento libre. Es más, me siento pleno, a pesar de que el cristianismo sea una fe exigente y a veces sienta la tentación de dejarme llevar por la sima de las modas. Y sí, me apasionan los toros: el animal, su crianza, su manejo, la corrida, el toreo… Los toreros son los últimos héroes, capaces de danzar con la muerte con el único artificio de su inteligencia. Y por si fuera poco, crean armonía, emoción y belleza.
WE.- Hace poco, el Papa lanzaba estas preguntas a los dirigentes europeos: <<¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?” ¿Qué crees que le ha pasado a Europa? ¿Dónde están esos intelectuales?
MA.- Europa sufre una deriva originada por el “pensamiento débil”, que es una mezcla de conformismo bajo los efectos de la adormidera del bienestar. Además nos sobra el individualismo, tan nocivo para la vida en común y potenciado hasta límites inimaginables por las nuevas tecnologías. Si te encuentras empachado de placeres, es muy difícil que te comprometas con nada. Por eso la familia está en crisis. Por eso nacen pocos niños. Por eso renegamos de los ancianos y los enfermos terminales. Pero no me gusta transmitir sensaciones negativas: existe mucha gente buena, comprometida, generosa, capaz de dar su día a día por retos que merecen la pena.
WE.– La mayoría de las revistas femeninas aportan una imagen que paradójicamente convierten a la mujer en un objeto de consumo. Eres padre de dos hijas, esposo, hijo de una madre… ¿Cuál es el valor más claro que aporta la mujer a la sociedad y por tanto al mundo, al que no debemos renunciar ni nosotras, ni por tanto la sociedad?
MA.- Me repugna el maltrato a la mujer, que se la considere un florero, que se la muestre sin dignidad, como un objeto de compraventa. También me repugna el interés en que la mujer pierda su sentido, el que le da su sexo. He viajado mucho, especialmente por países pobres, y en todos ellos he visto que la mujer es el baluarte sobre el que se apoya el resto de la familia. Al mismo tiempo me he topado con la cobardía de muchos hombres, que se apartan de las responsabilidades familiares, que beben, que no trabajan, que maltratan, que abandonan el hogar. Por tanto, la mujer es más fuerte que el hombre, más sensata, más comprometida, más sensible, más capaz… Pero una y otro se complementan. Por eso nada hay más fuerte que un hogar equilibrado y sano. En mi caso, estoy seguro de que le debo todo a mi mujer; sin ella, sería un tipo perdido.
WE.- La competencia a la que se ven sometidos los jóvenes del mundo actual, hace que parezca imposible publicar un libro con 19 años, o que te ofrezcan un contrato sin apenas terminar el colegio como te ocurrió a ti. Quizás tenga esto algo que ver con tu iniciativa para jóvenes, con devolver esa oportunidad que te dieron a otros…. ¿Cómo surge Excelencia Literaria?
MA.- Publicar aquella primera novela fue una osadía. Y un comienzo. Por eso, en cuanto me asenté en el mundo literario quise devolver lo mucho que recibí. Salí por los caminos de España a buscar jóvenes escritores, chicos y chicas que soñaran con ver publicadas sus obras. Lo que empezó como un sueño ha cumplido doce años, doce ediciones de las que han salido un puñado bien colmado de autores que escriben muy bien y transmiten, sin complejos, la calidad de su formación humana. Además, puedo contar con orgullo que he empezado a trabajar con alumnos de los países hermanos de América, que todavía preservan un castellano antiguo.
WE.- ¿Cuáles son los temas que más les interesan a tus jóvenes autores?
MA.– En Excelencia Literaria no pongo barreras: cada alumno escribe sobre lo que quiere (salvo de política, sexo y asuntos controvertidos). Lo único que les ruego es que traten de reflejar los valores que han recibido y que están alimentando. De hecho, deben tener claro que pueden convertirse en referentes para los chicos y chicas de su generación.
WE.– ¿Los jóvenes siguen teniendo esperanza?
MA.– ¡Por supuesto! Si no, no serían jóvenes… Otra cosa es que muchos de ellos vivan contagiados por esa adormidera del bienestar de la que hablaba antes. Pero escribir les obliga a leer y a reflexionar. Es el mejor antídoto contra el control del “pensamiento débil”.
WE.- Y, aunque suene utópico… ¿Cómo podemos hacer un mundo mejor?
MA.– Empeñándonos, cada uno y cada día, en ser un poco mejores.
WE.– Para terminar, me gustaría plantear unas cuestiones rápidamente…
- ¿Cuál es el día más bello?…
MA.- El del nacimiento de cada uno de mis cuatro hijos.
- ¿La cosa más fácil?…
MA.- Ponerme a cantar en la ducha, cuando voy en moto y cuando paseo por la calle.
- El obstáculo más grande…
MA.– La falta de seguridad y la pereza.
- El error mayor…
MA.– Aquel que no reconocemos y, por tanto, por el que no pedimos perdón.
- La raíz de todos los males…
MA.- Quiero pensar que nuestra debilidad, pero al leer el periódico a veces tengo la sensación de que hay gente que se empeña en ser muy, pero que muy mala.
- La distracción más bella…
MA.– La que nos hace anhelar el reencuentro con aquellos que amamos.
- La peor derrota…
MA.- La seguridad de que hemos perdido el tiempo.
- La primera necesidad…
MA.- La sonrisa de los míos.
- Lo que más hace feliz…
MA.- Querer y que te quieran.
- El misterio más grande…
MA.- El sufrimiento.
- El peor defecto…
MA.– Estoy lleno de todo tipo de defectos.
- La persona más peligrosa…
MA.- El egoísta.
- El sentimiento más ruin…
MA.– El odio.
- El regalo más bello…
MA.– Un dibujo de un niño.
- La ruta más rápida…
MA.– Pedir perdón.
- La sensación más grata…
MA.– Los olores de la infancia.
- El resguardo más eficaz…
MA.– Mi ángel guardián. Nunca me deja solo.
- El mejor remedio…
MA.– De nuevo, pedir perdón.
- La mayor satisfacción…
MA.– Saberte amado.
- La fuerza más potente del mundo…
MA.– La de los débiles.
- La cosa más bella de todas…
MA.– Un niño que juega con otros niños.
Muchas gracias, Miguel, por sembrar optimismo y esperanza, con toda tu obra y sobre todo, con tus palabras.