El impacto del coronavirus está teniendo profundos y graves efectos en la economía mundial y ha llevado a las autoridades económicas a centrarse en buscar maneras de responder. La experiencia de China hasta ahora muestra que las políticas adecuadas marcan una diferencia en la lucha contra la enfermedad y la mitigación de su impacto, pero algunas de estas políticas plantean difíciles disyuntivas económicas.
Decisiones difíciles
La contención eficaz del virus se produce a costa de la desaceleración de la actividad económica, sin importar si el distanciamiento social y la reducción de la movilidad son voluntarios u obligatorios. En el caso de China, las autoridades implementaron fuertes restricciones a la movilidad, tanto a nivel nacional como local; por ejemplo, en el punto más álgido del brote, muchas ciudades impusieron estrictos toques de queda para sus ciudadanos. Pero en ninguna parte era la disyuntiva tan devastadora como en la provincia de Hubei, que, a pesar de la gran ayuda recibida del resto de la China, sufrió mucho al mismo tiempo que contribuía a frenar la propagación de la enfermedad en toda la nación. Por lo tanto, está claro que, a medida que la pandemia se propague por todo el mundo, los más afectados —dentro de los países pero también en las distintas regiones— necesitarán apoyo para contener el virus y retrasar su propagación a otros países.
La contención eficaz del virus se produce a costa de la desaceleración de la actividad económica, sin importar si el distanciamiento social y la reducción de la movilidad son voluntarios u obligatorios.
Elevados costos
El brote provocó un terrible sufrimiento humano en China, como sigue ocurriendo en otros países, y también tuvo importantes costos económicos. Todo indica que la desaceleración de China en el primer trimestre de 2020 será significativa y dejará una profunda huella en todo el año.
Lo que comenzó como una serie de interrupciones repentinas de la actividad económica, se extendió rápidamente por toda la economía, y se convirtió en un shock total que afectó simultáneamente a la oferta y la demanda, como se observa en los muy débiles registros de la producción industrial y las ventas minoristas. El shock del coronavirus es grave incluso en comparación con la crisis financiera mundial en 2007–08, ya que golpeó a los hogares, las empresas, las instituciones financieras y los mercados al mismo tiempo, primero en China y ahora a escala mundial.
Medidas rápidas
Mitigar el impacto de este grave shock exige brindar apoyo a los más vulnerables. Las autoridades chinas se han centrado en los hogares vulnerables y buscaron nuevas formas de llegar a las empresas más pequeñas; por ejemplo, eximiéndolas de las tasas de seguridad social, las facturas de servicios públicos y canalizando el crédito a través de empresas de tecnofinanzas. Otras políticas también pueden ser útiles. Las autoridades gestionaron rápidamente el crédito subsidiado para respaldar la ampliación de la producción de material sanitario y otras actividades críticas relacionadas con la respuesta al brote.
Salvaguardar la estabilidad financiera requiere medidas enérgicas y bien comunicadas. Las últimas semanas han mostrado cómo una crisis de salud, aunque sea temporal, puede transformarse en un shock económico en el que la escasez de liquidez y las perturbaciones del mercado pueden amplificarse y perpetuarse. En China, las autoridades intervinieron en una etapa temprana para respaldar los mercados interbancarios y proporcionar apoyo financiero a las empresas sometidas a presión, permitiendo al mismo tiempo que el renminbi se ajustara a las presiones externas. Entre otras medidas, se brindó orientación a los bancos para colaborar con los prestatarios afectados por el brote; se incentivó a los bancos a otorgar préstamos a las empresas más pequeñas mediante financiamiento especial del banco central de China, y se realizaron recortes focalizados de los encajes legales para los bancos. Las empresas más grandes, incluidas las de propiedad estatal, gozaron de un acceso al crédito relativamente estable en todos los sectores, en gran parte debido a que los grandes bancos estatales de China les siguieron otorgando generosos préstamos.
Por ejemplo, dar a una amplia gama de deudores más tiempo para cumplir sus obligaciones financieras puede socavar la solidez financiera más adelante si esta medida no está dirigida específicamente a abordar el problema en cuestión ni limitada en el tiempo; el crédito subsidiado puede asignarse de manera errónea, y mantener a flote a las empresas que ya son inviables podría frenar el crecimiento de la productividad más adelante. Está claro que, siempre que sea posible, utilizar instrumentos bien focalizados es el camino a seguir.
No ha terminado
Si bien hay señales alentadoras de normalización económica en China —la mayoría de las empresas más grandes han declarado que han vuelto a abrir sus puertas y muchos empleados locales están nuevamente en sus puestos de trabajo— persisten graves riesgos. Entre ellos, la posibilidad de que aumente el número de nuevas infecciones a medida que se reanuden los viajes nacionales e internacionales. Aunque no se produzca otro brote en China, la pandemia actual está creando riesgos económicos. Por ejemplo, a medida que un mayor número de países se enfrentan a brotes y los mercados financieros mundiales oscilan, es posible que los consumidores y las empresas permanezcan cautelosos, lo que frenará la demanda mundial de bienes chinos justo cuando la economía vuelve a ponerse en marcha. Por lo tanto, las autoridades económicas chinas deben estar preparadas para respaldar el crecimiento y la estabilidad financiera en caso necesario. Teniendo en cuenta la naturaleza mundial del brote, muchos de estos esfuerzos serán más eficaces si se coordinan a escala internacional.
Fuente: Fondo Monetario Internacional
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