Aunque el título de este libro parezca un poco extraño, nada más alejado de la realidad. Es vida en estado puro, con sus idas y venidas, subidas y bajadas, ánimos y desánimos… todo sencillo y elocuente a la vez… y en cuanto empiezas su lectura, te enamoras de sus palabras.
Es uno de esos libros que simplemente produce emociones, provoca sensaciones incapaces de describir verbalmente para los profanos de la palabra, y además te despierta el gusto por observar y valorar lo sencillo, lo que ya tenemos a nuestro alrededor y lo que va surgiendo, que tan a menudo pasa desapercibido.
“Lo que mantengo no es un diario, es un fuego que alumbro en la oscuridad. No es un fuego que alumbro en la oscuridad, es un animal que alimento. No es un animal que alimento, es la sangre que escucho en mis sienes, latiendo – como un postigo asilvestrado contra la pared de una casita”.
El valor de una brizna de hierva, de una flor, o un ramo, del amor sencillo, de la luz, de la infancia, de una risa, de la visión de una madre con sus hijos o de un recuerdo fugaz, impregna el libro. Nunca pensé que se podía escribir tanto sobre cosas tan sencillas, a la vez que repletas de vida.
«Soy el único autor de lo que hay de malo en mi vida».
La escena más extendida del mundo, la visión de una madre con sus hijos, es lo que más sigue trastornando al autor, encuentra en ella el más claro equilibrio junto con la mayor alegría, y aunque en todo el libro este no es un pensamiento recurrente, sino el dominio de cosas independientes y sencillas, reconoce algo en común ya sea en un rostro, un libro o una hoja de un árbol … “siempre hay algo maternal en lo que me turba- un modo que tiene la vida de vigilar la vida débil”.
El autor Chistian Bobin, empieza a escribir esta especie de diario, unos meses después de morir su mujer. Un autorretrato de su devenir cotidiano, su mundo, unos días más repleto de ideas que otros, acontecimiento pocos.
El amor a su esposa muerta pero presente, su silencio vivo, es la compañía del autor y este impregna todas las páginas. Es un alimento para él, ya que según sus propias palabras, lo que se amó un día, se amó para siempre.
“Hay que amar sin esperar nada del amor-aparte de la alegría presente que aporta, con la que se confunde”.
“Infinitamente más que todo, es el nombre infantil del amor, su nombre de pila, su nombre secreto.”
Pese a su añoranza y recuerdo permanente, no es un libro triste, no en vano empieza exaltando la búsqueda de la alegría, tan ansiada por todos los seres humanos. Pero habla de la alegría real, la cotidiana que da fuerzas para continuar el día, una alegría sencilla y sin pretensiones.
“ Busco desde que me desperté lo que necesita el día para ser un día: un poco de alegría…Se nos da en un segundo para el resto de la jornada. La alegría, lo que yo llamo así, forma parte de lo minúsculo, de lo imprevisible”.
Su lectura ha sido todo un disfrute del valor de las cosas que tenemos a nuestro alrededor, de su belleza, así como de su filosofía de vivir. Me dio pena terminarlo. Las emociones que provocan en Bobin las flores, para otra persona surgen al mirar las nubes o el mar, siempre diferentes… sólo hay que reconocerlas, no hace falta cambiar tu entorno, sino descubrir las que tienes cerca.
“En lo que trata de arruinarnos crece nuestro tesoro”
Como él mismo comenta acerca de otros libros, “lo que un libro transmite es la presencia del autor”, y en este libro no puede estar más clara esta presencia, es un desnudo de su alma.
“Existe un instante en el que nuestra vida, bajo la presión de una dicha o de un dolor, concentra en ella lo que antes estaba disperso.”
Nos habla con mucha humildad de su filosofía de la vida, de que es posible encontrar paz en la pérdida de la persona de tu vida, o alegría en la monotonía, en lo cotidiano, depende no de los ojos, sino de las palabras, sobretodo en su caso de escritor que domina las palabras y los sentimientos.
“Hablar de verdad es amar, y amar de verdad, no es brillar, es arder”.
Para él cualquier simple momento es un acontecimiento “lo que constituye un acontecimiento es lo que está vivo y lo que está vivo es lo que no se protege de su pérdida”.
“Si una nadería me mata, menos que nada me resucita, y las ganas plenas de vivir me llegaron esta mañana con el canto de los radiadores fríos, simplemente por eso, creo que nunca me perderé, incluso cuando lo esté de nuevo. Este es mi autorretrato del miércoles 4 de septiembre de 1996, mañana habrá cambiado y tal vez esta noche. Lo escribí para que vosotros escribáis el vuestro a vuestro modo, poniéndolo la fecha y dándoselo después a alguien a quién améis. Los que nos rodean a veces se adormecen. Los que atraviesan nuestras vidas a veces lo hacen como ciegos, no dándose siempre cuenta de quiénes somos y de donde estamos. Es bueno decírselo.” C. Bobin