Vivimos unos complicados momentos en los que debemos hacer vida en nuestros domicilios. Nunca antes hubiésemos pensado que tendríamos que arreglárnoslas para realizar todo tipo de actividades con nuestros hijos en casa. Todo esto conlleva una gran capacidad de organización y paciencia, y ni con esas los resultados serán lo productivos que esperamos.
Padres, madres e hijos podemos salir lo justo de nuestras viviendas y resulta desolador. Muchos adultos -quienes tienen suerte de mantener sus empleos-, han de cumplir con sus obligaciones teletrabajando. Se suma a esta labor una serie de condicionantes que lo hacen más especial: realizar las tareas de la casa, el cuidado de los hijos y mantener su rutina académica y coordinarse con la pareja en sus momentos de faena u otras actividades.
Sobrellevar la etapa que acaba de empezar
La mujer y madre, símbolo por excelencia y sin quererlo, sobre todo en siglos pasados, de las obligaciones en el hogar y en la crianza de los hijos, siempre ha querido cumplir por encima de cualquier expectativa con sus quehaceres diarios. Quien -por norma general- lleva el mayor peso del hogar y la crianza de los hijos lleva inherente una gran capacidad de organización y liderazgo. Sin embargo, quizás este sea el mejor momento para delegar y no exigirse tanto a una misma. Será ahora cuando verdaderamente se observen sacrificios diarios que parecen ser irrelevantes para algunos.
Tendremos que lidiar con momentos de estrés, ansiedad, incertidumbre, miedo o angustia por no lograr los propósitos diarios de cada uno. No obstante, no solo nos va a ocurrir a nosotros. Somos seres humanos y nos ha sobrevenido una situación anómala que nos hace habituarnos a cambios de un modo drástico. Los niños son una fuente de incansable actividad y necesitan de nuestros cuidados y atenciones, así que hay que valorar y organizarnos.
Cuanto antes aceptemos que laboralmente -probablemente en otros terrenos tampoco-, no podremos dar todo de nosotros, más fácil será no caer en la desesperación. Nada es imposible, pero seguramente demandará mayores sacrificios y sin la posibilidad de salir a pasear, desconectar y respirar. Procuremos -en la medida de lo posible-, mantener una actitud positiva y no pretender hacer las cosas lo hacíamos antes. La situación presente es otra y demanda de otros procedimientos.
“Resultan momentos excepcionales los que vivimos, para pensar y dar el lugar a las personas y actividades en nuestra vida. Debemos elaborar un plan para nuestras tareas y ver qué nos aporta y qué puede mejorarse para lograr los objetivos propuestos”- afirma José María Villarmea, consultor en productividad personal.
La realidad complica el rendimiento
Escuchamos noticias lamentables y pensamos en la gente que no tenemos cerca, en si algo malo puede sucedernos o en el futuro y lo que traerá. Es difícil sentirse. Pero, la vida sigue y hay que proceder como se nos exige, sin dejar que los peores pensamientos invadan el seno de nuestra familia. Los papeles se tornarán por días y será uno el que decida dar ánimos al otro. De todo salen mensajes que suman. Cada miembro de la familia puede ver lo que hace el otro y admirarse de su valentía, tesón y calidad humana.
Todo fluirá demasiado lento si no vemos más allá. Hay esperanza, no lo olvidemos. Nuestros hijos y familia nos necesitan. Al final de la jornada todo no puede estar bajo control con tantas ideas en la mente. Conciliar es poder coordinar la vida familiar con la laboral y llegados al vértice en el que nos encontramos, todo parece bastante caótico y frustrante.
“No creo que esta situación propicie una mayor valoración de conciliación laboral. Lo hará en aquellos casos en los que se había hecho una reflexión profunda sobre ello. Pero que conste que es algo asumido en la mayoría de los países que han alcanzado en su desarrollo un cierto nivel de bienestar social”, señala Maite Díaz Alonso, orientadora en un colegio.
Las empresas no estaban preparadas para perder de sus oficinas a sus empleados y pretender que sus trabajos sigan siendo igual de buenos. El tiempo se ha infravalorado y ante la angustia de lo que hay en el exterior, el trabajador -a todos los niveles-, debe rendir compartiendo espacio con niños gritando o con la televisión al máximo volumen.
En un día de 24 horas debe darse oportunidad a la diversión, a la actividad física, la limpieza, a los momentos para alimentarse bien, programar las actividades educativas de los hijos… Habrá mil y un obstáculos que salvar. Será la mayor yincana a la que enfrentarse. Todo esto menoscaba la rutina profesional que estaba instaurada.
Las empresas no estaban preparadas para perder de sus oficinas a sus empleados y pretender que sus trabajos sigan siendo igual de buenos. El tiempo se ha infravalorado y ante la angustia de lo que hay en el exterior, el trabajador -a todos los niveles-, debe rendir compartiendo espacio con niños gritando o con la televisión al máximo volumen.
El niño se angustia y el padre se culpa
Siempre habíamos deseado más tiempo para estar con los hijos, ahora lo tenemos, pero no supone sinónimo de fáciles y positivos resultados. El niño pequeño suele ser muy demandante y el padre quiere estar al mejor nivel. Sobresale la culpabilidad -casi una parte más de la figura materna-, al no poder hacer más de lo que hace y echarse todo a sus espaldas.
`Estar con los hijos familias que no lo tenían como habitual, resultará enriquecedor para la formación y educación de los niños, siempre que se aproveche esa “oportunidad”´, afirma Maite Díaz Alonso. “El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de su tiempo cada día” (Leon Battista Alberti).
El momento actual exige otras medidas, aunque no seamos demasiado partidarios. Debemos hacer uso de la televisión o la tablet para contentar y distraer al niño. Bien es cierto que hay juegos y programas educativos y pedagógicos que pueden hacer las delicias en la familia. Lo más probable es que el mayor rendimiento del progenitor se consiga cuando los pequeños duermen.
Las buenas empresas no deben olvidarse de sus empleados, sino comunicarse con ellos y permitirles cambios en su modo de trabajar y producir. No es lo mismo el escenario en el que nos encontramos y a lo que debemos hacer frente, que un día normal en el calendario. Se requiere mucha disposición y fortaleza mental. Me quedaría con esta reflexión:
“Todos llevamos cargas, tenemos un camino por recorrer y nuestro anhelo de hacer el bien y alcanzar la felicidad nos guía para superar los contratiempos y los errores que nos separan de la paz”, (Mujercitas, Louisa May Alcott).
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: