Cuenta la leyenda que la estatua de El Ángel caído (1877) de Ricardo Bellver es la única estatua del mundo dedicada al diablo. Sin embargo, eso no es así. La estatua de Bellver, en realidad, representa a Lucifer (el portador de luz), el ángel favorito de Dios, el más bello, quien, tras desobedecer los designios divinos, fue expulsado del paraíso y arrojado al infierno. Ese ángel se convertiría posteriormente en el diablo. Por eso, estatuas de Lucifer, hay unas cuantas, distribuidas por el mundo.
De entre las figuras dedicadas a Satanás, una de ellas está también en España, El Ángel caído, en Santa Cruz de Tenerife. Además, están el monumento al Traforo de Frejus en Turín; el diablo del púlpito de la catedral de Arequipa, Perú; El Ángel Rebelde, del Capitolio de La Habana; y El Diablo de Tindapi, en Ecuador, entre otras.
Pero ninguna le resta al ángel caído del parque de El Retiro, en Madrid, el honor de ser la más bella ejecución escultórica del “Príncipe de las Tinieblas”.
El gesto de rebeldía, terror y rabia; la musculatura tensa mientras es arrastrado en escorzo hacia abajo por una serpiente de siete cabezas; y el torso siguiendo el movimiento de caída del pelo y de las alas, sobrecoge y enamora. Las leyendas que rodean a la escultura, situada a casi 666 metros sobre el nivel del mar, contribuyen a alimentar el mito.
Una Semana Santa inesperada
Pero hoy, Viernes Santo de esta Semana Santa tan poco convencional, en la que ninguna procesión ha transcurrido por las vacías calles de España, os quiero hablar de una talla extraña: una imagen extraordinaria por excéntrica, un soplo de aire fresco barroco, una rareza de fray Nicolás de Bussy, religioso mercedario nacido en el año 1650 en Estrasburgo (Francia). Se trata de La Diablesa, cuyo verdadero nombre es La Cruz de los labradores o El triunfo de la Cruz.
Este grupo escultórico es el más antiguo de los que desfilan procesionalmente en la Semana Santa de Orihuela (Alicante) y también el más simbólico.
Tiene el honor de ser la única representación humana del mal en una procesión ya que, si bien Sevilla luce a La Canina, el Diablo ahí está simbolizado como una serpiente con una manzana en la boca
Pese a que la Semana Santa oriolana no es tan famosa como la sevillana, la de Zamora, la conquense o la de la vecina Murcia, fue declarada de interés turístico internacional en el año 2010. Su procesión de Viernes Santo es una de las más grandes de España (dura unas cuatro horas) al recoger diez cofradías, con miles de nazarenos, músicos, centurias romanas y guardia pretoriana. La imaginería es de las más bellas de nuestro país, con tallas de Francisco Salzillo, José Puchol, José Sánchez Lozano, Federico Coullaut-Valera, y Enrique Galarza, además de la escultura de Bussy a la que dedico este artículo.
La Diablesa
El paso de La Diablesa está compuesto por nubes circundadas por algunos angelotes o puttis de cuerpo entero con atributos de la Pasión en sus manos y otros a los que sólo se les ven los rostros. Corona el conjunto la cruz, ya vacía, con un sudario que cae de sus brazos. Debajo de los angelotes y la cruz, un globo terráqueo que es abrazado por las piernas abiertas de dos figuras entrelazadas: un esqueleto sobre un reloj que marca el transcurso del tiempo, y una figura demoniaca que, si bien tiene cara masculina, con cuernos, alas de murciélago, larga cola, colmillos y una lengua afilada que sale de su boca, tiene pechos femeninos y porta una manzana en la mano, símbolo de la tentación de Eva, la mujer como inductora del pecado. Mundo (esfera con nubes), pecado y carne, los enemigos del hombre. El esqueleto, no es otra cosa que la muerte inexorable, el fin de los días.
Es curioso hoy en día recordar cómo el papel de la mujer en la religión, pero también en el derecho, ha cambiado tanto en los últimos tiempos. Ya desde el mito de Pandora en Grecia, la mujer se ha considerado la causante de los males del hombre, la que seduce y saca de la virtud al varón, quien, perturbado por la promesa de acceso carnal, es capaz de realizar actos reprobables. La mujer como guardiana del pudor, del decoro y de la decencia.
La mujer vista como diablesa en el Código penal
Resulta llamativo que no fuera hasta el 26 de mayo de 1978 cuando se derogaran los artículos 449 y 452 del Código Penal relativos al adulterio y al amancebamiento (pareja de hecho) que entonces castigaban con penas de entre seis meses y un día y seis años de cárcel. Aún causa mayor impresión el hecho de que tal delito de adulterio sólo pudieran cometerlo las mujeres casadas que yacieran con un varón que no fuera su marido y los varones que mantuvieran relaciones sexuales con una casada sabiendo su estado civil.
El marido adúltero que se acostaba con mujer soltera o viuda o con una casada desconociendo su estado civil, no cometía delito alguno
Por otra parte, hasta 2005, el divorcio en España, –introducido en 1981 tras la dictadura– debía fundarse en una causa legal, entre las que se encontraba el adulterio. Aunque tal infidelidad servía tanto al marido como a la mujer para obtener el divorcio, previa separación judicial, el tratamiento de uno y otro tipo de comportamiento era desigual.
Así, por ejemplo, en la STS Sala de lo Civil, 1983/2619, de 1983 la recurrente, que había sido infiel a su esposo, pretendía que se revisara su sentencia divorcio, puesto que había perdido de forma permanente tanto la patria potestad de los dos hijos del matrimonio, argumentando para ello que su estilo de vida podía afectar negativamente a la formación moral de los mismos, así como el uso del domicilio conyugal, el derecho de alimentos y la liquidación y disolución de la sociedad de gananciales.
Afortunadamente, los avances sociales alcanzados por el feminismo hacen que estas excentricidades sean vistas como rarezas de un pasado retrógrado, aunque estemos hablando de cosas acaecidas hace solo cuarenta años.
Volviendo al grupo escultórico La Diablesa, esa mujer-demonio que tienta al hombre, es interesante apuntar que sale en la procesión de Sábado Santo acompañada por la Cofradía del Santo Entierro de Cristo, formada por costaleros de la pedanía del Rincón de Bonanza. El paso tiene prohibido entrar a los templos, ya que al demonio no es bienvenido en la Casa de Dios.
En la procesión del Sábado Santo, al llegar a la Catedral, sigue por la calle Mayor, dándole la espalda al Templo (y a cuantas iglesias se encuentra en su camino), mientras el resto de los pasos de la procesión sigue su recorrido por su interior. La Diablesa espera a sus “compañeros” cerca de la plaza Marqués de Rafal, donde vuelve a reincorporase al desfile procesional. Este veto de entrada en templos consagrados a Dios obliga a guardar a La Diablesa en dependencias municipales, y no religiosas.
En la actualidad, se encuentra en el Museo Arqueológico San Juan de Dios. Una bonita manera de venerar a Dios al revés, señal de la particular idiosincrasia de los oriolanos, quienes, como el resto de españoles, no pueden celebrar su Semana Santa y tendrán que comer las monas de Pascua y las deliciosas toñas en casa a la espera de una época mejor.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: