Tras el largo periodo del confinamiento y las graves consecuencias ocasionadas por covid-19, tanto en la salud como en la economía, es inexplicable lo que está sucediendo en el país con los desmanes de una parte de la población, sobre todo de jóvenes, que está poniendo en jaque peligroso a la misma. No es de extrañar dado que la protección al que incumple la ley o las normas, castigando en cambio a la persona honesta, responsable y de orden, parece ya una norma en esta sociedad.
Opino con tristeza que, al parecer, a parte de la población no les ha afectado la muerte de miles de personas, el trabajado sacrificado y estresante de los sanitarios (algunos fallecidos cumpliendo con su deber de atención durante la pandemia) y las tareas de otros colectivos que han servido ejemplarmente a la sociedad.
Tampoco se entiende la actitud de los dirigentes que dictan medidas que luego se incumplen sin que pase nada. Acabado el estado de alarma, se han establecido normas para proteger a las personas, pero no ha habido un plan para que se cumplan. Esto, en todas comunidades autónomas, porque donde no ha habido fiestas patronales, celebraciones por la conquista de títulos deportivos y playas demencialmente saturadas, han existido discotecas grotescamente atiborradas, celebraciones estudiantiles y comidas con un exagerado número de personas, con un denominador común: sin mascarillas. Esto, unido a la nula prevención en el tema de los temporeros recolectores de productos del campo, ha conducido a rebrotes en muchos lugares con un horizonte preocupante y amenazador.
¿De quién es la responsabilidad? Evidentemente de los que se saltan las normas y de los que no las hacen cumplir. Y no nos equivoquemos, no hay que culpar a los policías sino a los que imparten las instrucciones para actuar o a los que no han hecho los deberes y sin ningún tipo de prevención se han encontrado con los hechos consumados.
¿De quién es la responsabilidad? Evidentemente de los que se saltan las normas y de los que no las hacen cumplir.
Siempre he opinado y soy partidario de que hay que anteponer información, educación y formación a multas y detenciones. Lo ideal sería un paraíso con gente formada y educada donde no existieran ni las cárceles, pero la realidad demuestra que hay personas que o no comulgan con el sistema o el bien común les importa un comino y en estos casos es donde los responsables políticos que dictan las normas tienen que intervenir.
En los excesos cometidos en la desescalada todo es negativo. La falta de responsabilidad ocasiona: daños a la salud (incluida la muerte), confinamientos, daños cuantiosos a la economía, gastos en hospitales y costes por los test masivos que sin embargo no se hacen en otras circunstancias que lo requieren. Todo por actuaciones irresponsables. Y como siempre, en este botarate modelo de sociedad, la consecuencia del incumplimiento de normas penaliza a los buenos, a los que cumplen. Porque he escuchado con estupor que la policía no puede entrar en una calle estrecha a cortar la farra, debido al peligro de poder producir lesiones, pero no importa que el comportamiento irresponsable produzca daños que pueden ser irreparables tanto en la salud de las personas (sigue muriendo gente por el coronavirus) como en la economía donde muchas familias se ven obligadas a cerrar sus negocios.
En este país existe el síndrome o complejo de autoridad. He observado a la entrada de supermercados carteles con el siguiente slogan “debido al coronavirus se recomienda el uso de mascarillas”. Al parecer no procede poner “es obligatorio el uso de mascarillas”. La palabra “obligatorio”, creo que da “miedo”, cuando su significado es muy simple; lo especifica muy claro el diccionario: “lo que obliga a su cumplimiento”. Y cuando el bien común lo exige no hay nada que objetar, nos guste o no. Lo que no puede ser es que del radar no te puedas escapar (que defiendo), pero se permitan los desmadres comentados, incluidos los “botellones” que por cultura (sin necesidad de esperar al coronavirus) no tendrían que existir. ¿Hay justificación para que muchos jóvenes de este país se emborrachen o acudan a hospitales con comas etílicos? ¿Miles de menores cada año? Se hacen campañas contra el tabaco (que aplaudo), contra las drogas (que aplaudo) pero se consienten cifras alarmantes de menores consumidores de alcohol. Y los dirigentes a lo suyo con el slogan continuo e ineficaz: “hacemos un llamamiento a la responsabilidad”. ¿Cómo es que no se pone fin a estos desmadres? Lamentablemente tendrán que recurrir a la “autoridad”, como siempre tarde, con más muertes, aumento de costes en hospitales, agotamiento de los sanitarios y arruinando la economía.
Mientras tanto, hay familias que llevan una vida ejemplar con su entorno adiestrado para cumplir las normas. Tristemente son los perdedores de un modelo de sociedad sin valores y sin empatía por el bien común.
Cuando una persona toma la decisión de no cumplir las normas establecidas, lo hace de manera consciente, pero tiene la responsabilidad, al tomar esa determinación, de asumir las consecuencias de su decisión y responder de las mismas. Y lo mismo para los responsables que dictan las normas y no las hacen cumplir.
No hace mucho publicaron un artículo en el que decía que para la gestión de la pandemia y del relanzamiento de la economía se necesitaba un equipo de expertos, ajenos a la política, que transmitiesen credibilidad y confianza, un colectivo de empresarios y directivos, expertos en resolver grandes problemas. Sigo opinando lo mismo. Es lamentable la falta de prevención (ya se ha olvidado lo del 8M) en las concentraciones multitudinarias, sin mascarillas de protección, sin hacer caso de las prohibiciones, llevando a poblaciones a retroceder en varias comunidades. Y siguiendo con el desacierto en la gestión ha surgido el problema con los temporeros de zonas agrícolas, que sin medidas adecuadas en los lugares donde habitan, viven en condiciones paupérrimas, infectados y hacinados intentando sobrevivir. Eso sí, mientras miles de personas en paro, aunque falta mano de obra en el campo, ven la tele en su casa, van al bar, al monte o a la playa.
¿Se va a seguir así? ¿Por una vez vamos a ser responsables, todos, para resolver esta situación hasta que llegue la vacuna?
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