¡Ya hemos vuelto!
Ya hemos llevado a la práctica todo lo que improvisada y originalmente hemos debido preparar en unas semanas, tras los últimos planteamientos de las administraciones competentes.
El colegio ha adaptado de manera rápida y eficaz su espacio: pasillos, escaleras, aulas, patio, comedor… todo para conseguir multiplicar sus zonas y que haya más distancias, menos contactos, menos encuentros.
Estas pequeñas personas, los protagonistas indiscutibles del colegio, tienen un gran sentido de la adaptación, nos lo demuestran en cada momento.
El primer día que llevé a mi hija de cinco años al colegio Montpellier, donde también doy clases, mientras íbamos en el coche me dijo: “Mamá, ya soy la chica de siempre, ya vuelvo al cole”. Y es que, para ellos, el cole, es parte importante de su identidad.
En muy poco tiempo, dándoles instrucciones precisas y explicándoles los cambios, ellos captan y absorben la idea, y -lo más importante-, la llevan a la práctica.
Es más que evidente que el hecho de estar creciendo, no solo es algo físico. Los peques crecen en su interior a pasos agigantados. Conocen y desarrollan sus emociones en momentos de cambio y las adaptan de manera increíble buscando un objetivo firme: sentirse bien, ser felices.
¡Cuánto tenemos que aprender los adultos de ellos! Admiro a los niños, creo en ellos y, muchas veces, añoro esa inocencia que les hace tan fuertes para afrontar el día a día y las adversidades. Superhéroes en el confinamiento, superhéroes en la vuelta al cole, superhéroes en la vida.
A ellos, no les importa con qué, cuándo o cómo. Solo necesitan que les acompañemos en los cambios, demostrándoles que tenemos una gran confianza en ellos.
Si así lo sienten, nos invadirán con su sonrisa. ¿Qué mejor regalo?
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