En la primera acepción que ofrece el diccionario se define a un líder como alguien que dirige o conduce a un grupo.
Ahora bien, aunque la palabra liderazgo ha estado normalmente asociada al mundo de la política, la empresa o del deporte, su aplicación también puede abarcar ámbitos vitales más personales, como la familia.
Los niños, por ejemplo, necesitan saber y sentir que sus padres son sus líderes. Requieren seguridad y apoyo para transitar los desafíos que atraviesan durante la infancia, con constantes cambios, descubrimientos y retos. Lo natural en eso de crecer.
La confianza que aporta el hecho de tener a un adulto que guía, orienta y acompaña, es esencial para avanzar en el propio camino. Un niño que cuenta con un adulto que le respalda sin presionar se sentirá, en general, más seguro y tendrá una perspectiva más potente de sus posibilidades y capacidades.
Eres su modelo a seguir
Es importante tener presente que tus hijos copian, imitan y aprenden de tus comportamientos y de tu forma de comunicarte con el mundo. Eres el modelo que tienen para seguir, en lo verbal y no verbal.
Tomar consciencia del tipo de liderazgo que quieres ejercer en tu hogar, en tu familia, es un primer paso para conectar con aquellas acciones y habilidades que quieres que aprenda tu hijo.
Es importante tener presente que tus hijos copian, imitan y aprenden de tus comportamientos y de tu forma de comunicarte con el mundo.
El modelo educativo más tradicional y conservador ha estado, generalmente, marcado por elevadas dosis de autoritarismo y el establecimiento de relaciones verticales en las familias, a veces con rígidas estructuras en las que los niños no tienen ni voz ni voto. Desde hace varios años modelos más flexibles han ganado terreno, en algunas ocasiones incluso con peligro de caer en el extremo contrario: la permisividad.
El líder amable, en cambio, establece límites claros, precisos y a la vez invita a la participación, tiene en cuenta las propuestas de su equipo y busca generar confianza. Además de abrir canales de comunicación bidireccional, ofrece apoyo y también orientación.
Liderazgo amable como opción educativa
El liderazgo amable es parte de un modelo educativo más democrático, en el que los niños pueden sentirse parte de la familia desde un lugar más visible, participativo y conectado con las decisiones y dinámicas propias del equipo (sí, equipo) al que pertenece.
Es un enfoque que integra una perspectiva más amplia, sensible, consciente y respetuosa de las necesidades fisiológicas y psicoemocionales de la infancia y en el que el adulto conserva su rol de educador y guía. Es importante esto último porque no se trata en absoluto de renunciar al liderazgo sino de ejercerlo de un modo más empático y respetuoso.
Esta opción además puede aportar a tu hijo, a tu hija una visión de sí mismo como sujeto digno de respeto, algo que incide directamente en el autoconcepto que pueda ir construyendo. A la vez, el ejercicio de este tipo de liderazgo ayuda a mejorar la comunicación y la conexión, a crear vínculos sólidos y una relación que contribuya con una gestión más positiva y cercana de los conflictos que plantea la convivencia, sobre todo con niños.
En la práctica
Probablemente te preguntes cómo sería llevar el liderazgo amable a la práctica y, aunque no existen recetas mágicas ni pócimas instantáneas, sí hay algunas acciones que pueden ayudar a hacerlo posible en tu familia.
- Comunicación asertiva, evaluar la forma cómo te comunicas en tu hogar es esencial. Si son frecuentes los gritos, órdenes e imperativos, ese será el lenguaje que los niños aprendan y utilicen mayormente en sus propias relaciones, incluso contigo.
- Confianza, considerar a los niños seres humanos capaces, inteligentes, listos para participar en la vida, iniciar actividades y comunicarse desde que son bebés nos ayuda a descubrir su potencial. Esto además ayuda a tu hijo a desarrollar una autoestima saludable. Mientras más confianza sienta que depositas en él o ella, más capaz se sentirá.
- Conexión, conversar, preguntar, entender motivaciones, hacer sentir a tus hijos que son parte de las decisiones familiares, particularmente, en aquellos asuntos que les conciernen directamente. Todo esto contribuye a consolidar vínculos y la relación en sí misma. La conexión puede hacer magia y ser el puente para que tus hijos se sientan más animados a colaborar y escucharte. Conecta, entonces lidera, es uno de los lemas que te propongo.
- Empatía, acompañar sin juicio. Es una forma de conexión que no busca calmar, resolver ni reprimir emociones sino que se trata de aceptar, permitir, e incluso dar la bienvenida a los sentimientos que se expresan, por fuertes o duraderos que sean.
- Observación sensible, con el ánimo de entender lo que puede estar detrás de ciertos comportamientos disruptivos, desbordes emocionales o cambios bruscos en la conducta de tu hijo. Conocer las etapas evolutivas de la infancia puede servir para gestionar tus propias expectativas acerca de lo que puedes o no esperar en ciertas edades.
- Presencia consciente, las inquietudes acerca del futuro o los lamentos acerca del pasado te alejan de la posibilidad de estar en el presente y con ello poder acompañar, gestionar y guiar a tus hijos de una manera más cercana y real.
- Respeto, entre todos los miembros de la familia. No sólo de los niños hacia los adultos sino también de los mayores hacia los pequeños. Los bebés, niños y niñas son personas. El respeto con el que trates a tu hijo se convertirá en la referencia para él o ella y será lo que espere o exija en sus relaciones con las demás personas.
La familia es un equipo y los niños son parte fundamental. Que sientan esa pertenencia y conecten con la importancia que tienen en ese equipo es básico para motivar su cooperación y el entusiasmo por hacer que las cosas funcionen.
El liderazgo autoritario hace tiempo que está en cuestión. Si a los adultos les desmotiva y hace ruido ¿por qué podría ser diferente con los niños?
Un buen líder libera, no reprime. Escucha, no silencia. Une, no divide. Es humilde, no arrogante. Es respetuoso, no prepotente. Eduardo Alighieri.
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