Unos cuatro meses han pasado desde que Galicia entraba en la nueva normalidad. Fueron unas duras semanas, donde la comunidad gallega se convertía en parte de la geografía española diaria y duramente afectada por casos de coronavirus en residencias geriátricas. El presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, aseguraba por entonces que los riesgos no eran menores. En la actualidad, recién comenzado el mes de octubre, vuelven a producirse casos en este tipo de instituciones, pero existe un mayor control y refuerzo en cuanto al protocolo de actuación.
En Galicia existen 69 centros de personas mayores y discapacitados dentro de la Fundación San Rosendo. Los de personas mayores son 58. En el pico más alto de contagios, en 16 centros se contabilizó algún caso de coronavirus.
“Con el inicio de la pandemia y en los meses posteriores, en la provincia de Ourense el virus entró seriamente en las residencias geriátricas Nuestra Señora de la Esperanza y Divino Maestro. Son dos residencias de grandes dependientes, con perfiles de personas de más de 90 años, con un desarrollo cognitivo limitado y encamados. Ambas fueron un inevitable foco. No obstante, algunos pudieron recuperarse, pese a que muchos quedaron debilitados”, refiere una profesional vinculada a los centros, que prefiere mantener su anonimato.
En datos oficiales, en el mes de junio, en Galicia había 9.159 casos de contagio confirmados, 274 fallecidos en residencias frente al total de 609 en la comunidad y situándose dentro de las tasas más bajas en comparación con el resto de España.
Las residencias geriátricas se blindan al mundo y a los familiares
Son muchos los protagonistas de esta pandemia, entre ellos dos mujeres, compañeras geriatras y amigas, que curiosamente se llaman igual: María y trabajan en una de las residencias geriátricas gallegas afectadas: Nuestra Señora de la Esperanza. Ambas padecieron el coronavirus meses atrás y lo han superado. Ninguna refiere secuelas físicas, sí les representa una experiencia dura que quedará en su recuerdo.
La residencia Nuestra Señora de la Esperanza es muy céntrica y siempre ha contado con muchas visitas diarias procedentes de diferentes lugares. “Consta de 180 personas, de las cuales 105 enfermos y 35 trabajadores, dieron positivo en SARS-CoV-2. Hubo más empleados, pero quisieron ocultarlo a sus familias. Fallecieron sobre 30 personas. Pese a existir un protocolo de actuación, todo vino de golpe y fue imposible frenarlo”, declara María Durán.
María Plugar tiene 56 años y procede de Rumanía. Llegó a España hace 18 años y comenzó a trabajar en la residencia hace cuatro. “Me siento muy arropada y totalmente integrada. Mis jefas y compañeras de trabajo siempre se han preocupado por mí y me han ayudado en todo”, manifiesta Plugar.
Contrajo el virus el 3 de abril, en un momento de modificaciones en el protocolo de actuación. Cuando descubrió su positivo en coronavirus se aisló en su casa en compañía de su hijo Marius de 32 años, quien fue el encargado de atenderla, prepararle la comida y limpiar la casa. Ella no salía de su habitación.
Los problemas físicos se evidenciaron en la pérdida de peso, la debilitación de sus piernas y los constantes y severos dolores. “La recuperación tras 40 días fue bastante lenta. No tenía apetito y perdí el olfato. En una semana llegué a perder 4 kilos. Solamente lograba ingerir líquidos”, explica Plugar.
Impotencia al no poder frenar el avance de la Covid-19
Tenía problemas de sueño. “Estuve dos semanas sin dormir. El marido de mi compañera de trabajo María Durán, me traía infusiones, pero no servía de nada. Con María siempre estuve en contacto por videollamada para contarnos cómo nos encontrábamos. Eso nos reconfortaba y animaba”, asevera aliviada María Plugar.
Los fallecidos no son números para nosotras. Siempre estarán en nuestro recuerdo.
Plugar agradece a su hijo Marius su dedicación y entrega a ella. “Mi hijo me ayudó mucho. No obstante, pensaba mucho en quienes tengo lejos. No sentí miedo, pero era muy duro ver cómo iban infectándose todas las compañeras y la impotencia de no poder hacer nada. Parecía no haber fin”, asegura la geriatra.
La empleada de la residencia geriátrica cuenta que los trabajadores siguen su labor siguiendo el protocolo de actuación, por los mayores. “Las residencias geriátricas han sido verdaderos focos. Los fallecidos no son números para nosotras. Siempre estarán en nuestro recuerdo. Agradezco la oportunidad de poder exponer mi historia y de expresar mi fuerza para no rendirse en esta lucha. Saldremos adelante si respetamos”, subraya.
Medio año después, María Plugar se encuentra muy recuperada. “Todo parece ser un mal sueño. Me gustaría mandar un mensaje de ánimo a quienes lo están padeciendo. Yo soy un claro ejemplo de que se sale”, remata con una sonrisa victoriosa la empleada.
Lucía Martínez Durán conoce a ambas mujeres. “El 22 o 24 de marzo una compañera de mi madre da positivo en coronavirus. Mi madre decidió aislarse en otro piso para no perjudicar a mi padre y a mi abuela. Días después, mi madre se encontró mal y siguió las recomendaciones sanitarias. Me contaba que tenía fiebre aunque se encontraba bastante bien. Pero, al día siguiente empeoró. Llamó al 061 y la ingresaron”, relata la hija de Durán.
La responsabilidad para vencer es de todos
Lucía Martínez estaba angustiada por no poder estar al lado de su madre al no vivir en la misma ciudad. “Se pasa mal, pero comprendí que igualmente allí, en esa etapa de la pandemia, no podría estar físicamente a su lado. Cada día realizábamos varias videollamadas. Con los días su estado mejoraba. Le quitaron el antibiótico en vena y le dijeron que podía regresar a casa y seguir aislada unos días. Y finalmente dio negativo”, sostiene Lucía quien ya se ha reencontrado con su madre.
El informe del análisis de impacto del coronavirus en los centros de la Fundación San Rosendo del 17 de junio concluía que: “Sin lugar a dudas la implicación y coordinación (en el caso del cierre de los centros o residencias geriátricas, previo decreto del estado de alarma) de todos los profesionales, ha hecho posible que los protocolos de actuación hayan sido efectivos y rápidos”. “En la actualidad, se sigue más que ante el protocolo de actuación. Interno que llegue o salga de la residencia, permanece aislado 15 días en una planta a la que denominan “enfermería”, preparada para ello, hasta que se le lleve a su habitación”, termina Durán.
La gente no es consciente de que su propia irresponsabilidad la pagan otras personas. Y durante estos meses los mandatarios de nuestro país no han sabido llevar la situación por el mejor camino. “Que siete meses después de empezar toda la pandemia por coronavirus, sigan existiendo determinados comportamientos o normas, hacen a uno sentir vergüenza ajena de la Humanidad. Mi madre es una campeona como lo son tantos otros que han batallado y continúan, como en residencias geriátricas o como los niños que pese a no darles su sitio, saben mejor que nadie lo que deben y no hacer”, finaliza emocionada Lucía.
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