Llega el verano y el azúcar no es indultado. La euforia del próximo traje de baño hace estragos entre la población y vuelven las dietas milagro y los artefactos esconde-kilos.
Si la clave para tener el mejor cuerpo dentro de las posibilidades de cada uno es la constancia y unos buenos hábitos sostenidos en el tiempo, estas recetas aconsejan justo lo contrario, perder peso de golpe y porrazo y ya de paso perder el buen humor o incluso a la pareja (debido a la mala leche colateral).
Las hay monotemáticas: sólo coma usted pomelo, por ejemplo. Otras son un lío monumental: coma durante tres horas, luego deje de comer seis, vuelva a comer durante dos horas y así hasta que nadie coma al mismo tiempo que usted y estén todos aburridos como hongos. No dejemos de mencionar las casi-ilícitas: atícese unas pastillas que le pondrán como una moto y pierda cuarenta kilos en una semana. El vecino adicto al éxtasis y a las metanfetaminas se va a sentir identificado en cuanto se crucen en el ascensor con la botellita de agua mineral y “esa” mirada.“
«No hay que arrebatar los guisos, hay que dejar que se hagan muy lentamente, a su ritmo”.
Esta operación, en cualquiera de sus modalidades, garantiza casi al 100% que volverá usted a ganar el mismo peso con intereses y de forma cierta, aunque en un tiempo indeterminado. Por lo visto la mayoría de los practicantes de estos malabarismos, reciben de vuelta sus lorzas entre el periodo post estival y el navideño, o entre el post navideño y las vacaciones de Semana Santa. Comienzan a ser conocidos estos individuos como los gordos intermitentes o los flacos temporales. Pongamos en un esquema la sangría, la paellita, el roscón, el turrón, los buñuelos de viento, las torrijas…y tracemos los periodos. Lo veremos con una claridad meridiana. El acordeón.
En todo caso, lo que no se garantiza es el retorno de la pareja, harta de soportar idioteces, o la salud mental, que va en caída libre en sintonía con el contenido de la nevera.
Acerca de los artefactos esconde-kilos, con los que varios fabricantes hacen el agosto, no puedo dejar de comentar algún aspecto. Para empezar, las fajas que aprietan en un lado, sacan molla por el otro, salvo que sea una faja esquijama y forre el cuerpo entero. Es decir, que, si aprieta el trasero, el muslo rebosa por debajo, y si aprieta la barriga, la lorza de la cadera sobresale aún más. Para qué hablar de los sujetadores engañosos que no quiero ni pensar en las caras cuando se descubre lo que hay debajo.
Para continuar, no veo la practicidad a ir apretada como un chorizo si luego cuando te quitas el vestido, o bien corres a guardar la faja en el bolso, o el espectáculo es de primera calidad. Por supuesto que llevar un fajín tipo corsé tiene la utilidad secundaria de que poco nos deja tragar, así que acudimos a una cena y estamos como Tutankamon, de piedra y sonriendo.
Y yo me pregunto ¿a quién queremos engañar? A quién quieren engañar esas mujeres que por la noche llevan pestañas postizas, extensiones, tacones de vértigo, brillitos varios y un kilo de maquillaje, pero al despertarse se pegan un susto porque no saben si la del espejo es ella o su tía Paqui.
¿En serio hay alguien que piense que el amor o incluso el sexo, están condicionados hasta ese límite por nuestra apariencia? Porque si hay algo que he aprendido en esta vida es que las cosas auténticas están muy por encima de las máscaras y diría más, están lejos de nuestra decisión, porque pertenecen al ámbito de unos designios que desde aquí no podemos comprender, tan sólo aceptar.
Toda está cacofonía de acordeones dista mucho de la música que conecta con todo y de la tranquilidad que da el cuidarse cada día a uno mismo, para uno mismo, con amor propio.
La existencia es incierta, todo puede cambiar en un segundo. No se torturen gratuitamente, o peor, pagando. Acéptense. Coman, beban y brinquen, con moderación pero con gozo.
Tengo una amiga que cocina de lujo y siempre dice “No hay que arrebatar los guisos, hay que dejar que se hagan muy lentamente, a su ritmo”. Creo que la frase define muy bien el contenido de este artículo, en lo que respecta a las dietas y en general, en la vida.
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