La muerte es parte indivisible de la vida: es el mensaje que debemos trasmitir a los niños desde pequeños. No existe nada turbio en ello, simplemente el conocimiento debe estar a su alcance. En el mundo en que vivimos no estamos acostumbrados a normalizar la muerte porque vivimos muy ajenos a ella. En épocas de nuestros abuelos, los cadáveres se velaban, aseaban o vestían en las propias casas. En la actualidad, se rechaza, e incluso teme, cualquier vínculo con la muerte.
“De nada sirve engañar al niño”, declara L. Díaz, pedagoga, quien recientemente ha tenido que explicarle a su hijo de 3 años que su abuela había fallecido. Pese a que existió un choque generacional, dado que el resto de los abuelos no querían contarle la verdad al niño, ella se lo dijo sin rodeos y, el niño mostró una inicial y asombrosa aceptación, ante algo que él prácticamente intuía por la enfermedad. Días posteriores mostró ciertos síntomas de tristeza, llegando a verbalizar que no vería a su abuela nunca más. “El ser querido (papá, mamá, abuelo o hermanito) se ha muerto. Ya no está. Vamos a recordarle con amor y de ese modo le sentiremos cerca”, continúa la educadora.
La trascendencia es el siguiente paso a la existencia. En familias religiosas, por ejemplo, se le puede decir al niño que el ser amado se ha ido al cielo con Dios. No obstante, es necesario recalcar que no va a volver. “El tema de la muerte no tiene el tratamiento que debiera ni en el hogar ni en la escuela. Debemos hablar al niño con honestidad, no infravalorar sus capacidades, ni decidir por él”, asegura Díaz. Y añade que el no hablar con claridad puede llevar a que se alargue el sufrimiento e incertidumbre.
El derecho de los niños a estar tristes
No es preciso entrar en detalles complicados o extenderse en datos. No obstante, si el niño logra comprender, no se le debe negar el derecho. Es un error no mostrar la tristeza a los niños. Si los padres, tíos o abuelos desean llorar, el niño puede verlo y así entender que, si él lo necesita, también puede exteriorizar sin apuros sus emociones (gritar, llorar…) De otro modo, considerará que está mal hablar de aquello que le afecte porque otras personas se sentirían mal. “Es perjudicial para el niño y su estado emocional mantenerle al margen de los temas de la familia. Tiene que dársele libertad para gestionar sus emociones, incluso enseñarle observando su modo de actuar. La felicidad no puede ser un estado general, sino una búsqueda constante”, expresa Díaz.
Como afirma Luisa Rojano, psicóloga, no existe muerte, niño ni entorno iguales. “Soy partidaria de adaptarnos a cada caso concreto. Sin embargo, en líneas generales, habría que valorar: cómo es el niño, su edad, su madurez cognitiva, su personalidad y el vínculo que tenía con la persona fallecida”, manifiesta Rojano.
Emociones y pensamientos negativos
“Hemos de observar al niño en estas situaciones”, declara la psicóloga. “Me gusta explicar a pequeños y adultos que nuestras emociones (rabia, tristeza, angustia, ansiedad, pena…), vienen de nuestros pensamientos negativos y, estos no todos son verdad, ni correctos”, prosigue Rojano, quien resalta tres tipos de pensamientos negativos:
- Aquellos que forman parte del grupo de aceptar, donde se encuadraría la muerte: Ha ocurrido esto, no me gusta, pero, es así y tengo que aceptarlo de una forma natural o con terapia, pero es una realidad que ha ocurrido.
- El error y distorsiones cognitivas (en niños y adultos): Por ejemplo, cuando exageramos o nos anticipamos a algo de forma negativa o malinterpretamos. Esto ocurre mucho en los adultos, más en los niños, quienes no tienen, aún, la suficiente madurez.
- Los pensamientos negativos a cambiar: Lo que no nos gusta y cómo podemos adaptarnos a la vida para estar mejor.
“Los niños tendrán muchas distorsiones cognitivas y malinterpretarán muchos temas. Por lo tanto, es importante el apoyo del adulto para explicarles todo. El cerebro del niño es plastilina. Hablemos claramente del concepto de la muerte, pero con mucho tacto”, subraya Rojano. Y agrega que echa en falta que en los colegios se integre más el término, ya que, de pequeños, los niños lo interiorizan y aceptan mejor.
Dar naturalidad y no mentir al niño
Cuando los niños pierden a una persona importante hay que explicarles, en ocasiones, de una forma gradual, pero sin mentir. Hay que evitar decirles que: “el abuelito se ha ido de viaje”, “la abuelita ya despertará” o “el amiguito se ha ido y ya vendrá”. Para la profesional puede convertirse en un duelo patológico, en muchas distorsiones cognitivas y personalidades que se pueden malformar.
La experta en psicología asegura que, en general, es bueno que vayan al funeral. “Si existe la posibilidad de que el niño vaya a encontrarse en un ambiente un tanto incómodo para él, se puede esperar a otro tipo de despedida”, sugiere.
La palabra «duelo» significa “dolor” y hemos de vivirlo adultos y niños. “Una vez fallecido el ser amado vamos a hablar de él, darle naturalidad, vamos a reír acordándonos de algo del abuelo, tío…y, vamos a llorar también. Mayores y pequeños necesitamos aceptar la tristeza y permitirnos llorar. Tenemos pena, pues expresémoslo y normalicémoslo ante los críos. Debemos esquivar decir: “no llores, que el abuelito/hermano/amigo está en el cielo o descansando”, aclara Rojano.
El apoyo de seres queridos entorno al niño es necesario, pero sin atosigar. Según Rojano: “Cabe recordar que hay niños más expresivos que otros. Mediante el juego, los dibujos y las conversaciones se puede lograr que la expresión emocional y, la gestión de la tristeza, se produzca”. Para ella es imprescindible que cuenten y hablen también los adultos, así el niño se confiará. Y refleja que es importante retomar de un modo rápido la vida anterior, aunque siga la pena.
Recursos didácticos para los padres
“Los adultos deben estar atentos a los cambios que se produzcan en el niño: en el colegio, en las actividades extraescolares, con sus amigos… Frecuentemente al no percibir tristeza en el niño, se piensa que no sufre. Sin embargo, puede canalizarse en rabia o irascibilidad. El niño llegará a hacer la catarsis a su manera y, nosotros hemos de explicarles las dudas y distorsiones cognitivas que sobrelleven”, asevera la psicóloga.
Luisa Rojano recomienda el visionado de películas infantiles como «Bambi» o «El Rey León» y, el libro “Osito y su abuelo” (Nigel Gray y Vanessa Cabban), para explicar al niño el concepto de muerte de un ser querido. A continuación, más sugerencias de libros como soporte a las familias en este tema:
- Con el libro “Para siempre”, de Camino García, descubrirán el ciclo natural del ser vivo.
- ”Yo siempre te querré”, de Hans Wilhelm: Los niños podrán conocer la importancia de expresar los sentimientos ante el fallecimiento de alguien especial.
- ”Un pellizco en la barriga”, de Alma Serra: Permite que los niños pongan nombre a sus sentimientos en esos complicados momentos.
Como adultos y figura de referencia del niño, debemos permitirle mostrar sus emociones y validarlas. Es mejor decirle: “no hay nada de malo en estar triste”, “puedes llorar, seguramente luego te sientas mejor” o “yo también estoy triste pensando en él/ella”.
Sufrimiento, recuerdo y magia
Sea cual sea la religión, la trascendencia es el paso siguiente a la existencia. Solemos rechazar el duelo porque lo asociamos a desaparición definitiva, cuando verdaderamente es todo lo contrario. “La gente que ha perdido hace poco a un ser querido tiene una expresión peculiar, que tal vez solo reconocen quienes han visto esa misma expresión en su propia cara (…). Se trata de una expresión de vulnerabilidad extrema, de desnudez e indefensión” (“El año del pensamiento mágico” de Joan Didion).
Encontrar nuevamente un motivo, permite continuar el camino. Tras la muerte, queda el amor y el recuerdo de quienes nos acompañaron en vida. Ante cualquier duda o necesidad de orientación, lo recomendable es consultar con un especialista.
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