Supongo que estaréis de acuerdo conmigo de que saber escuchar paciente y atentamente, es todo un arte, que implica un gran gesto de sabiduría.
Vivimos en un mundo en el que se habla mucho, pero se suele decir muy poco.
Es raro ver a las personas sentadas reposadamente, disfrutando de una amena y pausada conversación.
Hablamos y halamos, de nosotros mismos, pero nunca tenemos tiempo de atender a las llamadas que nos hacen los demás para que les escuchemos.
Sentarnos con los amigos alrededor de una mesa y mantener con ellos una tranquila conversación, en donde permanezcamos callados y atentos, participando de ella, e interviniendo solamente cuando se nos pida nuestra opinión, es todo un lujo y un principio de educación.
Vivimos en un mundo en el que se habla mucho, pero se suele decir muy poco.
Pero hoy, por desgracia, lo que parece que impera es hablar todos al mismo tiempo, gritando a la vez, para ver a quien se le escucha más, y queriendo imponer cada uno su criterio y su palabra sobre la de los demás, si atender a los que los demás están hablando.
Jesús siempre supo escuchar pacientemente y a tendió todas las necesidades de todos los que a Él se le acercaban.
Seamos nosotros como Él, pues debemos saber que cuando alguien nos pide que le escuchemos, es que está queriendo y necesitando compartir con nosotros sus sentimientos y preocupaciones.
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