“El poder del perro” era una de las favoritas de la noche de los Oscars. Afortunadamente, Jane Campion se llevó el premio a Mejor Directora. Lo merece, por atreverse a contar el género de vaqueros desde otra perspectiva. Con valiente mirada femenina y una magistral puesta en escena donde lo que se calla, es todavía más importante que lo que se muestra a través de un árido desierto lleno de detalles, gestos e incómodos silencios.
Claro, que siempre hay «osados” como el eterno vaquero Sam Elliott, que critica a Campion por no tener ni idea de lo que es realmente el Lejano Oeste… ¿Cómo va a saberlo una mujer? Pues sencillamente porque en ese “territorio de hombres”, también hay mujeres que sufren las consecuencias del machismo, como en la vida misma. En una entrevista en la revista Variety, la directora respondió a las declaraciones de Elliott con esta escueta frase: “Él no es un cowboy, es un actor. El Lejano Oeste es un espacio mítico y hay mucho espacio en el rancho”. Además, cabe destacar que el guión de Campion es una adaptación de la novela de Thomas Savage, quien se inspiró en sus propias experiencias del oeste americano.
Algo de idea debe de tener la creadora de «El Piano”, cuando “El poder del perro” ha sido nominada y ganadora de varios premios, con gran éxito de crítica y taquilla. Un western sin balas, ni sangre ni bandidos, pero con esa agresividad silenciosa que flota en el ambiente. La masculinidad tóxica dañina que humilla, menosprecia y maltrata a las mujeres de diferentes maneras.
En la entrega de los Oscar en el Dolby Theatre de Los Ángeles, que se celebró el domingo pasado, flotó en el ambiente de todo, menos empatía. La bofetada que el actor Will Smith arreó al presentador Chris Rock, fue solo la punta del iceberg que todavía permanece oculto bajo las aguas turbulentas de nuestra sociedad: que algunos siguen resolviendo conflictos a mamporros y otros, justificándolos.
Pero podemos ir más allá y analizar la escena completa, porque si hablamos de cine y de actores, a veces los límites entre la realidad y la ficción pueden resultar difusos. Muchos pensaron que todo estaba preparado hasta que Will Smith se sentó en su asiento contrariado y le gritó al presentador de la gala: “Quita el nombre de mi mujer de tu puta boca”. Y los americanos saben que, a no ser que te salgas del guión, en televisión no se dicen tacos…
La hipocresía hollywoodiense silencia las palabras mal sonantes, pero no los chistes de mal gusto. Los profesionales que crean y supervisan los guiones de las galas, deberían darse cuenta de que burlarse de la alopecia de la mujer de Smith en particular, o de cualquier problema físico en general, no es hacer comedia. Es tener cero empatía.
Y mientras “el patio de butacas” ría gracias inoportunas y fuera de lugar, seguiremos siendo cómplices de aquellos que justifican sus actos diciendo que “el amor nos hace hacer locuras”.
Una pena que el triunfo de “CODA”, la película ganadora que sigue el día a día de una familia de sordos, se haya visto ensombrecido por un incidente que no hace más que visibilizar necesariamente los silencios sin resolver de nuestra sociedad.
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