Estos días las noticias nos ha sacudido con un nuevo suicidio y esta vez ha sido de gran conmoción ya que ha sido una de las actrices más famosas de nuestro país: Verónica Forqué. Hacía ya largo tiempo que estaba sumida en una depresión que, aunque lo había manifestado varias veces en los medios, nunca nadie se hubiera imaginado que terminaría por dar el paso y quitarse la vida, dar un paso adelante y salir de su situación, salir de este mundo por la “puerta de atrás”.
En mi querida Ibiza, hay muchísimas costumbres arraigadas de generación en generación, y supongo que en lo que respecta al suicidio en cada lugar habrá un “modus operandi”. Aquí tradicionalmente (por desgracia) cuando alguien quiere quitarse la vida, si es hombre se cuelga de un árbol y si es una mujer se tira a la mar o a un pozo. Por desgracia en estos días que me encuentro redactando este artículo, ha vuelto a suicidarse un ibicenco por el método tradicional. Hacía tiempo que no se conocía la noticia de un suicidio, pues dicho y hecho. Como digo, esta semana hemos tenido el caso de una persona de edad avanzada que se ha quitado la vida.
Este año pasado se ha visto aumentado el caso de suicidios en grado de tentativa, estos se han cuadruplicado y la mayoría de ellos son reincidentes. También entre los jóvenes aumentan las autolesiones e intento de suicidios. Ante esto nos podemos preguntar: ¿Qué está pasando?, ¿porque hay tantos suicidios o tantas tentativas?
En primer lugar, hay que decir que vivimos en un mundo cambiante, frenético, deshumanizado, y que cada vez es menos social, que se esté cerrando en grupos, guetos a los que uno pertenece y donde se desarrollan nuestras actividades sociales.
Parece una ironía que ahora que estamos en la era del culto a la salud, al cuerpo, al deporte y a la actividad física, que se supone que son componentes para una estabilidad corporal y emocional: “mens sana in corpore sano”, es justamente todo lo contrario, nos encontramos con problemas gravísimos y entre ellos el que estamos tratando, que detectan que estamos enfrentándonos a una sociedad que, aunque parece sana, en realidad está enferma. Desde que estamos atravesando la pandemia España afronta un máximo histórico de suicidios al mismo tiempo que los centros de salud mental están saturados.
Los especialistas en psiquiatría denuncian que el número de médicos en esta especialidad en España está por debajo de la media de Europa y esto hace que los nuevos casos que van surgiendo, saturen un sistema que ya de por si es insuficiente. Todo ello viene agravado por el aumento en las consultas de jóvenes que se autolesionan o intentan acabar con su vida. Por primera vez este año pasado se ha superado la cifra de mil casos de suicidios. Así como también han aumentado las cifras en el caso de los adultos en un 20 por ciento.
Tampoco se había registrado la friolera de 14 suicidios de niños menores de 15 años.
El tiempo de demora, por ejemplo, en la comunidad de Madrid para acceder a los centros de salud mental es de dos a tres meses, y la mayoría de las veces es ya demasiado tarde.
Los intentos de suicidio, junto con los trastornos afectivos, los problemas gravísimos de conducta alimentaria y las depresiones, afirma el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría: Celso Aragón, está desbordando el ya pobre sistema de salud español.
El problema al que nos enfrentamos es que no se ha sabido prever, reconocer, por decirlo de alguna forma los síntomas o indicadores. Explicaba Celso Aragón que: “han sido los que más tiempo han estado confinados, quien han tenido una convivencia más estrecha con sus familias o han pasado más tiempo enganchados a las redes sociales, estos los que más están sufriendo ahora estos trastornos” (ABC).
Por otro lado, aparece un nuevo perfil de pacientes con problemas de salud mental que no fueron atendidos durante la peor época de la pandemia. Son las personas que han perdido a sus seres queridos y que sufren un duelo patológico, así como jóvenes con muchos cuadros de ansiedad, depresión y trastornos de alimentación, si cabe todavía más agudos que antes de la pandemia, y que han aumentado de forma preocupante, contaba Álvaro picó, director Médico de la Clínica Nuestra Señora de la paz de la Orden de San Juan de Dios. (ABC)
Podemos decir que detrás de una ideación suicida tenemos de antemano un cuadro depresivo, y para abordar ambos dos tiene que darse un seguimiento Esto es crucial, cuando se dan estos casos, es primordial un ingreso del paciente, durante quince días, tanto si el riesgo es moderado como alto. Después se debe hacer un seguimiento porque el riesgo de recaída es muy alto. Los psiquiatras habían reclamado repetidas veces un plan nacional contra el suicidio como el que se da ya en 38 países en el mundo. De momento en nuestro país solo contamos con el precario sistema de la especialidad de psiquiatría y psicología que asisten en los hospitales públicos y privados y; de momento, lo único que tenemos es un servicio de atención telefónica que es de 24 h. semejante al de las mujeres maltratadas. Este teléfono gestiona de manera profesional y gratuita el sufrimiento y la ideación suicida. El más conocido es el “Teléfono de la Esperanza”.
Para detectar un posible suicida, el camino es muy complejo, uno de los posibles síntomas de alerta es la autolesión, que cuando se da hay que tener en marcha una vigilancia de 24 h, ya que es esencial para evitar el fatal desenlace. Un punto de inflexión en estos casos es banalizar el problema que presenta la persona, y en cuanto se detecta lo mejor que se puede hacer es terapia de grupo, ya que en estos grupos se ponen voz y nombre al problema. En estos grupos se dan cuenta de que su sufrimiento no es único, que hay más gente con el mismo problema, y la conclusión, es que el sujeto llega al convencimiento de que si los demás han podido superarlo ¿por qué yo no iba a poder?
Si le damos la vuelta: los trastornos bipolares, dentro de esta problemática son uno de los ejemplos que podemos mencionar. Para ello no hay recetas mágicas, pero si algunas pautas o guías: escuchar, no juzgar, no quitar importancia al problema, necesidad de visibilizar el problema.
Los problemas que nos rodean muchas veces son el detonante que hace que acabemos en una depresión, agravado por la falta de una atención específica, así el problema se va agudizando, que es lo que ocurre en muchos casos, y tras varios intentos al final se consigue.
Como ya dije en el artículo anterior en el 2030, los problemas mentales serán la causa más importante de discapacidad en el mundo. Una de cada cuatro personas sufrirá un trastorno mental en su vida. Muchas de las personas que han intentado suicidarse, se sentían atrapadas por la angustia, desidia, incapacidad de ver una solución a sus problemas. El denominador común que deberíamos tener en cuenta es mandar un mensaje de esperanza: de esto se sale, se puede superar. Para esto se necesita el apoyo grupal: la familia, los amigos, el trabajo, abrirnos a los demás, en definitiva, huir del enfoque del individualismo: “yo solo puedo salir”.
Los problemas que nos rodean muchas veces son el detonante que hace que acabemos en una depresión, agravado por la falta de una atención específica, así el problema se va agudizando, que es lo que ocurre en muchos casos, y tras varios intentos al final se consigue. Cuando esto ocurre el sujeto entiende mejor a la persona que se suicida, por la situación por la cual ha estado pasando y el nivel de sufrimiento. El problema que tenemos es que muchas veces se frivoliza con el tema y se le quita importancia, y no es ese el camino a seguir.
Cuando una persona no sabe dónde acudir, se suele acudir a la gente que ha pasado por el suicidio de un familiar o de un amigo cercano al suicida. Para afrontar este problema podemos decir que no hay muchos cauces para la ayuda. En realidad, solo tenemos el teléfono de la Esperanza del cual ya he hablado, y el de atención al suicidio que es: 91385385. Este es un teléfono que se da en los medios cada vez que se habla del tema, pero no deja de ser un grupo de voluntarios que no pueden atajar o afrontar en realidad el problema.
Algo tan sencillo como un ataque de ansiedad, si se dirige a Urgencias, le quitan importancia, y lo mandan a casa después de darle un tranquilizante y nada más, que en definitiva es un parche al verdadero problema que si no se trata por desgracia acabará en una depresión, y esta muchas veces como estamos viendo en un intento de suicidio o un suicidio.
Muchas depresiones cogidas a tiempo, según los psicólogos no habrían terminado siendo un suicidio. Actualmente el sistema de salud de nuestro país no da respuesta al problema en sí, ni da la misma importancia que a otras enfermedades. Como mucho derivan al paciente a psiquiatría, donde se le hará un tratamiento a base de fármacos, y poca cosa más. En muchos casos los pacientes por depresión tienen que terminar yendo a la Sanidad privada para que se le dé un tratamiento concreto y ceñido a la necesidad del paciente.
La salud mental en definitiva hoy, en la actualidad es un lujo que solo unos pocos se pueden permitir. Por desgracia en este momento cuando una persona se suicida, los único que podemos hacer es reivindicar, y hacer visible el problema, que es grave, aunque para los familiares de los suicidas ya es tarde. Hay que hacerlo lo más visible posible.
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