¿Por qué nos sentimos inseguros cuando contamos con el pensamiento lógico para decidir sin miedo?
El valenciano Rolf Tarrach es el autor de “El placer de decidir. Una introducción al razonamiento científico para no científicos” publicado por Ediciones B.
Rolf Tarrach, físico cuántico, es doctor en Física por la Universidad de Barcelona, académico de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, del Institut de Estudis Catalans, catedrático de Física Teórica de la Universitat de Valencia y de la Universitat de Barcelona. También doctor honoris causa por la Universidad de San Petersburgo y rector de la Universidad de Luxemburgo entre 2005 y 2014.
Sus campos de especialidad son la Teoría Cuántica de los Campos, Teoría de Partículas Elementales, Mecánica Cuántica y Teoría Cuántica de la Información.
“Este texto va dirigido a varios colectivos: a los jóvenes y no tan jóvenes, a quienes espero anime a decidir y ayude a bien decidir, y con ello disfrutar haciéndolo; a las personas que por sus cargos o profesión deban decidir con frecuencia, como les ocurre a empresarios, periodistas y políticos, quienes espero encuentren útil su lectura para decidir con acertado discernimiento, y finalmente a quienes quieran ser felices decidiendo”.
El autor afirma que el azar desempeña un papel muy destacado en nuestras vidas, pero lo importante es que cuando nos ofrece una oportunidad nos encuentre preparados para aprovecharla de manera óptima.
“Porque la felicidad sostenible se debe a lo que hacemos, no a lo que tenemos, y lo que hacemos depende fundamentalmente de lo que decidimos”.
Y en este camino a la felicidad, el autor comparte con nosotros los cinco pilares que le ha servido para alcanzarla: comprender, decidir, actuar (y crear), sentir y compartir.
Este libro analiza especialmente los dos primeros: Comprender – para el autor – es más que saber, es saber conociendo sus límites, sus orígenes, sus aplicaciones, su valor, sus ambigüedades y sus peligros. Decidir: de lo que el cerebro nos ofrece como instrumento para hacerlo eficazmente; los conocimientos esenciales, descartando todo lo irrelevante, los aspectos éticos y morales, la aversión al riesgo, la deducción, la inducción, la intuición, lo consciente y lo inconsciente, el proceso concreto de decisión y sus límite, y en particular aquellos relacionados con el libre albedrío.
“Todo lo interesante es información, pero no toda la información es interesante”.
Rolf Tarrach nos recuerda que todo lo que sabemos tiene su origen, en última instancia, en la observación y la experimentación. Y cuando queremos cuantificar el saber debemos también cuantificar las incertidumbres que, inevitablemente, acompañan tanto a la observación como a la experimentación. Sin ello, el saber no permite comprender.
“Un prerrequisito para decidir correctamente es razonar y pensar correctamente. Ya la matemática y filósofa Hipatia de Alejandría dijo: Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no hacerlo”.
Normalmente, razonar y pensar de manera correcta no es difícil, pero requiere cierto aprendizaje. En muchos análisis hay que distinguir entre la cuantificación hecha desde fuera y la misma hecha desde dentro. Porque al decidir es importante saber si las probabilidades que afectan nuestra decisión corresponden a sucesos independientes o si, por el contrario, son dependientes.
Además, toda decisión puede conducir a circunstancias que aprobamos o con las que discrepamos. Y otra de las consecuencias de nuestra más bien moderada responsabilidad social es que tomamos particular cuidado en asegurar que, en decisiones importantes para toda la sociedad, lo beneficioso nos afecte a nosotros y lo perjudicial sobre todo a los demás.
“¿Cómo decido yo? Es un proceso en tres fases. La primera es rápida e intuitiva, instintiva, espontánea; es decir, es la corazonada. No olvidemos que la intuición se nutre de todo lo que hemos aprendido. La segunda es un adagio, lenta, larga, racional, analítica, lógica, detallada, científica, cuantitativa, comparativa, deductiva. Consultar y escuchar atentamente también es esencial. La tercera es la más violenta: vuelvo a la intuición pero está ahora educada y reforzada por todo lo aprendido en la segunda fase. También da cancha a los sentimientos”
Una vez tomada la decisión, hay que ejecutarla. Lo que no hay que hacer es dudar inmediatamente si fue la correcta o no, porque puede conducir a confirmar la duda, reflejando el miedo a decidir. El autor nos aconseja que cuando el tema sobre el que debemos tomar una decisión es muy complejo, puede ser útil sustituirlo por otro más sencillo pero que comparta sus rasgos esenciales, o reconocer cierto patrón que nos permita relacionarlo con otros comparables ya resueltos.
Muchas veces en la vida no hay tiempo para decidir, las circunstancias exigen una decisión rápida ¡Pero no olvidemos que la intuición es el resultado de integrar todos los conocimientos adquiridos y experiencias vividas a lo largo de la vida!
Y como ejercicio práctico, el autor nos plantea el tema de si el libre albedrío existe o no “Esta es mi creencia: no hay libre albedrío, pero como sin creer en él ninguna sociedad podría funcionar, ya que no habría responsabilidad del individuo, nos conviene creer en él. El invento del libre albedrío por parte de la consciencia ha tenido tanto éxito evolutivo, ha conducido a sociedades a nivel de sofisticación imposible de imaginar sin él, que debemos considerarlo como el paso probablemente más significativo en la evolución relativamente reciente de nuestra especie”.
Sin duda, como apunta Rolf Tarrach, nuestra vida está jalonada de decisiones; cuantas más hayamos podido tomar y mayores consecuencias hayan tenido, más habremos podido disfrutar de ellas.
Ha sido una buena decisión leer este libro, ahora decide tú.
Feliz lectura