Hay pájaros cantores que parece que fueron diseñados única y exclusivamente para alegrarnos a los humanos la vida. Parece que hay unas 4.000 diferentes especies. Sus cantos son variopintos y relajantes aunque la mayoría de nosotros, por vivir en ciudades, nunca podamos disfrutar de escucharlos a todos.
Recuerdo que cuando era niño, teníamos en casa un jilguero pequeño y del color de un piñón que todos los días nos deleitaba con su precioso cantar. Y es que nunca parecía que se cansaba de hacerlo. Amanecía y empezaba a cantar, y así casi todo el día. Sentíamos de verdad que nos transmitía una y otra vez su alegría. Pero cierto día de un frío invierno, aquella pequeña alma bendita dejó de escucharse. Lo encontramos inmóvil, frío y acurrucado en su jaula, en un rincón, como si se hubiera preparado apaciblemente para decir adiós. Desde entonces, nada nos pareció igual. Al sentimiento de profunda tristeza se unió el de la añoranza y la del gélido vacío. El aire ya no conducía la belleza de su canto ni su paz. Nunca he dejado de sentir algo parecido cuando alguien que canta fallece.
Los humanos también cantamos. Naturalmente unos mejor que otros. Y se canta desde tiempos inmemoriales. Un joven David cantaba al rey Saúl de Israel para que pudiera tranquilizarse y encontrara paz debido a la inquietud de su corazón. El libro bíblico de los Salmos por ejemplo, contiene 150 canciones porque los salmos son precisamente oraciones cantadas que alaban a Dios. Y hasta el día de hoy se canta a la vida, se canta como protesta o se canta al amor. Pero cuando alguien que canta bien se va, es como si un precioso jilguero también se fuese. Y si además tiene una voz privilegiada, parece como si todavía se le echara más a faltar. Ese fue precisamente el caso de Karen Anne Carpenter.
Karen había nacido en New Haven (Connecticut), Estados Unidos, el 2 de marzo de 1950, pero toda su familia acabó mudándose a Downey, California en 1963. Con el tiempo, como en la escuela donde estudiaba, la Downey High School, no le gustaba ni la geometría ni la gimnasia, se inscribió en la banda de la escuela. Allí tuvo la oportunidad de conocer la batería, instrumento del que se enamoraría de por vida. Más tarde se unió a su hermano Richard Carpenter, quien desde muy joven había mostrado un gran talento para la composición e interpretación musical, como lo muestra la belleza y el rotundo éxito de tantas canciones compuestas por él. Con el tiempo firmarían con la A&M Records, que por la calidad de creación e interpretación que mostraban les concedió plena libertad para grabar. Su primer álbum fue Offering(1969) que incluía una versión preciosa de los Beatles «Ticket to ride«. En 1970, el romántico e inspirador «Close to you» alcanzó el número 1 en la lista Billboard Hot 100.
Los éxitos se acumulaban uno tras otro. Karen Carpenter había nacido con una voz privilegiada, una de las más bellas del mundo, catalogada como «contralto«, voz femenina más grave y de gran sonoridad, muy rara de encontrar, lo que le permitía cambiar de registro vocal con una gran habilidad y belleza. Cantantes más experimentadas reconocían lo difícil que era para ellas lograr sus increíbles cambios de entonación. La revista Rolling Stone incluyó a Karen entre las 100 más grandes cantantes de todos los tiempos.
Pero a partir de 1973, Karen empezó a sufrir de anorexia nerviosa, una enfermedad de la que entonces se sabía muy poco. El tratamiento contra la enfermedad no fue el apropiado llevándola a un estado de extrema debilidad. A eso se uniría el tremendo desgaste de un doloroso divorcio. Ella, que habían sido solo de amor todas las canciones de su vida, interpretadas siempre del modo más bello y romántico. Pero la vida es a veces despiadada. Finalmente Karen moriría por paro cardíaco el 4 de febrero de 1983. Fue por la anorexia, pero como dicen quienes bien la conocían, fue sobre todo por la falta de amor. Tenía solo 32 años.
Karen moriría por paro cardíaco el 4 de febrero de 1983. Fue por la anorexia, pero como dicen quienes bien la conocían, fue sobre todo por la falta de amor. Tenía solo 32 años.
Se había ido una preciosa «ave cantora» que alegraba sobremanera la vida de la gente y que dejó triste y con profunda añoranza a millones de personas en el mundo; era una de las voces más bellas que jamás han existido. Su fallecimiento siendo tan joven y su enorme talento dejó la sensación de que se había truncado una de las carreras más brillantes de la historia de la música. Muchas personas han soñado o se han enamorado escuchando su dulce e increíble voz. Y cuando todavía hoy día se escucha en sus grabaciones, a muchos nos parece que no es posible que se halla ido para siempre. Y es que lo bueno es siempre intemporal, lo que afortunadamente invita siempre a la esperanza.
En este vídeo puede verse a Karen Carpenter en todo su esplendor cantando «Hurting each other» (1972). Es como si volviera a vivir; es como ver reunidos a todos los poetas; es intuir con firmeza que la vida no puede ser solo como un caramelo que después se nos arrebate arbitrariamente; es recordar en definitiva, aquellas bellas palabras de Jesús de Nazaret, «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos«.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: