Esta fotografía en bella composición artística muestra a la actriz estadounidense Judy Garland (1922-1969), antes y después en su vida. Garland solía mostrar en todos los personajes que interpretaba dos características al mismo tiempo: fragilidad y fuerza. Considerada una de las mayores leyendas de la historia del cine, recibió multitud de reconocimientos y premios. Sin embargo, tuvo una vida en lucha permanente con la adversidad. Murió en 1969 con solo 47 años.
Dice Blaise Pascal que el ser humano es tan frágil que una sola gota de agua l
o puede matar. Pero en realidad hay mucho más en él. Como dice Kant, hay algo de lo que está investido y que le pertenece por el simple hecho de ser persona: su dignidad.
Y es así como registra en la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
«Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana;… Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».– Preámbulo y Artículo 1.
Es verdad que todos los seres humanos morimos y lo asumimos resignadamente. Pero si se piensa bien, es difícil aceptar con facilidad que alguien se haya ido para siempre, porque sentimos que cada persona es un universo único y exclusivo, alguien a quien se le suele echar mucho de menos cuando «se va«. Y si no, que se lo pregunten a sus seres queridos, quienes siempre sufren el dolor de haber perdido a quien amaban. Y es que la muerte de alquien querido no nos deja satisfechos, incluso aunque sea de edad avanzada; es como si algo no cuadrara del todo. Y es el recuerdo de ese universo exclusivo que es todo ser humano investido de dignidad la que nos hace reflexionar en que, o todo se acaba con la muerte y es el más oscuro de los absurdos, o tiene que haber algo más.
Evangelio y dignidad humana
El Evangelio mostró hace mucho cuán importante es el ser humano a los ojos de Dios, quien desde su mismo nacimiento lo envistió de plena dignidad. Como lo expresó Jesús de Nazaret:
«¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones». – Mateo 10:28-33, Nueva Versión Internacional (NVI).
Esas palabras llenan de gozo porque reconoce la importancia y dignidad del ser humano ante Dios mismo. Es como si todos ellos fueran exclusivos y quedaran en su memoria para siempre. Pero hay otro pasaje en el Evangelio que sorprende sobremanera y que todavía ayuda más a entender la importancia del asunto:
«Jesús entró de nuevo en la barca y regresó al otro lado del lago, donde una gran multitud se juntó alrededor de él en la orilla. Entonces llegó uno de los líderes de la sinagoga local, llamado Jairo. Cuando vio a Jesús, cayó a sus pies y le rogó con fervor: «Mi hijita se está muriendo—dijo—. Por favor, ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva«.
Pero «llegaron mensajeros de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga, y le dijeron: «Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro«.
Jesús oyó lo que decían y le dijo a Jairo: «No tengas miedo. Solo ten fe».
Jesús detuvo a la multitud y no dejó que nadie fuera con él excepto Pedro, Santiago y Juan (el hermano de Santiago). Cuando llegaron a la casa del líder de la sinagoga, Jesús vio el alboroto y que había muchos llantos y lamentos. Entró y preguntó: «¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta; solo duerme.
La gente se rio de él; pero él hizo que todos salieran y llevó al padre y a la madre de la muchacha y a sus tres discípulos a la habitación donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa «¡Niña, levántate!». Entonces la niña, que tenía doce años, ¡enseguida se puso de pie y caminó! Los presentes quedaron conmovidos y totalmente asombrados. Jesús dio órdenes estrictas de que no le dijeran a nadie lo que había sucedido y entonces les dijo que le dieran de comer a la niña».
– Marcos 5:21-23, 35-43, Nueva Traducción Viviente (NTV).
Llama la atención que aquí Jesús de Nazaret usara la expresión «solo duerme«. Todos sabían la diferencia entre «dormir» y «morir», por eso se rieron jocosamente. Pero esa actitud desdeñosa tuvo que tornarse en perplejidad absoluta cuando, lejos de todo pronóstico, Jesús «la tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa «¡Niña, levántate!». Entonces la niña, que tenía doce años, ¡enseguida se puso de pie y caminó!«.
Según se muestra en las Escrituras, la muerte es temporal, algo destinado a ser erradicado. Como dice el propio Cristo Jesús:
«No se sorprendan por esto, porque viene la hora en que todos los muertos oirán su voz, y saldrán de los sepulcros. Los que han hecho lo bueno resucitarán para tener vida, pero los que han hecho lo malo resucitarán para ser juzgados«. – Juan 5:28, 29, Nueva Biblia Viva (NBV).
Será la persona entera la que vuelva de nuevo a la vida, con todos sus proyectos y sus recuerdos, tal y como se creía en la tradición bíblica.
Por otro lado, hay que decir que el concepto de «alma inmortal» no se conocía en tiempos bíblicos al ser un concepto de origen griego enseñado por Platón. Como indica Xavier Zubiri (1898-1983), quien dedicó buena parte de su obra a reflexionar sobre el hombre y Dios, en su libro “El hombre y su cuerpo”(1973),
“Cuando el cristianismo habla de supervivencia e inmortalidad, quien sobrevive y es inmortal no es el alma, sino el hombre, esto es, la sustantividad humana entera. Y esto tendría que ser por obra de una acción recreadora, resurreccional”.
O como escribe Max Horkheimer (1895–1973):
“El concepto de un alma separable del cuerpo y llamada a sobrevivirle, la doctrina del hombre formado por dos sustancias, cuerpo y alma, se debe a una evolución independiente del texto bíblico.
“La afirmación de un alma autónoma respecto del cuerpo, tal y como es propia del ser humano, no del animal, remite más bien a fuentes griegas antiguas que a fuentes judeo-cristianas. Entre los inauditos problemas que legó y obligó a plantearse a la Escolástica, pongamos por caso, figura, por citar un ejemplo, el del castigo mediante el fuego eterno, tras la separación, en la muerte, del alma respecto del cuerpo, cuestión ésta a la que Tomás de Aquino dedica un capítulo especial es su Summa contra gentiles (libro IV, cap 91).
«Mientras que de acuerdo con el pasaje de Mateo 25:41 -“Apartaos de mí, malditos, e id al fuego eterno“- el lector sin prejuicios pensó en otro tiempo en el hombre entero, en su expulsión a las tinieblas, el aristotélico Tomás se enfrenta al tema especulando que el alma que vivifica el cuerpo en cuanto forma suya, individualizándolo así, una vez que lo ha abandonado como culpable, pasa a verse unida más bien al fuego físico. El espíritu pecador sufre su pena, leemos en Tomás, “pasando a verse atado de algún modo y subordinado a cosas que son más bajas que él, cosas corporales.
“Por tanto, la idea indio-egipcia de la transmigración del alma que, a través de Pitágoras, Empédocles y Platón, llega a los padres de la iglesia, tuvo su influencia en la Escolástica”.
– Max Horkheimer, De Anima (1967). Ensayo recogido en Sociedad, Razón y Libertad, Trotta, 2005.
De modo que según las Escrituras, esa resurrección o volver a la vida de toda la humanidad fallecida, todavía no ha tenido lugar porque la vuelta de Cristo no se ha producido. Queda todavía en el futuro, en el tiempo que Dios decida. Como dijo Cristo Jesús a los discípulos cuando le preguntaron si volvería volvería él de nuevo pronto, «no les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre» (Hechos 1:7, NVI.
Así es que, por el momento y como dijo Cristo Jesús, las personas fallecidas están como dormidas, tal y como se usa hoy tantas veces con el anglicismo «Stand by» en el caso de los aparatos electrónicos: «que se encuentra conectado pero en reposo a la espera de recibir órdenes». Y la orden la recibirán del propio Cristo Jesús cuando con voz poderosa toda la humanidad fallecida vuelva de nuevo a la vida. Eso puede parecer extraño a muchas personas hoy día, en una sociedad tan secular, pero nunca habría que olvidar que el concepto «resurrección» forma parte inseparable del cristianismo como seria oferta de sentido y «esperanza, ancla del alma» (Hebreos 6:19).
«Yo espero de Dios lo mismo que los judíos. Espero que todos los seres humanos, buenos o malos, resuciten de la muerte«. – Pablo de Tarso, apóstol a las naciones (Hechos 24:15, PDT).
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