Es verdad que las circunstancias de la gente pueden ser muy diferentes, pero hay que reconocer que en la sociedad que nos ha tocado vivir, muchas personas afirman que viven cada día con una enorme presión y estrés. Por ejemplo, la competitividad existente en el entorno laboral es a menudo descarnada y brutal, una lucha sin cuartel de unos contra otros. Los «trepas» abundan y pueden causar serios problemas a las personas pacíficas y razonables.
Una enciclopedia médica dice que «el estrés es un sentimiento de tensión física o emocional. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que lo haga sentir a uno frustrado, furioso o nervioso. El estrés es la reacción de su cuerpo a un desafío o demanda. En pequeños episodios el estrés puede ser positivo, como cuando le ayuda a evitar el peligro o cumplir con una fecha límite. Pero cuando el estrés dura mucho tiempo, puede dañar su salud».
Los problemas de salud que podrían derivarse de toda esa presión suelen ser, presión arterial alta, insuficiencia cardíaca, diabetes, obesidad, depresión o ansiedad, problemas de la piel como acné o eczema, problemas menstruales, dolores y achaques frecuentes, dolores de cabeza, falta de energía o concentración, problemas sexuales, cansancio, dificultad para dormir, malestar de estómago, abuso de alcohol o drogas para relajarse, etc.
Las razones para el estrés pueden ser variadas, como por ejemplo, casarse o divorciarse, la muerte de un cónyuge o de un familiar cercano, despido, jubilación, tener un bebé, problemas con el dinero, mudanza, una enfermedad grave, problemas en el trabajo, problemas en casa, etc.
Algunas ayudas para alcanzar la paz
De modo que en esta vorágine que nos ha tocado vivir, dar paz al corazón se convierte entonces en una necesidad absolutamente vital, y es la persona la que puede procurar sus propios recursos para conseguirla. Y es que como escribió Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), “Una vida feliz consiste en tener tranquilidad de espíritu”.
Por ejemplo, ciertos profesionales como médicos especializados o psicólogos pueden ser de gran ayuda si uno siente que la situación es insostenible y que avanza de mal en peor. Acudir a alguien de confianza, como algún familiar o un buen amigo al que se respete, también podría ser de mucha ayuda. Y es que una de las cosas que valoran muchas personas es el poder hablar con alguien, alguien de confianza que las pueda escuchar y comprender de verdad. Como tan bellamente lo expresó el poeta y músico brasileño Vinicius de Morães (1913-1980),
«Se necesita un amigo,
no es necesario que sea hombre,
basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos,
basta que tenga corazón. Se necesita que sepa hablar y callar,
sobre todo que sepa escuchar. Tiene que gustar de la poesía,
de la madrugada, de los pájaros, del Sol,
de la Luna, del canto, de los vientos
y de las canciones de la brisa. Debe tener amor, un gran amor por alguien,
o sentir entonces, la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor que
los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
Debe hablar siempre de frente y
no traicionar con mentiras o deslealtades. No debe tener miedo de enfrentar nuestra mirada.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar. Debe tener un ideal, y miedo de perderlo,
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
Tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Se busca un amigo para gustar
de los mismos gustos,
que se conmueva cuando es tratado de amigo. Que sepa conversar de cosas simples,
de lloviznas y de grandes lluvias y
de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio de bello y
de triste durante el día, de los anhelos
y de las realizaciones, de los sueños y de la realidad. Debe gustar de las calles desiertas,
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle, del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga que vale la pena vivir,
no porque la vida es bella, sino porque estamos juntos. Se necesita un amigo para dejar de llorar.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame amigo,
para tener la conciencia de que aún estamos vivos».
Contra la presión que recibimos en este sistema de cosas en el que vivimos, también podría ser de mucha ayuda hacer ejercicio físico, (intenso o moderado dependiendo de la edad), por aquello de que ‘Mens sana in corpore sano‘. O iniciarnos quizá en algún jobi que nos llene absolutamente y nos aporte felicidad, como escribir, pintar, aprender alguna forma de arte o artesanía, cantar, bailar, aprender a tocar algún instrumento, etc. Porque todo lo que es bueno para el espíritu sana también nuestra vida física. Como escribió un hombre sabio de la antigüedad, Pablo de Tarso,
«Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta… y el Dios de la paz estará con vosotros«.- Fil. 4:8,9, Nueva Biblia de Jerusalén.
En el caso de la persona creyente, buscar a Dios en oración y meditar en las Escrituras puede ser un verdadero bálsamo para el alma. Los salmos, por ejemplo, pueden ser una fuente inagotable de ánimo espiritual porque la mayoría de ellos fueron escritos por el rey David de Israel, quien durante su vida se había encontrado muchas veces bajo una gran presión. A lo largo del tiempo y al leerlos, muchas personas de fe han hallado fuerza y consuelo en las circunstancias más dolorosas y adversas. Como se expresa Pablo en las palabras precedentes,
«Nada debe angustiaros; al contrario, en cualquier situación, presentad a Dios vuestros deseos, acompañando vuestras oraciones y súplicas con un corazón agradecido. Y la paz de Dios, que desborda toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús«.- Fil. 4:6, 7, BLP.
Además, en el caso del cristiano sincero, siempre recordará las palabras de su Maestro,
«La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tengan miedo«. – Juan 14:27, RVR1995.
Escuchar buena música podría también ayudar a sanar el corazón de la ‘intemperie fría de este mundo‘. Las opciones son infinitas porque siempre hay música según el estado de ánimo en que nos encontremos. La música puede motivar nuestro espíritu y darle nuevos bríos. Puede también elevarnos hasta un gozo excelso y hacer que el estrés ceda, alcanzando así profunda paz.
Aunque sin duda la opciones podrían ser muchas, me atrevo a sugerir en esta ocasión una pieza que podría ilustrar cómo la música puede ser todo un básamo para el alma y sanarla. Se trata de «Música nocturna de las calles de Madrid», compuesto alrededor de 1780 por Luigi Boccherini (1743-1805), compositor italiano al servicio de la Corte española desde 1770 hasta 1805. Boccherini se había afincado desde los veinticinco años en España, donde desarrolló la mayor parte de su carrera como compositor. Y en su música se nota la influencia española. La obra describe las bulliciosas calles de la noche de Madrid. Sobre esta alegre y relajante melodía, el crítico Jaume Tortella escribe,
«Tomando su inspiración de escenas nocturnas de la calle de Madrid, que parece mirar con nostalgia a la alegría y el bullicio de la capital de España, recordando el sonido de las campanas de las iglesias de la ciudad en su llamada para la oración vespertina, los bailes populares que fueron el deleite de sus jóvenes y los mendigos ciegos tocando sus típicas viellas de rueda hasta que los soldados de la guarnición local dan el toque de Retreta de medianoche con su recogida en los cuarteles«.
Lo que sigue es una porción de su obra completa:
Música nocturna de las calles de Madrid apareció también en varios filmes en el cine, entre ellos «Master and Commander: The Far Side of the World» (2003), del director australiano Peter Weir (1944), ambientado en las guerras napoleónicas en las que participaron Francia e Inglaterra. Puede verse en esta secuencia como hombres luchadores y aguerridos, como tantas personas hoy día que luchan con la vida, buscan un momento para dar paz a su espíritu. Y eso es lo que hay que hacer, buscar momentos para renovar fuerzas y dar paz y vida a nuestro corazón.
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