Hoy escribo este artículo con conocimiento de causa porque he vivido en diferentes lugares de España, en grandes ciudades y en el medio rural. He sido propietaria de una vivienda y también he vivido como inquilina en varios inmuebles.
El motivo de este artículo no es otro que analizar qué está ocurriendo actualmente en el ámbito inmobiliario y cómo estimo que ha cambiado en los cuatro últimos años en los que parece que hemos estado aletargados y sobre todo impulsados por un aislamiento social derivado de la Pandemia.
Voy a tratar de ser lo más justa posible y relatar varias perspectivas o puntos de vista con los que nos encontramos si tenemos la necesidad de buscar un inmueble en régimen de alquiler. Sin duda, lo más importante es que las personas que pretenden vivir en casa ajena cuenten con los ingresos suficientes para cumplir con los honorarios pertinentes que según la conveniencia del propietario se pueden estimar en una o dos mensualidades por adelantado + el mes de fianza + la comisión del agente inmobiliario + el seguro de impago. Un seguro de impago que varios profesionales inmobiliarios me han asegurado que recae en el propietario pero que sin embargo otros compañeros del sector me explican que el abono de este seguro está al 50% entre el inquilino y el propietario. Ahí dejo la duda por si alguien puede aportar más.
Otro matiz que ha cambiado en los últimos años, debido a la gran crisis económica que vivimos, es el que contempla la posibilidad de que alquilemos un inmueble que está paralelamente en venta. Hace un par de días, un particular que tiene su piso en alquiler/venta nos explicaba que en este supuesto los alquileres no pueden exceder de 11 meses; detalle muy importante que sin embargo tampoco se especifica en todos los anuncios.
Casos peculiares los hay, y para muestra un botón: es el que me narraban ayer haciendo mención a una joven inquilina que firmó un contrato sabiendo que el piso también estaba en venta y en el momento de la firma del contrato de alquiler se comprometió a mostrar el inmueble a los potenciales compradores. Pues bien, tras limpiarlo y pintarlo para mejorar su entorno, dejó el piso muy mejorado y sólo transcurrió un mes cuando en una de las visitas se cerró el trato de compra. La joven inquilina tuvo otro mes más para abandonar el piso.
Merece también la pena analizar las entrevistas previas que realizan telefónicamente los agentes inmobiliarios y que suponen una criba para muchas personas que buscan vivienda.
Algunos propietarios realizan preguntas telefónicas que rozan la falta de respeto porque objetivamente lo esencial es que los candidatos cuenten con los ingresos económicos que cubran el pago del alquiler y los suministros correspondientes.
En estos días de investigación, me he topado con propietarios que desean sólo inquilinos de la Comunidad Autónoma, también se realizan preguntas telefónicas sobre el estado civil del candidato y otras preguntas que considero muy íntimas. Si la candidata es mujer se le pregunta sobre su intención de ser madre a corto plazo. Estimo que estas cuestiones rozan la falta de respeto porque objetivamente lo esencial es que los candidatos cuenten con los ingresos económicos que cubran el pago del alquiler y los suministros correspondientes.
Particularmente creo que sobran matizaciones sobre si los candidatos tienen contrato indefinido, o si tienen una antigüedad superior a un año en su puesto, o si suman dos nóminas en caso de ser dos personas las que convivan; pero sin embargo estas cuestiones están a la orden del día. Y yo me pregunto: ¿Qué ocurre si uno de los miembros de la pareja está desempleado y el otro percibe de sobra un salario que pague con holgura la renta?: por lo que he investigado, creo que posiblemente esta pareja se quede fuera frente a otra que cuente con dos sueldos.
La criba telefónica está a la orden del día y en ella se pide al candidato que envíe su nómina y documentación personal con el objetivo de hacerle un estudio previo. Me aseguran algunas inmobiliarias que es la primera puerta para dar opción o no a visitar al inmueble. Para mí es mucho más importante gestionar entrevistas y observar a los futuros inquilinos manteniendo con ellos una conversación y conocerlos en persona. Entiendo que una entrevista telefónica genera una información incompleta porque sólo escuchamos la voz y créanme yo sé mucho de cómo el tono de voz puede aportar matices de credibilidad o no al mismo mensaje.
Quiero añadir a esta batería de reflexiones el hecho más que probado que muchos propietarios no desean alquilar a familias con hijos. La razón es que han tenido experiencias nefastas vinculadas a destrozos del inmueble, pintadas y hurtos de enseres entre otros detalles. Ni que decir de la presencia de inquilinos con perros y gatos: en este caso los que más sufren son el sofá del salón o los colchones.
Sin duda hay que reconocer el temor de los propietarios en el momento de recoger las llaves y la impotencia cuando está todo manga por hombro o destrozado. Pero desgraciadamente algunas familias alquiladas carecen de civismo, de educación esencial hacia sus hijos y de no cuidar su entorno (sea de su propiedad o no) como algo sagrado que les facilita todo lo que necesitan para cubrir sus necesidades básicas e incluso la armonía suficiente para trabajar desde casa, como es mi caso. Se me ocurre que tal vez, como ocurre en otros países, se pudieran solicitar referencias sobre los inquilinos y sobre los propietarios de tal forma que todo comience con buen pie.
Resumiendo: el derecho de admisión del propietario, la criba previa y telefónica de las inmobiliarias que impiden a los candidatos su visita el inmueble, la escasa oferta de algunas Comunidades Autónomas de pisos en alquiler y la osadía de realquilar ilegalmente son algunos de los tramos que podemos encontrar si estamos en búsqueda de hogar.
He dicho bien: búsqueda de hogar. Porque el espacio físico, sea de nuestra propiedad o prestado por un tiempo concreto, se convertirá en nuestro hogar ya que lo adaptaremos a nuestras necesidades y hábitos. Y como decía una persona muy sabia: “Lo que no quieras para ti, no lo quieras para mí”. Es decir, si yo no pinto las paredes de mi casa, tampoco lo hago en el inmueble alquilado, ni quemo los colchones, ni permito que mis hijos patinen o jueguen al fútbol en el salón, tampoco omito que tengo mascotas incumpliendo el contrato que estima confianza entre las partes además de normas de convivencia.
Lo dicho, he percibido muchos cambios en los últimos cuatro años. Sólo espero que haya buenos profesionales inmobiliarios que asesoren a ambas partes más allá de la rentabilidad del mercado porque todos queremos vivir en un hogar, no en un piso. Ustedes ya me entienden.
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