La película «Marca de vida» se estrena en 45 cines de España. Apunta buenas maneras y genera expectativa al tratarse de una historia real. Llega a España en medio de superfluos debates sobre la moralidad, ética, incluso la «necesidad» de legalizar o no la cuestión de los vientres de alquiler en nuestro país tras el nacimiento de la nieta de Ana Obregón.
Sin duda, este estreno cinematográfico contribuye a que cualquier persona reflexione en profundidad sobre el hecho contrario al aborto o a la manipulación de seres humanos, como es la adopción natural.
La forma en que transcurre la historia contiene un sello típicamente americano, lo que comúnmente denominamos «la América profunda», tan contrario a lo que últimamente nos llega desde el poderoso Estados Unidos, un país mediática y políticamente sumido en la promoción de la llamada «cultura Woke», a todas luces lo opuesto a la verdadera cultura. Porque donde se genera destrucción de la naturaleza humana será cualquier cosa, pero no cultura.
Donde se genera destrucción de la naturaleza humana será cualquier cosa, pero no cultura.
En realidad, no es la «América profunda», sino otro segmento enorme de la población americana, como de la europea, que vive de forma natural sus convicciones religiosas y se conducen por la vida sin estridencias. Un matrimonio sufre la pérdida de sus dos niños pequeños por una extraña enfermedad y en paralelo, unos adolescentes se quedan embarazados y optan por tener al bebé, lo que conlleva recibir cientos de cartas de matrimonios y parejas deseosos por adoptar.
Una historia real
Lo más genuino de «Marca de vida» es que relata el momento más importante de la vida de David Colton tras cumplir 18 años. Él sabe que es adoptado, sin embargo, es algo de su vida que no le gusta que la gente sepa, y ahí comienza su lucha, «¿por qué no me gusta que se sepa que soy adoptado?» En EE.UU el sistema de adopción es distinto al que rige en España. El mismo día del cumpleaños de David, la agencia que intermedió para la adopción comunica tanto a la madre biológica como al hijo, que si lo desean pueden conocerse.
Brota de nuevo evocar la importancia de la famosa «Teoría del apego» del británico John Bowlby, a quien citamos en varios artículos de la revista, como en el comentario de la producción cinematográfica francesa «En buenas manos«, o cuando se ha escrito sobre las necesidades reales de niños y jóvenes.
A partir de ese momento con una narrativa muy esquemática pero suficientemente interesante para el espectador, aparecen en escena más personajes (todos reales), cada uno con su forma de reaccionar ante un mismo hecho y ahí entramos en el mundo emocional del ser humano. La llave que abre la película al espectador es que logra que éste se ponga en el lugar de cada uno de los protagonistas y las consecuencias que conlleva una adopción, cuántas vidas toca de forma directa.
Gratitud
David no oculta sus dudas y su primera reacción es de rechazo, desinterés por conocer a su madre biológica. Algo totalmente comprensible en un chico de su edad cuya vida transcurre feliz con su familia y su ambiente. Sin embargo, a los padres adoptivos les parece algo muy bueno que de el paso de conocer a su madre. Para ellos, aquel acto generoso de dar en adopción al niño y no abortarlo, fue el regalo más grande que pudo llegar a sus vidas: su hijo David.
Sin abusar del «flash back», el director de la película hilvana muy bien las escenas del pasado con el presente, para mostrarnos la sucesión de hechos, tanto en el matrimonio candidato a adoptar, como en los adolescentes que tendrán que desprenderse de su bebé. Conocemos a Melissa adulta, la madre biológica de David, sus dudas e inseguridad al principio, pero ella quiere conocer a David. Aparece Bryant, el padre natural de David, su reacción mucho más esquiva que el de la madre.
En todos hay un factor común: la comunicación sincera. Cada uno participa a su cónyuge o amigo de lo que le ocurre. De hecho, Bryant se tiene que enfrentar a decirle a su mujer «un secreto». Qué papelón, llevas casada varios años con un señor, tienes una hija en común, y de repente te suelta que ¡Tiene otro hijo!
De este modo la película se asoma con realismo y naturalidad al complejo entramado emocional, pero no se recrea en el drama.
Adopción, ¿mal menor o bien mayor?
Considerar la adopción como un mal menor es absolutamente erróneo, sin embargo, si aterrizamos un poco más la cuestión, qué duda cabe que un aborto, siendo el más dramático y patético de los actos humanos con secuelas irreversibles, bajo una perspectiva muy superficial «ahorra» las consecuencias sobre lo que tan bien refleja la película: reabrir heridas. Porque decisiones como abortar o entregar en adopción al bebé, es incuestionable que deja una marca imborrable en el alma, en la mente y en el corazón de la persona, para mal o para bien, y en ambas tesituras el sufrimiento, el dolor y el amor laten con fuerza.
Decisiones como abortar o entregar en adopción al bebé, es incuestionable que deja una marca imborrable en el alma, en la mente y en el corazón de la persona.
¡Por supuesto que la adopción es el bien mayor! Siempre lo será, pero es cierto, que como hemos citado más arriba, y en la vida de David Colton el resultado fue óptimo, implica volver a abrir heridas, lamentos, mucho sufrimiento en el camino, y quizá, la única y más sencilla conclusión es que «Marca de vida» nos muestra que sí, que efectivamente cada vida importa ¡Y mucho! Y que aunque se reabran heridas, el amor, la bondad, la generosidad y la donación armonizan cualquier vida humana.
No deje de ir a ver la película.
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