Si te dicen que eres muy infantil es porque tiendes a creértelo todo. La plasticidad del cerebro de los niños es tan maravillosa que absorbe hasta lo que crees que no han visto ni oído. Esos locos bajitos, como diría Serrat, perciben las emociones de quienes le rodean, saben interpretar una mirada, y se dan cuenta si respiras de forma distinta. Observan y analizan lo que tienen a su alrededor para marcar pautas de conductas a imitar. Emularán tus gestos, palabras, y formas. Quizá hasta tus andares.
Que los niños sean esponjas no es algo nuevo, su capacidad de aprendizaje es bien sabida por todos. A nadie llama la atención que cada vez se esmeren más en ofrecer contenido audiovisual a niños desde cero años. Y es que los bebés hasta los 3 años deben descubrir y experimentar con los sentidos, con especial mención al tacto. Sin embargo, el empeño se obstina en trabajar únicamente la vista y el oído. Canciones chillonas y trepidantes que ponen los pelos de punta acompañadas de imágenes que parpadean y hacen bizquear hasta al carácter más sereno y templado.
Los canales de televisión con contenido infantil exclusivo y continuo durante las 24 horas del día empezaron a surgir a finales del siglo XX. Cuando los abrieron alguien me dijo que era una fantástica idea porque había que pensar en los niños malitos y que no duermen. Se me reblandeció el corazón y olvidé el asombro que me producía saber que un niño podría estar delante de la pantalla en cualquier momento. Por cierto, enorme tentación de padres y madres absorbidos por el cansancio para relajar y silenciar a la bestia. De esta guisa llegamos a 2023.
Puede parecer una nimiedad, pero cuando acostumbramos a los niños a consumir contenido audiovisual cuándo y cuánto quieren, la dosis diaria suele ir in crescendo. Además, se produce en un tiempo en el que los hogares disponen de dispositivos móviles tales como tablet, teléfono y portátil, que facilita una dinámica interacción entre contenido y consumidor. Las plataformas de video como Movistar Plus, Amazon, Netflix o HBO incorporan sistemas de Inteligencia Artificial que proporciona contenido relacionado a lo último que se ha reproducido. No hablemos de las redes sociales como Youtube. Desde que los dos rombos pasaron a mejor vida, el contenido que se recomienda a nuestros niños no es en absoluto recomendable.
Hace unas semanas se hizo viral la indignación de un padre que observaba cómo introducían en los diálogos bazofia de género. Digo bazofia porque es de justicia que enseñemos a los niños y niñas quienes son, de verdad y naturalmente. Y son niños o niñas que cuando crezcan serán hombres o mujeres, con un cuerpo diferente, que piensa y ama distinto pero con los mismos derechos y garantías. O al menos así debiera ser esto último. Y sobre todo enseñarle, que si viniera alguien extraño a ofender, que tenga el suficiente amor propio como para mandarle se vaya por donde vino.
Pero no podemos permitir ni tolerar que a los niños, que están conociendo y percibiendo su identidad y sujeto, les facilitemos contenido erróneo y que confunda, entrando gota a gota en un cerebro que todo lo guarda.
Pero no todo va a ser esto. Hay un martillo pilón que llevamos años aguantando en las ficciones audiovisuales que traspasa a la que consumen los niños. En la mayoría de series y dibujos las formas de hablar de los hijos a sus padres o mayores en las series son irrespetuosas, dejando a los adultos, casi siempre el padre, como un ser atontao que no tiene ni idea de lo que es la vida. Después nos sorprenderá cómo puedan hablarnos nuestros hijos y de dónde lo aprenden. Si los padres estuvieran separados, ya tenemos bomba. Pues no, no viene de papá o mamá, viene del contenido; sí, también del especial infantil para todos los públicos.
Este exceso y fácil acceso a películas y series infantiles promueve en el consumidor, en este caso los niños, una predisposición a pasar cada vez más tiempo delante de una pantalla, sea la que sea. Podría parecer extraño pasar de los dibujitos al porno, pero no tanto cuando caes en la cuenta que has estado frente a una desde que naciste. Lo más triste de todo y en lo que poco caemos, que los niños están viendo contenido audiovisual con el permiso y no solo aprobación sino incitación de padres y madres.
Encontré en redes sociales un fragmento de una charla en la que Nacho Vidal se indignaba con un grupo de adolescentes por cómo había cambiado el porno que consumen hoy los jóvenes. A él le estaba prohibido grabar ninguna imagen en la que la mujer dijera que no, ni mucho menos someter o atar a la mujer en las escenas de sexo. El de hoy no solo no lo prohíbe sino que lo fomenta. Tanto que hasta se habla del porno como ético. Ya entiendo que a Vidal le explote la cabeza cuando le cuentan que él hacía porno ético.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: