Este escrito está dedicado al amor agape como fruto del espíritu de Dios. Es diferente a otras clases de amor o afectos como podrían ser eros (amor erótico), filia (amor de amistad) o storgè (amor familiar, de padres a hijos y viceversa). Estas tres palabras griegas abundan en los escritos clásicos griegos, pero ninguna de ellas es lo suficientemente amplia como para representar «la altura, la anchura y profundidad» (Efesios 3:17-19) de agape como el amor que procede de Dios. Es amor desinteresado, basado en principios altruistas. Es un amor en el que la persona no busca su propio bien, sino el del prójimo.
El amor agape también se ha traducido como caridad. Pero como dice Julián Marías,
«La palabra clave del cristianismo es amor… el amor es la condición que caracteriza al cristiano, lo que lo identifica y distingue… De las tres palabras griegas que designan el amor, éros, philía y agápe, el Nuevo Testamento usa principalmente la última. La Vulgata la traduce por ‘cáritas’, y no habría que objetar, si no fuera porque la palabra ‘caridad’, en todas las lenguas, ha experimentado cambios semánticos y se ha ido separando de su sentido originario de amor, aunque lo conserve como un fondo o fundamento. Es menester, pues, volver a la voz amor para traducir ‘agápe’.» – La perspectiva cristiana, Alianza Editorial, 1999, pág.96.
Esta consideración se basa en las bellas palabras de Pablo en su primera carta a los cristianos de Corintio (13:1-13, PDT), y en el Comentario de la Santa Biblia de Adam Clarke, 1964. Primero aparece completo el pasaje y después los comentarios a cada una de las frases.
«Si yo puedo hablar varios idiomas humanos e incluso idiomas de ángeles, pero no tengo amor, soy como un metal que resuena o una campanilla que repica.
«Yo puedo tener el don de profetizar y conocer todos los secretos de Dios. También puedo tener todo el conocimiento y tener una fe que mueva montañas. Pero si no tengo amor, no soy nada.
«Puedo entregar todo lo que tengo para ayudar a los demás, hasta ofrecer mi cuerpo para que lo quemen. Pero si no tengo amor, eso no me sirve de nada.
“El amor es paciente y bondadoso, el amor no es envidioso, no es presumido ni orgulloso, el amor no es descortés ni egoísta, no se enoja fácilmente, el amor no lleva cuenta de las ofensas, no se alegra de la injusticia, sino de la verdad, el amor acepta todo con paciencia, siempre confía” (o todo lo cree), nunca pierde la esperanza y todo lo soporta. El amor no tiene fin.»
«El amor es paciente y bondadoso»
O «tiene una larga mente» que ni las pruebas, ni las adversidades, ni las persecuciones, ni las provocaciones pueden alcanzar. El amor a Dios y a todo ser humano soporta todas las debilidades, ignorancias, errores y flaquezas de todos. Y todo esto no solo por algún tiempo, sino por largo tiempo, sin fin. «Es bondadoso», tierno y compasivo en sí mismo y bueno y servicial hacia otros. Es suave, gentil y benigno y si es llamado a sufrir acata las dispensaciones de Dios y no causa dificultades a nadie.
«El amor no es envidioso»
No se molesta porque otro posea una mayor porción de las bendiciones terrenales, intelectuales o espirituales. Esta clase de amor puro hace que quienes lo tengan se alegren por los éxitos y dones de los demás como si fueran propios.
«No es presumido ni orgulloso»
En griego, otra posible traducción sería, «no se pone delante», no quiere ser notado o aplaudido, sino quiere que Dios sea el todo en todo. No se «infla» con un sentido de su propia inportancia, porque sabe que no tiene nada que no haya recibido, y que no merece nada de lo que ha obtenido. Todo aquel cuyo corazón está lleno del amor de Dios está lleno de humildad. Obedece a un sentido de plenitud de Dios en el alma.
«El amor no es descortés ni egoísta»
El amor nunca actúa fuera de su lugar; observa el debido decoro y buenas maneras. Nunca es rudo, grosero o brutal, y siempre está dispuesto a hacerlo todo para todos, para ganarlos para su bien, para edificación. Ningún hombre mal educado, o lo que se dice rudo o grosero, es cristiano. No está deseoso de su propio bien espiritual solamente, sino también del de su prójimo. El amor nunca se satisface sino en el bienestar, la comodidad y la salvación de todos.
«No se enoja fácilmente»
Cuando alguien se irrita o se siente provocado pierde el equilibrio de su alma y contrista al Espíritu de Dios. En ese instante deja de amar a Dios con toda su alma, mente y fuerza; y desde luego, si se enoja contra su prójimo no lo ama como a sí mismo.
«El amor no lleva cuenta de las ofensas»
No es suspicaz. Nunca supone que una buena acción puede obedecer a un mal motivo. No puede pensar el mal salvo donde éste es obvio. Da crédito a todo hombre por su profesión de fe. No inventa ningún mal porque esto destruiría su amor por su prójimo; sería ruinoso para el amor y la benevolencia.
«No se alegra de la injusticia, sino de la verdad»
Se opone a todo lo que es contrario a la justicia y a la falsedad. Se alegra por la propagación y extensión de la verdad divina.
«El amor acepta todo con paciencia»
Otras traducciones del griego: «aguanta,» «soporta,» «cubre,» «oculta.» El amor cubre todo lo que debe ser cubierto; no traiciona los secretos. Una persona con esa clase de amor nunca hace de los pecados, faltas o imperfecciones de nadie el tema de conversación o de censura. Los cubre hasta donde puede, y si es el único que tiene acceso a ellos, guarda ese conocimiento en su propio pecho mientras deba hacerlo.
«Siempre confía» (o todo lo cree)
Está siempre pronto a creer lo mejor de toda persona y no cree el mal de nadie sino con la evidencia más positiva.
«Nunca pierde la esperanza»
Cuando no queda lugar para creer lo bueno de una persona, interviene el amor con su esperanza y anticipa el arrepentimiento del transgresor.
«Todo lo soporta»
Se sostiene bajo todas las persecuciones y maltratos de sus enemigos declarados y sus pretendidos amigos; soporta las adversidades con tranquilidad mental y nunca dice de ninguna prueba, aflicción o insulto: «esto es insoportable.»
«El amor no tiene fin»
O, «este amor nunca falla», porque aguanta, cree, espera y soporta todas las cosas; y mientras así procede no puede fallar. Es el medio de preservar todos los otros frutos del espíritu como la fe, la esperanza, la alegría, la paciencia, la paz, la bondad o el gobierno de uno mismo. De hecho los incluye a todos y todos reciben de él su perfección. Jamás podremos pasarla sin el amor a Dios y al hombre. Es esencial para la vida religiosa y social. Sin ese amor no puede haber comunión con Dios, ni puede estar preparado para recibir bendiciones nadie cuyo corazón y alma no estén imbuidos de él.
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