Los seres humanos no podemos vivir aislados. Irremediablemente nos necesitamos unos a otros. Tanto antes como después de nacer, no hacemos más que recibir favores de otras personas: de nuestros padres, de la familia o del entorno más allegado, y a menudo también de otras personas, que sin ningún interés egoísta nos muestran bondad de un modo u otro. Solo ir cargado con paquetes y que alguien te sujete la puerta al salir, puede convertirse en toda una bendición. Ante tantos favores que uno recibe en la vida, en detalles grandes y pequeños, no se puede hacer otra cosa que dar las gracias por todo ello. De hecho ya lo dice el dicho, «es de bien nacidos ser agradecidos». Cicerón dijo que «la gratitud no es solo la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás». Y una frase preciosa de Gotthold Ephraim Lessing (1729-1791), escritor alemán de la Ilustración, es «un sólo pensamiento de gratitud hacia el cielo, es la oración más perfecta».
Sin embargo, a veces damos las cosas por sentado. Creemos que mucho de lo que hacen otros por nosotros, lo hacen porque es su obligación. Craso error que siempre transmite a los demás una visión negativa acerca de nosotros. Por ejemplo, cuántas madres de familia hay que se desviven por sus hijos, por su marido, por su familia en general, pero que no reciben ni un mínimo «gracias» por su labor. O padres que trabajan largas horas, día a día, para sostener el hogar y poder cubrir las necesidades básicas de la familia. Hay que ser por tanto agradecido, decirlo y demostrarlo. Es propio de personas no solo educadas sino también dignas. Como dice Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), «No hay deber más necesario que el de dar las gracias».
Por ejemplo, esta es la carta de gratitud sincera que en 1957 escribió Albert Camus al saberse ganador del Premio Nobel de Literatura. La dirigía al que fue su profesor de la infancia en Orán, Argelia:
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus
Incluso en el Evangelio hay un ejemplo que llama la atención en ese sentido: diez leprosos son curados por Jesús; se van corriendo de alegría porque en aquel tiempo la lepra era una fenfermedad incurable, «maldita». Sin embargo, solo uno de ellos vuelve para darle las gracias; y además era samaritano, ni siquiera israelita. Dijo Jesús: «¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?». Después le dijo al samaritano: «Levántate y vete. Tu fe te ha salvado» (Lucas 17:11-19). Hay que ser por tanto agradecido siempre.
El sentido de la palabra para dar las gracias a otros puede variar según el idioma que se hable. Por ejemplo tomemos el caso de Portugal. La foto que verán a continuación es de la bella ciudad de Lisboa. Los portugueses son nuestros vecinos, pero suele decirse que los conocemos menos a ellos que ellos a nosotros. Y sin embargo, en muchos aspectos, los portugueses son un pueblo ejemplar. Porque además de ser pacíficos y hospitalarios, y a pesar de haber pasado también una terrible crisis económica, los expertos dicen que «han sabido hacer los deberes», que han sido responsables y que las cosas empiezan a mejorar.
El cálido idioma portugués tiene algunas palabras que subyugan el alma. Por ejemplo la palabra que ellos usan para dar las gracias: «obrigado». Sinceramente creo que supera por mucho a nuestro simple «gracias». Es como si transmitiera mucho más, como si dijera «me siento tan agradecido, tan obligado por el bien que me ha hecho, que aquí me tiene usted para lo que necesite». Transmite candor y el deseo positivo de devolver algo bueno por el bien recibido. Infiere una obligación que queda pendiente.
Dar siempre las gracias por algo recibido está bien, pero mucho más si se mantiene el espíritu de ese impulso tan positivo.
«Obrigado», una palabra preciosa de verdad.
Hay otra palabra portuguesa que no tiene una traducción directa al español, pero que es de una gran profundidad: “Saudade”. Su traducción sería algo así como, “te echo de menos muchísimo, con inmenso dolor en el corazón”. Otra palabra sublime, ¿verdad?
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