Aunque cada vez se publican más artículos sobre la cultura woke, hoy en día, todavía este término sigue carente de significado para muchas personas. Esta cultura empezó en las Universidades de Estados Unidos (EEUU), pero su onda expansiva ha alcanzado a todos los ámbitos de la sociedad. En este país, esta cultura tiene principalmente “dos puntas de lanza”: el racismo y la ideología de género, y para hacerle frente ya se ha creado en la ciudad de Austin, Texas, una Universidad anti-woke.
La consideración de Richard M. Reinsch, de la Heritage Foundation de EEUU, sobre esta cultura resulta muy esclarecedora: “La cultura woke está centrada en políticas identitarias y busca disolver la tradición y cultura occidental, especialmente la cristiana, empleando el miedo, amedrentando, amenazando con despidos, gritos, o el aislamiento social y laboral”. Por eso se dice que hay wokismo donde hay identitarismo, es decir, donde hay un grupo de personas que se sienten oprimidos y se identifican con la causa opresora, a la que defienden en aras de una controvertida justicia social.
El wokismo es un movimiento tribal porque divide a la sociedad en grupos, tribus, y la sociedad se transforma en un reino de oprimidos y opresores: hombre/mujer, heterosexuales/homosexuales, blancos/negros, etc. Los woke viven alejados de la realidad, para ellos lo importante es estar ofendido/oprimido y no cabe el perdón, (…). Ser víctima permite juzgar al mundo y exigir culpables que merecen ser castigados. Diversos autores nos hacen notar que la ideología woke ha cambiado la lucha de clases por la lucha de identidades, por eso la mayoría de los woke son de izquierdas, como así lo han hecho notar varios políticos, de países con anteriores o actuales regímenes totalitarios, en el Congreso Internacional sobre Víctimas del Comunismo del CEU-CEFAS celebrado el pasado mes de abril.
Los woke tienen sus propios principios, que constituyen un sistema cerrado de pensamiento, con los que pretenden explicar la totalidad del universo. Para ellos no existe la verdad, huyen del debate, quieren que se acepten sus postulados, boicotean la libertad de expresión y de las democracias liberales por ser contrarias a las identidades minoritarias o históricamente relegadas.
Además, se considera que la cultura woke es la sumisión acrítica ante la corrección política y, como consecuencia, al que no acepta sus paradigmas se le cancela y es considerado culpable. De ahí que a la cultura woke también se le conoce como la cultura de la cancelación, en ella no cabe el perdón del transgresor.
Otro rasgo característico es que pretenden reeducar por completo a la población de acuerdo con sus postulados, cuyo objetivo es lograr una única forma de pensar, mediante el uso pedagógico del miedo y apostando por la diversidad, la inclusión y la igualdad, denominada por J. Peterson como la “Trinidad de la izquierda radical”.
Tras el wokismo, según el historiador Pablo Pérez, está el pensamiento marxista y la idea de que para crear la nueva sociedad, que será mejor, hay que destruir y demoler la anterior. Según el sociólogo canadiense Bock-Coté y el escritor J. Marcelo Gullo es un error renunciar a nuestra identidad cultural e histórica en pro de la diversidad multicultural. Al querer eliminar la civilización occidental se atreven a cancelan a grandes personajes, como a Fray Junípero Serra, y a tergiversar momentos de la civilización occidental de base cristiana, como puede ser la conquista de Hispanoamérica.
Los woke tratan de influir en los poderes legislativos para que se legisle en favor de su causa, de tal manera que se pasa de un Estado que protege los derechos fundamentales a un Estado de leyes de acuerdo a sus mitos, por ejemplo: la ley del “solo sí es sí”, la ley del bienestar animal, la ley trans, (…). Estas leyes no se ajustan a la realidad social, ni al bien común, ni a la moral natural, (…) sino que potencian la desigual y promueven la deconstrucción de la persona.
Una de las estrategias que utilizan los woke son las tácticas intimidatorias (cancelan, avergüenzan, humillan, acosan, boicotean, demonizan) para someter a los que discrepan de sus postulados y así consiguen victorias políticas. Sorprende saber que uno puede ser enfilado por un woke sin manifestarse, lo que en universidades o empresas estadounidenses ha obligado a hacer cursos de reeducación a estudiantes o empleados considerados anti-woke. Por ejemplo, un blanco por el hecho de serlo puede ser considerado racista, ya que “la culpa blanca” se hereda y no se perdona, y “el silencio de los blancos es una forma de violencia”.
Además, puede decirse que los woke se esconden bajo el disfraz de la tolerancia y el diálogo, es decir, en los primeros momentos se muestran tolerantes y dialogantes, pero estas formas de proceder desaparecen cuando alcanzan cotas de poder.
Son muy hábiles en la manipulación del lenguaje, que trunca la relación con lo real y que nos obliga a evolucionar según sus dictados, consiguiendo modelar nuestra mente. Esta estrategia se ve reforzada con la utilización de potentes eslóganes para saturar nuestra mente.
En la actualidad hay personas canceladas por afirmar que hay dos sexos, que han llegado a perder su trabajo, como le ha ocurrido al profesor Jordan Peterson de la Universidad de Toronto, que ha creado su propia Universidad, Academy Peterson, y que ha tenido que recurrir a los tribunales. Algo análogo le ha ocurrido al profesor Jesús Barrón en Alcalá de Henares y al profesor Enoch Burke en Irlanda. También la cancelación afecta a los temarios de algunas asignaturas de la Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), en los que se suprimen autores o partes esenciales de la cultura occidental. Además, las óperas de Otelo y del Mercader de Venecia de William Shakespeare se llegaron a reinterpretar en la Opera House de Sídney por ser considerada racista, la primera, o antisemita, la segunda.
Lo importante es saber cómo hacer frente a esta cultura. Muchos expertos señalan como primera medida la defensa de la verdad, pero también otras medidas: el huir de la autocensura, el reivindicar nuestra cultural, el reivindicar la singularidad y la dignidad de la persona humana, el respeto a la vida, el negarnos a que nuestra mente sea colonizada y el recuperar la moral natural, (…). La pérdida de la moral natural nos lleva a no saber dónde está el bien ni el mal, lo que nos hace maleables, (…), y nos impide ser verdaderamente libre y tener una vida plena.
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