Puede haber circunstancias en la vida en la que uno se vea absolutamente solo. La vida da muchas vueltas y los amigos que uno creía verdaderos pueden “volar” por razones varias, a menudo cuando acontece adversidad y cuando más apoyo se necesita. Y es que la experiencia muestra que a veces hay mucho de relativo y temporalidad en las relaciones humanas. Por eso se suele decir que quien tiene un amigo, uno de verdad, “tiene un tesoro”. O como dice la Escritura, el amigo verdadero es aquel que siempre está cerca, “en todo tiempo».
La soledad puede tener lugar también cuando sobreviene una larga enfermedad, cuando tiene lugar un agrio divorcio, por la muerte de un cónyuge amado, por alguna causa de marginación social o ideológica, etc. Resulta chocante también que se haya dicho que la mayoría de las personas que más solas se sienten viven en las grandes ciudades, y que muchas de ellas son ya de edad avanzada. En un reciente informe radiofónico se decía que solo en la ciudad de París, la mitad de la población vive sola o con un perro. Muchas sociedades han establecido arreglos de asistencia social para atender las necesidades físicas y afectivas de muchas de esas personas. Pero es sobre todo en el núcleo familiar donde muy a menudo encuentran el apoyo y el afecto que tanto necesitan.
La soledad no tiene por qué ser duradera. Si se busca buena compañía es casi seguro que se consigue. De hecho son muchas las personas que han podido dejar de estar solas quizá al comenzar alguna nueva relación afectiva o al relacionarse con nuevos amigos en algún tipo de asociación cultural o deportiva. Pero otra cosa es que no se desee o no se busque debido quizá a alguna decepción en el trato con otros en el pasado. Como decía la leyenda escrita en la camiseta de una joven: «La música es mejor que las personas».
Por otro lado, la soledad no tiene por qué ser tan mala. Julián Marías lo expresa muy bien cuando dice:
“Ahora tiene mala prensa la soledad, y cuando es impuesta y permanente es sin duda atroz, uno de los grandes males de nuestra época. Pero sin ciertas dosis de soledad no se puede hacer nada interesante, ni siquiera estar con los demás: la compañía real entre personas no se logra más que cuando se prepara en largas soledades. Hace falta espera, soledad, ejercicio de imaginación, proyección, anticipación de un futuro que se espera imaginándolo”.
Susan Horowitz Cain (1968) es una escritora y conferenciante estadounidense, y autora del libro de 2012 «Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking», (Silencio: el poder de los introvertidos en un mundo que no puede dejar de hablar) que sostiene que la cultura occidental moderna malinterpreta y subestima los rasgos y las capacidades de las personas introvertidas. Ella dice que «la soledad es importante. Para algunas personas es el aire que respiran». Y en una reseña de su libro se dice:
«Esta obra presenta la situación de las personas introvertidas inmersas en un mundo ruidoso, en donde la extroversión es premiada. La autora hace una defensa de la introversión, rescatando cualidades favorecedoras que tiene esta forma de carácter, tanto en el ámbito social como personal. Brinda estrategias para lograr una mejor integración al mundo… Los introvertidos son hombres y mujeres que prefieren escuchar antes que hablar, trabajan mejor solos que en equipo y suelen ser discretos con sus méritos y sus logros. En un mundo que potencia el ideal extrovertido, ha llegado el momento de reivindicar las virtudes de la introversión, fundamentales para que la sociedad progrese. Con esta lucida obra, Susan Cain destierra unos cuantos prejuicios, y establece un elogio justificado y documentado de las personas introvertidas, que son mas creativas, decididas y disfrutan de un mundo interior mas rico y reposado».
Sin embargo, si a pesar de todo, la sensación de soledad se hace a veces insoportable, quizá podría recordarse que grandes hombres en la historia también sintieron el frío acero del sentimiento de estar absolutamente solos. Hasta Jesús de Nazaret que había estado siempre tan acompañado de grandes muchedumbres “se quedó más solo que la una”. Todos volaron. Como dice el evangelio, «todos lo abandonaron» cuando fue arrestado. En poco tiempo pasó de ser una estrella a un paria. Sin embargo aprendió a afrontar su situación con sentido de la realidad y con suficiente hombría como para no desfallecer completamente. Por su enseñanza y obra, animó a que nadie se compadeciera de sí mismo, que fuera un adulto en sentido espiritual y a que no tuviera que depender nunca de nadie que no fuera Dios mismo.
Es verdad que en una sociedad tan secular como la que vivimos, la idea de confiar en Dios puede parecer extraña o anticuada. Sin embargo, lejos de que haya perdido su vigencia, el cristianismo sigue siendo precisamente eso, la oportunidad de una relación personal con Dios como fuente de toda esperanza y fortaleza. Es ahí donde precisamente radica su seria oferta de sentido. Como expresó su Fundador, Jesús de Nazaret:
«La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo».- Juan 14:27, RVR1995.
Por diversas causas, el sentimiento de soledad invade el corazón de muchas personas y, según las circunstancias, esa soledad puede llegar a ser muy real. Quizá por eso Octavio Paz decía que «al final, el hombre está solo». Pero el corazón humano tiene también sus recursos, y es posible transformar el sentimiento de soledad en una firme paz interior, sobre todo si se ha aprendido a ser autosuficiente emocionalmente y a mantener una perspectiva espiritual en todas las cosas. En definitiva, a saber disfrutar de la propia soledad. Por eso Blaise Pascal llegó a decir también que «el corazón sabe de cosas que la razón ignora». Así mismo, Teresa de Ávila sentía que necesitaba más bien pocas cosas y que al final y en todo «solo Dios basta». O como lo expresó el salmista: «Aunque mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, Dios mismo me acogería» (Salmo 27:10, TNM) Con una convicción interna así, no es extraño tampoco que cuando la adversidad le punzaba, cuando parecía que estaba «más solo que la una», Jesús de Nazaret dijera: “Ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo”. – Juan 16:32, Nueva Biblia de Jerusalén.
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