La adicción a la pornografía es ya un problema social que muestra su cara más evidente en delitos como las violaciones grupales o el aumento de las agresiones de este tipo entre jóvenes y niños. Todo ello impulsado además por el hecho de que, a diferencia del pasado, la pornografía es la que busca al consumidor y no al revés, especialmente a través de los dispositivos móviles: teléfonos o tablets.
La pornografía es la que busca al consumidor y no al revés, especialmente a través de los dispositivos móviles: teléfonos o tablets.
Según datos del portal Dale una vuelta –que ofrece recursos sobre la prevención y el tratamiento de la adicción al porno–, la edad promedio de inicio en el consumo son los 11 años. Ya en la etapa adolescente, se estima que el 93% de los chicos y el 62% de las chicas accede a material pornográfico. Luego habrá un porcentaje que siga consumiendo de manera habitual y se vuelva adicto.
Son frecuentes, asimismo, las noticias sobre la aplicación en centros educativos españoles de primaria y secundaria, de programas formativos sobre sexualidad altamente ideologizados, que no están evitando ni la hipersexualización de los destinatarios, ni su incursión en el consumo de pornografía, ni que disminuyan las agresiones sexuales cometidas por adolescentes y jóvenes.
En su reciente libro «¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía», (Ed. Alienta) Alejandro Villena analiza, entre otros temas, el deterioro que ocasiona el consumo de porno en las relaciones personales, laborales, en la vida sexual del consumidor y en su salud mental. Sobre las acciones preventivas en estas cuestiones, se indica que están siendo, puntuales, escasas, insuficientes, y a menudo no son profesionales quienes las realizan. «Se habla mucho del tema sexual, pero poco de lo afectivo, que es la clave para la prevención. Hay que lograr que la persona se desarrolle de forma saludable, que tenga una autoestima sana y que incorpore una mirada buena hacia la sexualidad”.
Nos hemos acostumbrado a dar un móvil a niños con 9, 10 u 11 años e incluso antes para calmar o tranquilizar un berrinche. Ese uso, además, impide que se desarrollen las funciones cognitivas de manera natural porque damos al cerebro un súper estímulo.
Ya en la etapa adolescente, se estima que el 93% de los chicos y el 62% de las chicas accede a material pornográfico. Luego habrá un porcentaje que siga consumiendo de manera habitual y se vuelva adicto.
Como dice Alejandro Villena: “todos los adolescentes llevan un pequeño cine pornográfico en su bolsillo y eso debe cambiar”. Tenemos que retrasar la edad de inicio de uso de móvil lo máximo posible. Cuando se lo demos, que el primer dispositivo no tenga acceso a internet y, más adelante, controlar y saber qué utiliza y por qué.
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