Entenderse y definirse de pequeños en cuanto a opiniones del entorno próximo y consideraciones propias puede suponer un lastre o una liberación a todos los niveles. La labor de los padres debería ser manifestarse sin ahogar la forma de ser de los hijos.
La autoestima infantil se expresa a través de los sentimientos y emociones que el niño o la niña muestra, algo que depende de cómo se ve a sí mismo y de cómo le ven los demás.
Lo que cada uno percibe, la idea del mundo, de lo que ocurre alrededor y con quién, todo sucede desde una edad temprana. Sin embargo, será en la adolescencia, cuando el sujeto se verá capaz de discernir lo agradable y el rechazo por algo o hacia alguien. En esa etapa el joven investigará más a fondo y desde varias perspectivas su propio yo dada su necesidad de encontrarse.
Los niños tienen necesidades que precisan ser cubiertas y el adulto con su acompañamiento, contención y provisión de herramientas útiles, podrá ayudarles en muchas ocasiones. Con esto se les permite ser autosuficientes y valorarse a sí mismo y sus capacidades a nivel interno.
Como apunta Eva Bach, pedagoga, maestra y especialista en educación emocional y adolescencia, la autoestima no supone reconocer las cualidades, sino reconocer y atender las necesidades, especialmente las afectivas y emocionales.
Saber ver y potenciar las cualidades de los hijos
La escritora de varios libros, entre ellos, Adolescentes, “qué maravilla” (Plataforma, 2008) o Por amor a mi familia. La fuerza emocional del vínculo con nuestros padres (Plataforma, 2013) junto a Cecilia Martí, destaca que es imprescindible saber ver y potenciar las cualidades, aunque no priorizarlas, ya que como expresa, cuando eso ocurre, los niños desatienden su sentir interno para centrarse en sus logros externos. “Se hacen adictos a la droga del reconocimiento que le otorgan sus actos y conquistas y acaban perdiendo o confundiendo su esencia”.
“Tenemos que promover la autoestima del ser y del sentir por encima de la del logro”, señala la también conferenciante.
Para Irene Novoa, psicóloga experta en autoestima y procesos de duelo: “las personas nos miramos como hemos sido mirados”. La profesional explica que la autoestima comienza a construirse a través de los mensajes que se reciben del entorno más cercano, por lo que resulta relevante enseñar a los hijos a valorarse, a sentirse seguros y a confiar en sus habilidades.
Procurar ofrecerles ayuda para que encuentren respuestas
El niño ha de sentirse considerado por ser quien es, no por ser mejor o peor que otros. Los padres deben situarse para procurar ayudar a los hijos para que resuelvan sus conflictos y encuentren determinadas respuestas. Novoa ofrece algunas recomendaciones a las familias:
- Fomenta su autonomía dejando que haga cosas por sí mismo (prepararse la merienda, colocar la ropa para el día siguiente…) siempre de forma segura y adecuada a su edad.
- Utiliza tu empatía, escuchándolo, comprendiendo cómo se siente, abrazándolo y aceptando esos momentos negativos/malos que puede tener y dándole su espacio para expresarlo.
- Préstale atención cuando te la pida.
- Enséñale a aprender de sus errores y que pueda ver la equivocación como una oportunidad de aprendizaje.
- Valora y elogia los éxitos y esfuerzos.
- Anímalo a ser creativo dibujando, cantando, bailando, construyendo…
- Establece límites con respeto, con amor, sin gritos ni amenazas.
Tal y como apunta esta psicóloga, los progenitores, modelos para los menores, deben cuidar y trabajar su propia autoestima para después ponerlo en práctica con los hijos. “No podemos olvidar que los niños perciben todo de sus padres (miedos, inseguridades…) y suelen incorporarlo a su vida porque observan continuamente”.
Permitirse conocer las necesidades y emociones
“Hace unos días jugaba con mi sobrina de 8 años. De un momento para otro cambió su actitud y cuando le pregunté qué le pasaba me dijo que no lo sabía y que se sentía extraña”, comparte Inma Jiménez Chinea, mentora en la Escuela Humanista de Álex Rovira, pedagogo. A continuación, asegura haber cogido el libro Emocionario y unos folios para pintar las emociones y jugar a intentar descubrir cuál era la que más se parecía a ese “rara” que refería.
Como seres adultos nos sentimos excepcionales o raros en infinidad de ocasiones, demasiadas obligaciones y responsabilidades. ¿Nos permitimos reconocer nuestras necesidades y emociones?, es la cuestión que plantea Jiménez.
Según la, además, coach sistémica, el malestar que percibe cada individuo ocasiona cierto desgaste al pretender alcanzar metas y en trabajar para que se reconozcan esas consecuciones. “Frecuentemente apelamos al control absoluto de las situaciones buscando la perfección o complacemos a otros para sentirnos aceptados. Las emociones son la llamada de atención de esas necesidades que no estamos atendiendo y eso puede extrapolarse a los hijos”.
La profesional señala que hay que pensar si uno se comunica con los niños desde el quererlos por todo lo que alcanzan o desde el amor independiente a sus logros. La presión social y el actuar por el qué dirán, puede hacer olvidar y confundir lo que se hace con lo que uno es realmente.
Acompañar, validar y no comparar a los hijos
Esta experta subraya unas ideas clave para potenciar la autoestima de los hijos:
- Acompañarlos incondicionalmente al proceso de descubrimiento de quiénes son, quiénes quieren ser y lo que aparentan ser, sin juicios.
- Ser honestos y observar cómo está nuestra autoestima, cuáles son los mandatos que recibimos en nuestra infancia y les estamos traspasando a ellos.
- Decirles frases como: “Me importas tú, lo que haces, lo que sientes, lo que piensas, porque eres especial, no hay nadie más como tú en este mundo” o “Tú vales, tú puedes, tú eres importante”.
- Mirarlos desde quienes pueden llegar a ser porque así les damos el permiso de lograr sus sueños y no los nuestros.
- Reconocer sus talentos innatos y también sus necesidades para evitar excesos en la comida o con las pantallas.
- Evitar comparar a nuestros hijos entre sí o con otros. Si sienten que sus padres creen en ellos, también ellos creerán en sí mismos y su autoestima se reforzará.
- Recrear y repetir situaciones en los que los niños puedan reforzar su seguridad personal y potenciar aquello que mejor se les da como: danza, pintura, escritura…
- Criticar su comportamiento, no su ser. Es diferente decir “eres tonto” que “has hecho una tontería”.
- Evitar hacer atribuciones negativas en los comportamientos no deseados. Decir “eres un desastre igual que tu padre o que tu tío”, por ejemplo, lleva a darle permiso para copiar esas actitudes.
- Poner límites desde la asertividad. Si no ponemos y repetimos esos límites, ellos no sabrán ponerlos y corren el riesgo de caer en el complacer permanente o no desafiarse en su propia frustración.
- Asociar en rutinas diarias el hacerse dos cuestiones: ¿Cómo me siento hoy? y ¿qué necesito para estar mejor?
- Jugar con ellos a desarrollar su lenguaje emocional con un par de opciones: 1. El Termómetro de la Autoestima: Dibujad juntos un termómetro y poned grados del 1 – 10. Cada día podéis testar cómo está la autoestima, añadiendo si hay algo que ayude a que esté mejor, y 2. El libro Emocionario: Los resultados pueden ser plasmados en dibujos, poemas o cuentos.
Por último, Jiménez indica que cuando el padre o la madre sientan que no pueden con algo, pidan ayuda profesional.
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