La gestión del miedo, una habilidad diferencial para que tus hijos sientan bienestar y fluyan en lugar de paralizarse. Una práctica que les permite avanzar en su desarrollo infantil y lograr una buena transición a la vida adulta.
Oscuridad, fantasmas y rienda suelta a la imaginación. Denominadores comunes en la infancia. Detonadores perfectos que despiertan los miedos de los más pequeños. Así, a Frida Rudolph de Alemania, con 8 años, le asustan los fantasmas y a Renata Zamora, de México, también. No importa la edad, la cultura o el país. El miedo es universal y todos sentimos miedo por motivos similares. Y es que el temor, con su mejor intención, no deja de ser un instinto que nos alerta de un peligro potencial para protegernos de él. Sin embargo, a veces, nos hace “sufrir” como le sucede a Kai Hernández Pérez con 6 años y se convierte en un obstáculo. En estos casos, una buena gestión del miedo se convierte en una habilidad diferencial para que tus hijos avancen a pesar del miedo. Sólo así podrán sentir bienestar y fluir.
¿Cómo regular el miedo? De la teoría a la práctica
Puedes seguir los siguientes pasos para que tu hijo utilice sus emociones a su favor. Primero, ayúdale a identificar sus miedos, pregúntadole qué le asusta. Conforme los comparta contigo, interésate sobre aspectos más concretos como cuál es el origen del miedo. Tal vez lo ha sentido tras ver una película o porque algún amigo le ha contado alguna historia de terror. Puede expresar sus emociones de manera verbal, escrita o dibujándolos. Cuando lo haga, evita frases que las invalidan como “no tengas miedo, eso no existe”. Para él, el miedo es real y necesita sentirse comprendido por ti. Lejos de juzgarle, explícale que tú también sientes miedo y que, a su edad, a ti también te aterraban cosas que ahora ya no te asustan. Le tranquilizará saber que es normal sentir miedo y que no dura para siempre. Una vez claros sus miedos y el origen de los mismos, pensad juntos en soluciones para regularlos.
Ante el miedo: amor, juego y sentido del humor
Amor, juego y sentido del humor, ingredientes perfectos para superar el miedo. Proponemos recursos que combinan los tres.
- Buscando los miedos: Podéis mirar juntos si hay monstruos debajo de la cama. Al hacerlo contigo, se sentirá comprendido. Al ver que no hay nada se tranquilizará y, además, se sentirá valiente por atreverse a comprobarlo, lo que reforzará su autoestima.
- Miedos pasados: Pregúntale acerca de miedos ya superados y hablad sobre cómo dejó de sentirlos; si fue al bailar, jugar con un amigo, o con qué actividad lo afrontó.
- Rutinas antimiedos: Antes de acostarse, leed o escuchad música relajante. Evitad ver o leer contenidos que puedan asustarle. A Kai le asustan los monstruos sólo por la noche “porque en los dibujos, cuando los ve, está oscuro”; “¡durante el día se esconden!”, exclama.
- Visualizaciones: Cuando el miedo aparezca, proponle pensar en una persona o situación que le guste. Así, a Max Gilabert, de 9 años, que tiene miedo al irse a dormir, le invito a pensar en la galleta que se come mientras hablamos o en el gol que ha marcado hoy.
- Pintando fantasmas: Anímale a dibujar sus temores. Luego debe convertirlo en algo gracioso o alegre. A Kai le propongo que dibuje el monstruo que le genera pesadillas y que, al terminarlo, lo pinta de colores alegres, purpurina y pegatinas. Le explico que con esos ingredientes, por arte de magia, el monstruo se convierte en bueno. Kai se alegra.
- Pidiendo ayuda: Por último, recuérdale que es muy lícito pedir ayuda. Como Frida quien, en el cine, no duda en agarrarse del brazo de su padre. A ella, las películas de terror le asustan, pero el pedir ayuda no. Y es que pedir ayuda es de valientes. Aunque a Clara de 10 años, no le gusta pedir ayuda. Le pregunto si prefiere llorar o un abrazo de sus padres. Entre regañadientes, se decanta por lo segundo.
Fluir pese al miedo
Como Frida o Kai, con práctica y apoyo, los menores aprenderán a regular el miedo. Como adultos, nuestra responsabilidad es acompañarles durante este proceso. De este modo, crecerán con la tranquilidad de contar con una red de apoyo. Una red con la que desahogarse e idear recursos para espantar a sus “monstruos” y avanzar. Así, lejos de bloquearse y sufrir, podrán fluir y sentir bienestar a lo largo de su vida.
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