Aunque Gustav Klimt (1862- 1918), conocido por El beso, es el mayor representante de la escuela modernista vienesa, pero creemos que tuvo una aportación especial a la vida, cuyos efectos percibimos incluso hoy día. Es una figura imprescindible cuando hablamos de la historia de la moda. Klimt, logro fusionar arte, reforma y moda, y fue su relación con Emilie Flögue, con quien compartía la vida, y el trabajo de las hermanas Flöge en su salón de alta costura, quienes le animaron a inmiscuirse en este nuevo mundo.
La mayor parte de su obra tiene como protagonista a la figura femenina, de la que destaca su ligereza y formas sensuales, así como los coloridos diseños enmarcados en oro con que viste a sus modelos, y que sirven para realzar más lo que él considera importante en cada personaje, especialmente en los retratos. Su creatividad, en un momento de liberación de la mujer, le llevó a inspirar y diseñar una corriente de moda que incluso hoy día podemos admirar y reconocer en el diseño actual.
Hay que destacar la influencia en su obra de los mosaicos bizantinos, que le inspiraron para producir un modo de creación muy distinta a cualquier otro que se hubiera visto hasta ese momento, recreando miles de detalles adornados con el uso de un gran colorido enmarcado por el oro, además de recurrir a figuras voluptuosas en retratos de gran tamaño, todo de acuerdo con la estética simbolista de su época.
El siglo del cambio
A principios del siglo XX surgen diversos movimientos artísticos que tuvieron gran repercusión sobre la moda como es el caso del modernismo o del futurismo. Ya antes de la Primera Guerra Mundial, y en especial durante los años veinte, los artistas de toda Europa trataron de redefinir las prendas de vestir con intentos de reforma del vestido. En particular, movimientos que reivindicaban la eliminación del corsé, tuvieron dos corrientes, una apoyada por médicos, entre la que cabe destacar la Rational Dress Society y su expansión comercial a través de Liberty (creada en Londres 1884), y una segunda vertiente liderada por artistas, en la que se encuentra la obra de nuestro autor y su musa.
Pero esto ya había comenzado antes, ya que a finales del siglo XIX, movimientos como el Arts and Crafts y el modernismo, ya se postulaban con la pretensión de establecer un puente entre el arte y la vida. Así, al cabo de poco tiempo llegaron a todos los campos de las artes plásticas. Sus aspiraciones se basan en gran medida, en las ideas de John Ruskin y William Morris, que se podría resumir en la bonita idea de “democratizar la belleza”, en el sentido de que hasta los objetos más cotidianos sean bellos y asequibles a toda la población, pero sin utilizar las nuevas técnicas de producción masiva.
Un importante exponente fue la Secesión vienesa, en la que se encontraban artistas como Gustav Klimt, Koloman Moser, Ferdinand Andri y Joseph Maria Olbrich, que lideraron los movimientos artísticos emergentes, reivindicando una concepción propia y alejada del resto de movimientos europeos. En 1903 fue fundada la Wiener Werkstätte, los Talleres Vieneses, por Josef Hoffmann, Koloman Moser y Fritz Waerndorfer, todos ellos amigos de Gustav Klimt, y que surge como una prolongación de la creación artesanal de la Secesión con la intención de dar valor a los oficios relegados a un segundo plano por la producción industrial. Su idea básica consistía en alcanzar la armonía de todos los aspectos de la persona a través de una nueva arquitectura y mediante la creación de muebles, tapices, porcelana y otros objetos de uso cotidiano.
En 1911, la sección de moda confeccionó unos vestidos con un diseño muy novedoso ya que pretendían contribuir al proclamado ideal de armonía. El inicial corte en forma de saco los hacía muy uniformes, al igual que pasaba con los denominados “vestidos de la reforma”, que surgieron tras el debate abierto sobre los efectos del corsé y los primeros movimientos en contra del mismo, sin embargo, poco a poco fueron ganando en elegancia gracias al corte imperio, que se alejaba de las líneas del cuerpo y presentaban una silueta muy estilizada. Este movimiento rompía por completo con la silueta de la Belle Epoque y ponía de manifiesto un ideal de belleza más natural.
Las propuestas de los Talleres Vieneses se fundamentaban en el diseño gráfico y textil asiático, el arte popular y el arte abstracto contemporáneo. De sus talleres salieron algunos de los estampados más interesantes de la época y el propio Klimt recrearía algunos de estos estampados en sus pinturas.
Retratos a Emilie Flöge realizados por Klimt con dos de sus creaciones, 1906.
La inspiración y trabajo de Emilie Flöge
Emilie Flöge (1874-1952), nació en Viena, en una familia de la pequeña burguesía, en 1874. En 1891 su hermana Helene se casó con el hermano de Gustav Klimt, Ernst. Entre Emilie y el pintor, que era doce años mayor, se estableció una relación amistosa y profesional muy estrecha, pero la naturaleza de esta relación ha sido un tema de especulación hasta la fecha. Sólo una cosa es cierta: se presentaban como una pareja para el público, sentían un profundo aprecio uno por el otro, pasaban mucho tiempo juntos y se inspiraron mutuamente.
En 1895 Pauline, una de las hermanas de Emilie Flöge, abrió un taller de costura y en 1904, las dos hermanas, junto con la tercera, la entonces ya viuda Helene, abrieron la empresa de confecciones Schwestern Flöge (Las Hermanas Flöge) en un edificio llamado Casa Piccola (1b Mariahilferstraße), con dos líneas de trabajo, convencional y moderna, que funcionó por más de 30 años, hasta 1938. Desde 1904las tres hermanas dirigirían el «Salón de las hermanas Flöge», uno de los salones de costura más conocidos de Viena, de cuya imagen de marco se encargó Klimt, al que probablemente se debe el logotipo de la casa, así la creación de un gran número de vestidos. El logotipo de la casa aparecía en el papel de cartas, en las facturas y transformado en etiqueta tejida era cosida.
El estudio de alta costura fue diseñado por el grupo de artistas de los Talleres Vieneses – Wiener Werkstätten y la decoración estuvo a cargo de Josef Hoffmann y Koloman Moser, y estaba decorado con el mobiliario típico blanco y negro de los Talleres Vieneses.
Emilie Flöge fue la gerente de la sección de artes y artesanía de la empresa. Viajaba a París y Londres dos veces al año para asistir a desfiles, comprar tejidos y coger ideas de cortes para sus nuevas colecciones, adaptando las ultimas tendencias de la moda a los cuerpos más voluptuosos de las mujeres vienesas. El estudio de las hermanas Flöge, con glamurosos diseños en atrevidos estampados, era un punto principal de referencia en Viena para los amantes de la moda. Habiendo desterrado el uso del corsé, apostaron por las prendas sueltas, mientras Gustav Klimt dibujaba algunos modelos para ellas, al tiempo que trató de introducirlas en la alta sociedad que conocía bien como su clientela, al retratar a muchas señoras de esta clase. En los momentos de gran auge del negocio, llegaron a contratar a más de 80 costureras profesionales. Así, la mayor parte de su clientela giraba alrededor del propio Klimt, principalmente se trataba de personas pertenecientes a la alta burguesía industrial y financiera, y por lo general muy liberal y abiertos a las nuevas ideas reformadoras propias del cambio de siglo. En este trabajo compartido, se puede observar como muchos de los patrones en los vestidos de Emilie Flöge fueron diseñados por Klimt y él a su vez llevó al lienzo la riqueza textil y ornamentación geométrica del Reformkleidung.
En 1906 Emilie Flöge y Gustav Klimt llevaron a cabo una sesión fotográfica, ella como modelo y él detrás de la cámara. En esta memorable sesión fotográfica fue el mismo Klimt quien se colocó detrás de la cámara, eligiendo los encuadres como si estuviera componiendo sus propias pinturas. Hay quien considera que Emilie fue la primera modelo y Klimt, el primer fotógrafo de moda. Dicha sesión tuvo lugar cerca del lago Attersee, en la Alta Austria, donde ambos solían veranear. Con el campo, los jardines y orillas del lago de decorado de fondo, presentaron diez variaciones de vestidos de verano largos; prototipos de los trajes nacidos de la reforma vienesa de 1900, creados por artistas, respondiendo a las tendencias de la moda. De esta manera Klimt no solo crearía un catálogo para las clientas del salón, sino que fue el primero en fotografiar moda en plena naturaleza.
Emilie Flöge creó el estilo que se conoce como «vestido reformado», un estilo considerado rebelde y radical en el que los vestidos diseñados eran simples, de corte sencillo, casi una caja y se usaban sueltos. Varios son una reminiscencia de kimonos y túnicas del norte de África y con influencias, desde el folklore eslavo al bordado rumano.
Klimt, que tenía devoción por las mujeres y era un entendedor nato de lo sensual y de la figura femenina, plasmó las ropas más bellas salidas de su propia imaginación en sus cuadros. Rendido a un simbolismo decorativo, el dorado inunda su obra remitiéndonos a los mosaicos bizantinos, para unirse con las sinuosas formas del Art Nouveau.
Retrato de Emilie Flöge, 1902
No se sabe con exactitud hasta dónde llegaron las aportaciones de Klimt, en la creación de estos diseños, pero sí sabemos que firmó las que probablemente son las primeras fotografías de moda, con una singular modelo, su compañera Emilie Flöge.
Sin embargo, al observar la indumentaria en la obra de Klimt, podemos constatar la relación de esta con la filosofía de los Talleres Vieneses, ya que se observa una imagen romántica y sensual de la mujer. Líneas sinuosas y fluidas, alejadas de la imagen encorsetada de la mujer, en la que además los estampados y los colores tienen una especial relevancia. En El beso, probablemente su obra más conocida, se puede observar esta percepción de la mujer muy claramente, ya que retrata la sensualidad y sinuosidad del cuerpo de la mujer, incluyendo motivos florales y círculos, mientras que en el hombre utiliza la simbología de rectángulos y formas más lineales en colores neutros.
Las siluetas fluidas de Klimt y Flöge tomaban inspiración de las túnicas africanas y los kimonos, la influencia exótica también estuvo presente en las telas estampadas y mosaicos. Los patrones de sus vestidos se inspiran, además de los mosaicos bizantinos, en técnicas de esténcil japonesas. Las creaciones de Flöge anticiparon una silueta libre del corsé y una independencia femenina económica y política (ambas cosas llegarían después de la Primera Guerra Mundial). A pesar del valor de esta corriente, el Reformkleidung vienés no pudo imponerse como tendencia, por lo que no tuvo una amplia clientela.
Desde la perspectiva actual, Emilie parecía estar interesada principalmente en los ornamentos, patrones y colores.
Tanto antes como después del cambio de siglo, los movimientos de reforma artísticos situaban al vestido dentro de un amplio concepto estético. No obstante, los denominados vestidos de la Reforma, en forma de saco, no se impusieron, aunque sí que representaron un cambio decisivo, ya que como mínimo se había conseguido abrir el debate público sobre la estética y la comodidad en la moda. El desarrollo de estos movimientos, junto con el contexto histórico, favoreció la posterior evolución de las prendas femeninas, incluido el corsé. Aunque la evolución del corsé hacia formas menos perjudiciales para la salud, y su posterior desaparición, se suele unir al nombre de Poiret, lo cierto es que ya se habían dado los primeros pasos, lo que facilitaba que la nueva silueta presentada por Poiret tuviera la repercusión que llegó a tener.
El Reformkleidung era un movimiento que buscaba la reforma del vestuario de la mujer influenciado por el feminismo Vienés, que veía en la indumentaria un espacio de manifestación política para la liberación, física y simbólica, de las presiones a las que era sometida la mujer. Eliminando prendas restrictivas como el corsé generaban la posibilidad de superar el capricho de la moda y la obligación femenina de seguirlo, ya que el corsé de aquella época podía ser tan ceñido que causaba desmayos, lesiones y deformaciones en las costillas.
La colección de Emilie Flöge no fue un fenómeno aislado. Alrededor de 1900, para la burguesía urbana, estaba de moda mostrar interés por la producción artesana o artística de la población rural. El darles una importancia estético-artística a los objetos de este arte, llegó finalmente a influir en el desarrollo de estilo modernista.
Las grandes innovaciones del siglo XIX, el aumento del trabajo industrial, fueron percibidos como el comienzo de una «nueva era», que al parecer suponía la pérdida de lo antiguo. Por lo tanto, hubo un enorme interés en la recolección, la recuperación y la preservación del pasado, de la creación popular, de lo histórico y de lo tradicional. Los estudios del folklore y la etnología se convirtieron en una verdadera ciencia y como parte resultante de esto, en 1895, se fundo el Volkskundemuseum, el Museo Austriaco de folklore. En 1998, estel Museo adquirió 369 artículos de la colección de tejidos de Emilie Flöge, que incluía algunas piezas Art Deco cuyo diseño se atribuye a Emilie Flöge.
El libro «Klimt y la Moda», del autor Christian Brandstatter (editorial H. Kliczkowski), reúne las fotografías tomadas a Emilie vistiendo las creaciones de ambos junto con los cuadros más célebres del artista que muestran tanto su visión de la moda, como la estrecha comunión, pocas veces vista, entre el arte y la moda.
Pero de vuelta a nuestra época, los diseñadores han demostrado que esta animadversión está más que olvidada y han tomado el estilo de Klimt como fuente directa de inspiración. Dior, Lanvin, Missoni o McQueen han creado prendas que homenajean sus pinturas, rindiéndose a sus inagotables dorados y a sus imaginativos estampados. Aunque sin duda el que lo interpretó con más dramatismo fue John Galliano, para Dior, en su desfile de Alta Costura en la primavera de 2008, -y que fotografío de Peter Lindberg-, para la editorial de Harper’s Bazaar, USA.
“Klimt comprendió profundamente la naturaleza femenina y, como verdadero ser sensual, la creó bebiendo de sí misma; sintió cada línea de su cuerpo y de sus vestidos, cada sonrisa y cada gesto, captado al acariciar cada expresión de su vitalidad.” – Hans Tietze
Fuentes:
- Bolaños, María. (2007). Interpretar el arte a través de las obras maestras y los artistas más universales. Contrapunto.
- Holzwarth, Hans Werner y Taschen, Laszlo (Eds.). (2011). Arte Moderno. Una historia desde el impresionismo hasta nuestros días. Taschen.
- Néret, Gilles. (1993). Klimt. Taschen.
- Christian Brandstätter, H. Kliczowski, Klimt y la moda
- http://elartedelamodalamodadelarte.blogspot.com/2013/06/gustav-klimt-by-john-galliano.html
- Imágenes – Cultura Inquieta
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