Es verdad que no se sabe el día exacto en que nació Jesús de Nazaret. También que muchas costumbres relacionadas con la Navidad parten históricamente de otras que eran paganas. Sin embargo, pocas personas hoy día verían en eso un impedimento serio para dejar de observar lo que para ellas es solo una simple tradición, algo parecido al uso matrimonial del anillo de bodas, que a pesar de que también tiene un origen pagano, son muchas las personas que lo usan hoy día sólo como un símbolo de unión en el matrimonio.
El caso es que a muchas costumbres antiguas se les dotó de un significado cristiano. Por ejemplo, Bonifacio, evangelizador de Alemania, derribó el árbol que representaba al dios Odín y en el mismo lugar plantó un pino, símbolo del amor perenne de Dios. Lo adornó con manzanas y velas dándole un simbolismo cristiano. Las manzanas representaban las tentaciones, el pecado original y los pecados de los hombres; las velas representaban a Cristo, la luz del mundo y la gracia que reciben los hombres que aceptan a Jesús como Salvador.
Esa costumbre se difundió por toda Europa en la Edad Media. Por medio de la Conquista española y las migraciones, la Navidad también llegó a América. Poco a poco, la tradición fue evolucionando: se cambiaron por ejemplo las manzanas por esferas, y las velas por focos que representaban la alegría y la luz que Jesucristo trajo al mundo.
Y así se podrían citar muchos otros ejemplos. Y es que al dotar de un significado cristiano ciertas costumbres, lo único que se pretendía en el fondo era que se recordara a Jesús de Nazaret y lo que su oferta de sentido ha significado para la humanidad.
Navidad, una oportunidad para la reflexión
Pero también es verdad que habría que preguntar cuántas personas recuerdan realmente hoy día a Jesucristo cuando llega la Navidad, si ese tiempo solo sirve como excusa para consumir más o festejar, olvidándose por completo de que la razón de ser de la Navidad es solo recordar la venida del Hijo de Dios como hombre y su profundo significado para la humanidad. Y es que siendo sinceros, habría que reconocer que desde la perspectiva cristiana, a Jesucristo se le debería recordar no solo ese día, sino todos los días de la vida.
Por ejemplo, en la siguiente fotografía puede verse cómo un soldado británico y otro alemán intercambian cigarrillos y otros regalos durante la tregua de la Navidad de 1914. Al acabar la I Guerra Mundial en 1918 habían muerto unos veintidós millones de seres humanos. ¿No hubiera sido mejor que los hombres hubieran mantenido ese espíritu de paz y conciliación todos los días de todos los años y no tener que esperar a sólo unas fechas concretas?
Es verdad que no puede esperarse que porque se celebre la Navidad las cosas a nivel social van a mejorar de manera automática. La navidad no es para eso. Pero por lo menos es un tiempo que podría servir para compartir afecto sincero con otros y también, en el caso del creyente, una oportunidad para la reflexión acerca de cómo va su relación personal con Dios y si él mismo es una luz para otros.
En lugar de decir «Feliz Navidad», algunos dicen «Feliz Solsticio de Invierno». Pero el solsticio de invierno ya lo celebraban diferentes pueblos paganos antes del cristianismo. Nada tiene de nuevo que algunas personas lo celebren en estos días otra vez. Otros también aprovechan estos días para reivindicar lo que supuso «la luz de la razón» o la llamada Ilustración. En el cristianismo sin embargo, la verdadera luz proviene de Jesús de Nazaret por mostrar una faz de Dios nunca antes conocida y por su seria oferta de sentido y esperanza. Esa es la razón por la que muchas personas no solo le recuerdan en unas fechas concretas, sino todos los días de su vida.
La Navidad no es Halloween, ni una simple celebración secular más. Y nada tiene que ver con el consumismo voraz. Tiene más bien a Jesucristo como su razón de ser, fuente de paz, ánimo para el espíritu y firme esperanza. Y eso, muy a menudo se olvida. Por eso, la Navidad adquiere pleno sentido entonces, sólo y cuando el centro de su alegría es la luz obsequiada por Dios a través de Cristo Jesús a todos los hombres.
“Y tú, oh Belén, en la tierra de Judá, no eres la menor entre las ciudades reinantes de Judá, porque de ti saldrá un gobernante que será el pastor de mi pueblo Israel». – Mateo 2:5-7 (NTV), citando al profeta Miqueas 5:2.
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido». – Mateo 4:5-7, NVI.
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