Así empieza uno de los villancicos más populares y que mejor reflejan lo que el Niño-Dios nos trae al nacer, paz y amor. El mundo está necesitado de paz, pero esa paz solo se logrará, si cada persona y cada familia tiene paz, y la sabe transmitir.
Todos conocemos a personas que dan paz y a otras que no lo logran. Da paz, el que tolera los errores, el que perdona, el que se pone en el lugar del otro, el que respeta al otro y no le juzga, el que está por encima de lo que nos separa y se fija en lo que nos une, el que sabe escuchar, etc. Estas actitudes, sin duda, nos ayudan a conseguir que en nuestros hogares reine la paz y la alegría, así como entre nuestros amigos y conocidos.
En todos los lugares del mundo, la llegada de un niño es siempre un motivo de alegría. Por esto, la sabiduría popular, en el caso del “dies natalis” o nacimiento del Niño Jesús, expresa esa alegría por medio de los villancicos, como por ejemplo se recoge en las siguientes estrofas: “Pero mira cómo beben los peces en el río. Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido”.
Vivir la Navidad es abrirle el corazón a Dios, para que se aposente en él, para llegar a tener sus mismos sentimientos y, así, podamos tratar a nuestros familiares y amigos como ellos se merecen.
Hay personas que les resulta difícil vivir la alegría de la Navidad porque echan de menos a sus seres queridos, ausentes o fallecidos. En estos casos, ayuda volver a pensar que ellos están siempre en nuestro corazón, así que nos acompañan en esta celebración tan especial. Sobre todo, ayuda el dejarnos sorprender por la providencia amorosa del Hijo de Dios y su mirada.
Otro villancico nos recuerda que el Niño se muere de frío. Hoy en día, ese frío puede identificarse con la frialdad que reina en muchos corazones al no acoger al Niño-Dios como se merece, o cuando pensamos que no le necesitamos, o bien, cuando la Navidad se reduce a organizar comidas familiares, comprar regalos, etc. Podemos sofocar ese frío dirigiendo pequeños detalles de amor al que va a nacer y a nuestros seres queridos, sirviéndoles con alegría. También, podemos sofocar el frío, físico o afectivo, de las personas que lo padecen, con nuestra compañía o con alguna ayuda material.
Para terminar, deseo que todos descubramos, en la “cátedra de Belén”, donde están Jesús, María y José, el verdadero espíritu de la Navidad, para llegar a ser sembradores de paz y alegría.
¡Feliz Navidad!
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