Todos hemos oído alguna vez frases como “la esperanza es lo último que se pierde” o “mientras haya vida hay esperanza”, y también conocemos la famosa caja de Pandora, que cuando se abrió se extendieron todos los males sobre la tierra, pero en el fondo de la caja quedó la esperanza. De hecho, la esperanza es fundamental para el ser humano, es el motor que nos impulsa a conseguir lo que queremos y a mantenernos ilusionados con la vida. Tanto es así, que su falta aboca a la tristeza o depresión.
La Real Academia Española define la esperanza como “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea” y la esperanza cristiana “como virtud teologal por la que se espera que Dios conceda los bienes que ha prometido”.
Tanto el optimismo como la esperanza se relacionan con estados de ánimo agradables y deseables. Son dos conceptos que, en ocasiones, se confunden ya que confluyen en algunos aspectos. El optimismo es una actitud positiva, un hábito mental, un modo de pensar que nos sale de manera espontánea.
Si embargo, la esperanza es una tendencia a ver las cosas deseables como posibles. Una persona esperanzada es aquella que cree que el futuro puede cambiar, que está convencida de que siempre hay soluciones; que espera cosas positivas del futuro. Por ello, se esfuerza en encontrar nuevas oportunidades.
Tener esperanza es un convencimiento fortalecido por la fe, para un católico “el hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada” (Proverbios 18:19). Esperanza unida a la fuerza del amor positivo relacionado con la espera. La falta de esperanza hace que perdamos o se pierda el interés por conquistar nuestros objetivos, dejamos de luchar, no somos capaces de reinventarnos.
Vivir esperanzados implica fijarnos en aquellos aspectos que nos motiven positivamente. Incorporar la esperanza en nuestra vida implica cultivar ciertos hábitos y enfocarnos en aspectos que nos brinden motivación y una perspectiva positiva.
Cultivar una actitud de esperanza positiva frente a situaciones difíciles o adversidades requiere de práctica constante. No se trata de ignorar los problemas, sino de aprender a enfrentarlos desde una perspectiva más positiva y constructiva.
Te animo a vivir y reforzar tu esperanza, para ello necesitas tener la firme decisión de pensar en positivo, ver tus retos como posibles de alcanzar, convencerte de que el bien vence y que si a lo que aspiras te conviene, con tu esfuerzo lo lograrás.
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