Aunque siga la queja de que la mujer siempre ha estado marginada, la realidad es que en la historia siempre hubo mujeres que lucharon por sus sueños y sus ideas, sin renunciar a cuidar a los demás, y sus sueños se cumplieron.
Sigrid Undset fue una escritora noruega que obtuvo el premio Nobel de Literatura en el año 1928. Gran Humanista, fue una de las primeras personas de su país en alertar contra el nacismo.
Su madre, Charlotte Gith, pertenecía a una familia noble burguesa de Kalundborg, Dinamarca, ciudad donde nació Ingrid, y es allí donde la autora pasaría los dos primeros años de su infancia.
Su familia se trasladó a Christiania (capital de Noruega y actual Oslo) donde su padre, Ingvald Martin Undset, era profesor en la Universidad. Su trabajo de catedrático de Arqueología, especializado en la Edad del Hierro en Europa, y cuyas investigaciones poseían un reconocimiento internacional fueron clara influencia en la temática elegida por la joven autora, que creció en un ambiente marcado por la cultura, la investigación y la curiosidad, en el que se hablaba tanto alemán como francés. Puede afirmarse que aprendió todo en su hogar, ya que además de este ambiente, fue allí donde recibió clases hasta su incorporación a la escuela en el tercer grado, siendo sus padres quienes ejercieron el papel de educadores en su sentido más literal, y su madre quien marcaría de modo determinante su vocación y pasión a las letras:
«Mi madre censuraba duramente con mano de hierro los libros para niños. Todo lo que era sentimentalismo estúpido o vulgar, todo eso lo sacó de mis manos y lo despreciaba. Así que yo tenía que conformarme con Homero o con las comedias de Molière o tal vez con los poetas italianos del Renacimiento«.
Era su padre quien le leía la Biblia (cuyas creencias recuperó de adulta), siendo también quien la introdujo en su disciplina, al permitir que la niña escuchara las conversaciones sobre arqueología e historia que mantenía con sus compañeros (actividad que la joven Undset realizaba con pasión y concentración absolutas); y fueron estas conversaciones las que sembraron la semilla del afán investigador, al que se unió el gran interés de Ingrid desde su infancia por la Edad Media que, mezclado con la belleza del paisaje nórdico, sus bosques y fiordos, sus montañas nevadas, crearon el ambiente elegido para sus novelas, en las que los personajes antiguos tienen los mismos pensamientos y las mismas ansias que los hombres modernos.
La muerte prematura de su padre, cambió de forma drástica la vida de la familia Kalundborg. Sigrid, al ser la mayor de tres hermanas, ocupó en su hogar un papel protector respecto a sus hermanas, teniéndose que encargar de sostener a los miembros de su familia. Tuvo que luchar por la vida, empezando a trabajar a los 16 años tras finalizar sus estudios comerciales como dactilógrafa y secretaria del director de una compañía alemana de ingeniería. Trabajaba de día y escribía de noche y durante diez años ganó su propio sustento, viendo la luz su primera novela en 1907, La señora Marta , cuya buena acogida le permitió abandonar su antiguo trabajo y conseguir una beca que la llevó a Roma para formarse en lo que era su verdadero sueño. Y fue allí donde conoció a Anders Castus, un pintor noruego nueve años mayor que ella y con tres hijos de su anterior matrimonio con el que se terminó casando.
Tras su boda tuvo que renunciar a su vocación para poder atender a su nueva familia, ampliada por sus propios hijos. La segunda hija de Undset y uno de los hijos de Castus necesitaron una atención especial, de forma que solo no le quedaba tiempo para escribir por la noche ya que no quería renunciar a hacerlo.
El matrimonio, la maternidad, la I Guerra Mundial y la neutralidad noruega transformaron a la mujer, y a la escritora.
Al nacer sus hijos dejó casi por completo el mundo de las letras para dedicarse por completo a la maternidad. Tras varios años de matrimonio, y embarazada de su tercer hijo, es abandonada por su marido quedando al cargo tanto de sus hijos como de los hijos del anterior matrimonio de su exmarido cuidando de ellos por el día y escribiendo por las noches.
En esta situación el Estado decide darle una pensión oficial: a partir de ese momento comenzó a recibir el equivalente al salario de un escritor de por vida, así que con ingresos asegurados y estables, hizo lo que actualmente hacen muchas mujeres y buscó la ayuda de una trabajadora doméstica que cuidara de su hija Mosse, que tenía problemas cognitivos. Compró la casa donde vivían alquilados y una pequeña casa contigua que integró en la finca convirtiéndola en su oficina siendo un retiro silencioso en el que pudo seguir escribiendo. Activa y con gran organización, tradujo tres sagas islandesas.
Todas las situaciones que tuvo que superar por ser mujer la motivaron e impulsaron a implicarse plenamente en movimientos sociales y políticos a favor de los derechos y libertades de las mujeres.
Con cuarenta y tres años de edad, aproximadamente en 1924, se convirtió al cristianismo, cuya experiencia narra en Gymnadenia (1929) y en La zarza ardiente (1930). A partir de esta fecha sus obras empezaron a contar con la luminosidad de una fe viva y creciente.
«El principio religioso llevó a Sigrid Undset a la novela monumental, construida con materiales históricos y psicológicos, sobre la base religiosa del pecado, la confesión y la expiación. El pecado que no se confiesa al ministro de Dios pero que este absuelva al pecador y le imponga la penitencia expiatoria es una infección que corroe el alma y que infecta a su vez a cuantos rodean al que pecó. Sobre ese eje gira la multivariada [sic] acción de Olav Audunsson […]. Sigrid Undset establece, pues, como suprema lección de su novela, el principio católico de la confesión, frente al luterano del arrepentimiento íntimo y de la reparación espontánea» (Lázaro, 1958, pp. 24-25).
En 1928 recibió el premio Nobel de Literatura para, poco después, ser nombrada presidenta de la Sociedad Noruega de Autores (la primera mujer en conseguir dicha posición).
Durante la II Guerra Mundial tuvo la desgracia de presenciar el fusilamiento de su hijo mayor y el incendio de su hogar. Fue perseguida por el partido fascista al posicionarse radicalmente en contra de ellos, posicionamiento ideológico que acabaría obligándola a huir. El viaje de huida fue mucho más fantástico que sus obras ya que tuvo que hacer un viaje en esquíes hasta la frontera sueca para atravesar Rusia y en el transiberiano llegar a Siberia, desde donde pasó a Japón y finalmente a Estados Unidos.
Terminada la guerra vuelve a su país en 1945. El 10 de mayo de 1949 murió en Lillehammer a la edad de sesenta y siete años.
Sus primeras novelas fueron La señora Marta Ulia (1907), Jenny (1911) y Primavera (1914), en las que escribió en contra de los defensores del «amor libre». Incrementó y consolidó su fama con Las mujeres sabias (1918) y el ensayo Punto de vista de una mujer (1919). Sus obras más conocidas son Kristin Lavransdatter (1920-1922) y Olav Audunssön (1925-1927), en las que trata el permanente conflicto entre el amor terrenal y el divino. Otras obras que cabe destacar son la novela La esposa fiel (1936) y Madame Dorothea (1939), su autobiografía, Los años más largos (1934) y su famosa biografía sobre Catalina de Siena (1951).
“La vida de Sigrid Undset resume un cálido mensaje femenino. No retrocedió nunca ante el ideal. Fue fuerte y firme como las heroínas de las sagas y leyendas escandinavas que de niña oía relatar con asombrados ojos, en la casa de Kallundborg, Dinamarca”. – Mignon Domínguez
La obra de Sigrid Undset es uno de los fenómenos más notables de la literatura del siglo XX. Ella es una de las poquísimas autoras contemporáneas de las que se puede utilizar el adjetivo «grandiosa», escribiría un crítico sueco en 1927, un año antes de que recibiera el Premio Nobel, y no es una exageración. En sus obras se tocan los temas del presente y de épocas lejanas, escribiendo sobre personajes de la Edad Media que en sus líneas están tan vivos como cualquiera de sus personajes contemporáneos. Su exacto conocimiento de la historia hace que no sólo sea contemporánea de su propio tiempo, sino también del pasado, de la historia… El pasado no está lejos cuando escribe sobre el presente, ni el presente cuando escribe sobre el pasado.
Su descripción de la realidad es audaz. Transmite una imagen fiel de la humanidad, de las pasiones, el odio y el amor, la traición y la lealtad, lo idílico y lo trágico, de toda la vida, desde el movimiento del embrión en el vientre materno hasta el envejecimiento del cuerpo y la muerte, desde el olor a sangre que desprende un niño cuando viene al mundo hasta las formas más elevadas de existencia consciente, todo esto lo presenta sin rastro de idealización romántica o artificialidad, en su total realidad.
Pocos escritores han penetrado tan profundamente en aspectos desagradables de la vida, en la indigencia y la miseria de la humanidad. “No deberíamos cerrar los ojos”, dijo en una charla con otros escritores católicos en América durante la última guerra, «a lo espantosa que es la vida humana». Incansable, decide no cerrar los ojos ante lo más escandaloso de todo: la responsabilidad y culpabilidad del hombre de su miseria, de la miseria de la humanidad. Tampoco tiene miedo en esta denuncia, de hecho, es en esto donde muestra su especial audacia, la audacia que posee en mayor medida que la mayoría de nosotros. Se impone la fe y el ansia de eternidad del hombre.
Sin embargo, la relación de Sigrid Undset con la literatura actual se encuentra en un plano más amplio que el puramente literario, está en lo común a la humanidad. Esta relación está en un movimiento de inspiración cristiana que se ha expresado de muchas maneras en el pensamiento del siglo XX, y que en la literatura se ha hecho sentir tan firmemente que ha sido llamado con razón Renacimiento cristiano.
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