Jueves Santo, el día del Amor fraterno
El amor es el motor de muchas de nuestras acciones, una vida sin amor es una vida triste. Siempre buscamos a quien amar o quien nos ame, incluso la sorprendente sustitución de niños por perros es un tipo de amor, más egoísta, porque busca cuidar a alguien que no le quite mucho tiempo o no genere preocupaciones más allá de darle de comer y los paseos necesarios para hacer sus necesidades, pero al final es cuidar algo o a alguien. Los perros nos responden de modo instintivo, y las personas son más complicadas, necesitan tiempo y paciencia, y eso ya es un bien escaso, especialmente en una sociedad donde el egoísmo utilitarista está de moda.
De tanto mirarnos el ombligo nos estamos quedando miopes emocionalmente y en lugar de pensar en amar, solo pensamos en que nos amen, o en amarnos a nosotros mismos.
Nos empujan a evitar a las personas toxicas, esas que en teoría no te hacen bien aunque no sean malas, pero que son un gran terreno para entrenar la paciencia. ¿Pero cómo vamos a amar a nuestros enemigos si hacemos esto? ¿Cómo poder tener empatía o ser asertivos si solo nos rodeamos de los que nos agasajan o nos dan, o nos caen bien, por muy de moda que esté esa palabra? Amar es mucho más, porque si amamos solo a los que nos quieren, qué merito tendremos cómo nos recuerdan las palabras de Jesús.
“Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman.
Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.» – Lucas 6, 27-35
Einstein definió el amor como la fuerza extremadamente poderosa para la que la ciencia no había encontrado todavía ninguna explicación, porque cuando los científicos buscaban una teoría del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. Si queremos que nuestra especie sobreviva, decía, el Amor es la última y única respuesta. Amor es Luz, por él se vive y se muere, el AMOR es Dios y Dios es Amor.
C.S. Lewis nos hablaba también del “Amor como energía divina”. Dios quiere darnos amor, por ello nos crea por amor, el no nos necesita, pero nos crea a su imagen y semejanza para amarnos, y nos da la libertad. Nos muestra el camino pero nos deja elegirlo, aún sabiendo cómo utilizaríamos este regalo, e incluso siendo consciente el daño que haríamos a su hijo Jesucristo por su mal uso.
“Crea el universo previendo-¿o deberíamos decir «viendo», pues en Dios no hay tiempo?- la zumbante nube de moscas en torno a la cruz. Su espalda desollada contra el rugoso madero, los clavos hundidos en la carne atravesando los nervios, la repetida asfixia creciente a medida que el cuerpo desfallece, la reiterada tortura de la espalda y los brazos al enderezar el cuerpo una y otra vez para poder respirar.” – C.S.Lewis, Los cuatro amores.
Y ¿cuál es la forma de amar? El jueves santo Jesús nos dice muy claro cómo hacerlo: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, y a continuación nos mostró, con hechos, no con palabras, cómo hacerlo. A pesar de haber lavado los pies a sus discípulos, les pidió orar con Él y se durmieron, ni siquiera pudieron aguantar el sueño sus más amigos, sus elegidos, que no solo le traicionaron y le entregaron, sino que le negaron, solo Juan y su madre (y algunas mujeres) estaban al pie de la cruz.
Siempre que hablo del amor recuerdo una frase en especial, en mis oídos suenan con fuerza y contundencia las palabras de un Papa fuerte que proclamaba que Cristo, el amor hecho carne nos mostró el modo sublime de amar, y aunque pareciera impotente en la cruz, un fracasado que fue ajusticiado injustamente pese a no haber cometido ningún delito, seguido por multitudes a penas unos días antes, ridiculizado, insultado, ultrajado, maltratado físicamente como nadie lo ha sido la historia, venció.
El Jueves Santo es el día del Amor fraterno, el día en que comienza la Pasión de Cristo que termina con su muerte en la Cruz, modelo para todos y seguido por muchos. Huimos de este modelo de amar porque duele, duele amar así en el matrimonio, duele amar así a tus hijos, duele amar así a tu hermano, cuánto más al que no conocemos y sufre, o finalmente como amor extremo, al enemigo. ¡Cuántas guerras se habría ahorrado la humanidad!
A lo largo de la Historia hay muchas personas, santos reconocidos y santos de la puerta de al lado, personas normales, que también dieron y dan su vida por amor, como también hay diferentes formas de dar la vida. Dios no nos pide sufrir en la cruz, pero hay otras muchas cruces. Se puede dar la vida de formas diferentes, con la renuncia diaria por amor, el sacrificio diario por amor, la entrega diaria por amor… El amor se convierte en la energía del mundo, en el sentido del sacrifico, que como el sacrificio de Jesús, son ejemplo de que se, con la ayuda de Dios, se puede más y mejor.
“Aunque en ocasiones pueda parecernos impotente, Cristo parecía impotente en la cruz…Dios siempre puede más”. – San Juan Pablo II
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