Pocas películas actuales se estrenan con tanta expectación, tanta información y tantas copias como esta versión del clásico de Disney. Desde hace, ya casi, años hemos ido siguiendo sus pasos: el nombre del director, Bill Condon (director de Dreamgirls y de parte de la saga Crepúsculo), la selección del casting (liderado por una convincente y aguerrida Emma Watson que renunció a protagonizar La La Land por dar vida a Bella), el autor de las letras, el diseño de vestuario…
¿Cuál es el resultado de este larguísimo viaje? Una película notable, que probablemente funcionará bien en taquilla, magníficamente producida, bien interpretada… pero que no pasará a la Historia. En resumen, una película notable…pero no sobresaliente.
La película es bastante fiel al clásico de Disney. Reconocemos en ella la misma historia, los mismos personajes, idénticas melodías. Recordamos muchos fotogramas, muchas escenas que –literalmente- cobran vida (o mejor dicho, carne). Esta fidelidad se traduce en una puesta en escena apabullante, absolutamente barroca. Porque, al “encarnarse”, hay escenas que adquieren más vida, color y movimiento. Los diferentes bailes –y en especial el mítico de Bella y Bestia- son solo un ejemplo de esto. Hay que reconocer que la película visualmente es una maravilla. Sin embargo, soy de la opinión que todo este artificio, estos deslumbrantes oros, esas abigarradas fiestas y muchedumbres, esas violentas peleas van minando la sustancia narrativa dejándola al nivel de la raspa de una sardina.
El gran problema de la Bella y la Bestia es que se ha subrayado y trabajado mucho el apartado visual y se ha trabajado menos el guion; de manera que la fuerza del cuento, el romance de la Bella y la Bestia y esa potente moraleja –la belleza está en el interior- quedan como un personaje secundario, casi como una subtrama. Y algo grave falla en un cuento cuando falla la historia.
¿Y lo de película gay?
A la expectación, la información, las copias y la impresionante campaña publicitaria se ha sumado un elemento nuevo a la promoción: la polémica por el elemento gay de la película. Un elemento muy interesante para el marketing porque, desde que el cine es cine, sabe que una buena polémica vende entradas. Las noticias de esta semana con los vetos a la película en Rusia, en Malasia y en algún estado americano han debido hacerse frotar las manos a más de un directivo de Disney.
Mi opinión en este tema es exactamente la misma que en la crítica general de la película. Desde el punto de vista de guion, la película es pobre y añadir un personaje gay no salva de esa pobreza a la historia. Más bien, enreda la -ya de por si- enmarañada amalgama de elementos de esta historia. Se entiende que Bill Condon quiera incluir un personaje homosexual en La Bella y la Bestia (entiendo menos que justo él construya un personaje gay con esos rasgos tan poco amigables). Pero la verdadera cuestión, desde el punto de vista de la crítica cinematográfica, es si esa inclusión favorece o no a la historia. Al final, como casi toda inclusión que se hace bajo una bandera ideológica, termina afectando negativamente a una narración que tiene sus propias coordenadas porque fuerza la historia. Como afectaría negativamente incluir en la película un refugiado sirio, un personaje que ha sufrido un desahucio o un inmigrante mexicano perseguido por Trump, causas todas ellas loables y merecedoras de películas pero que pierden su fuerza cuando se utilizan como cuota didáctica, y que se hacen aún más discutibles –porque rompen más esa lógica narrativa- cuando se usan en un cuento infantil.
Además, como hemos apuntado antes, el personaje de LeFou tiene bastantes problemas de construcción y el protagonismo que se le da, tanto a él como a Gaston, es excesivo. Reconozco que no recuerdo con detalle la presencia de estos personajes en la versión de Disney pero, en esta versión, la omnipresencia de este tándem tan antipático (no dejan de ser los malos, aunque haya redención final) me acabó pesando demasiado.
De todas formas, la película no está pensada para un público infantil…pero no por el personaje de LeFou (que no entenderán los niños) o por el parpadeo gay del baile (que mucho menos) sino porque ni las letras de las canciones, ni parte de los personajes ni, sobre todo, la violencia de algunos momentos están pensadas para ellos. Tienen el clásico animado de Disney: que lo disfruten.