Vivimos en una sociedad compleja, en una de las naciones más antiguas del orbe, somos herederos de la cultura judeocristiana y de unos valores universales que, en los últimos años, pretenden ser socavados por enemigos varios, fariseos travestidos de demócratas que bailan al son los cantos de sirena promovidos desde una agenda globalista.
Desde pequeño, mis padres me legaron el amor por la lectura, una afición que me ha permitido indagar en la historia, en la ciencia política, en el derecho y en otras disciplinas de las ciencias sociales que despertaron mi curiosidad y mi deseo de “aprehender” diversos aspectos de esa herencia cultural. Una herencia cultural nutrida por la filosofía y el racionalismo griegos, la civilización romana, el cristianismo, el latín, el derecho romano, el humanismo, el renacimiento, las comunidades judías en Europa y la reforma protestante, entre otros. Siempre he admirado la civilización romana, cuya caída se produjo, entre otros factores, por la presión de los bárbaros en sus fronteras, por la inestabilidad política y por la debilidad y corrupción de sus gobernantes.
Si tuviera que hacer una comparación entre los días finales del imperio romano y nuestros días, podría colegir que hoy existe una frontera en peligro, una frontera que separa lo moral de lo amoral, lo íntimo de lo público, lo privado de lo estatal, la libertad del absolutismo conformista.
Esa frontera puede definirse como un espacio conflictivo de relacionamiento social y político entre la familia, el Estado y una ideología degenerada que impregna las instituciones, los poderes fácticos, los medios de comunicación social y los organismos internacionales; una frontera en la que se está librando una lucha -quizás la última- por la VIDA, la DIGNIDAD y la LIBERTAD del ser humano.
Esa frontera es LA FAMILIA
Una frontera que los totalitarios de “género” quieren violentar, para consumar un plan de ingeniería social que persigue reducir (cuando no exterminar) a millones de seres humanos, fomentando la homosexualidad, el transexualismo y todas las formas no reproductivas de sexualidad, aniquilando la inocencia de los niños, infantilizando a los adultos y eternizando a los jóvenes en la adolescencia.
Para alcanzar ese objetivo, en España, se han sancionado leyes, se han destinado miles de millones de euros a chiringuitos varios y se ha impuesto la trasversalidad de la ideología de género en todos los contenidos educativos. Quieren convertirte en esclavo, anular tu personalidad, matar cualquier atisbo de disidencia y conducirte como un carnero al matadero de tu “humanidad y singularidad”.
Aspiran a que tú y tu familia viváis de acuerdo con sus deseos, que comáis lo que os digan, que repitáis sus consignas, que neguéis vuestra herencia cultural y biología, que habléis y penséis como os digan y que creáis que cualquier deseo individual debe ser convertido en un derecho.
Te invito a dudar de un relato perturbador que pretende ser hegemónico, porque esa pretensión esconde el objetivo no declarado de eliminar al disidente. ¿Por qué abogar por una sociedad superficial, banal, egocéntrica, individualista y arcoíris, en lugar de preferir luchar por una sociedad basada en valores, en el trabajo, en la meritocracia y que no desprecie la biología y naturaleza humanas?
Quiero invitarte a que te enfrentes a todos los propagadores de un relato falsario y que te sumes a la defensa del Bien de la Verdad y de la Belleza, dando la batalla cultural en tu hogar, en tu trabajo, en tu escuela, en la universidad o en tu grupo de amigos.
¿Estás preocupado por la dependencia que tus hijos tienen respecto a sus dispositivos móviles? ¿Sabes con quién se comunican en redes sociales, qué mensajes reciben, qué vídeos visualizan o qué efectos puede generar sobre su psiquis y desarrollo psico-bio-social?
Te propongo hablar de la familia, pero de la familia en singular, porque -si de imaginación se tratase, ¿por qué no podríamos hablar de familias interplanetarias, de familias interespecie, de familias imaginarias o de familias trastornadas?
¿Te conmueve que, en nuestro país, cada año, casi 100.000 niños sean abortados? ¿Piensas que los niños no tienen derecho a tener relaciones sexuales con quien quieran, por la sencilla razón de que no tienen consentimiento antes de los 16 años? ¿Quieres negar tu propia naturaleza, tus genes, tu herencia cultural y familiar, o tu diferenciación genética, biológica, sexual, neurológica o psicoafectiva respecto al sexo opuesto? ¿Crees que un hombre siempre será un varón, aunque destruya su cuerpo? ¿Crees que una mujer siempre será una hembra, aunque consienta la extirpación de sus senos? ¿O piensas como Shulamith Firestone que el objetivo de una “revolución feminista” no ha de ser otro que alcanzar un punto en que “las diferencias genitales entre los seres humanos deberían pasar a ser culturalmente neutras”, que la reproducción de la especie debe ser sustituida por una “reproducción artificial” y que es imprescindible destruir la “tiranía de la familia biológica”?
Quiero invitarte a pensar sobre estos temas, a hablar sobre los riesgos, peligros y trastornos que pueden afectar a tus hijos, a que denuncies la imposición de lo que parece ser una nueva era de servidumbre; servidumbre a la tecnología y/o esclavitud respecto a las redes sociales, sometimiento a la agenda woke y exposición a una red global que, hipersexualizando a los menores, los convierte en blanco de pedófilos e influencers de género.
¿Te importa que, en el año 2023, 4.227 personas se hayan suicidado? ¿O que, en el año 2022, 4.097 personas hayan acabado con sus propias vidas? Hablamos de 8.324 seres humanos en dos años, frente a las 1.255 mujeres “víctimas de violencia de género” contabilizadas desde el 1º de enero de 2023.
¿Tiene solución?
¿Será que para algunos es más rentable “hacer caja” con estas últimas en lugar de ocuparse de esos miles de personas dolidas, rotas, anónimas que planean terminar con sus vidas?
Si sientes miedo cuando tus hijos salen de casa, ¿Qué sientes cuando están solos con sus dispositivos móviles? Si el cerebro de un niño no ha sido diseñado naturalmente para ser sobreexpuesto a determinados estímulos, ¿por qué, como adulto, le has facilitado el acceso a un dispositivo apenas tienen pueden cogerlo con sus manos? ¿Has pensado que tienen en común la pornografía, la ludopatía y los juegos online? ¿Te preocupa el cerebro de tus hijos?
Te invito a pensar y a informarte sobre cómo el acoso, la ludopatía, la hipersexualización de los niños, el consumo de los estupefacientes, la adicción a las redes sociales o la pornografización a edades tempranas pueden afectarles.
Te invito a que cierres los ojos un instante y que pienses en tu familia, en tus padres, en tus abuelos, y en tus hijos …y que consideres a tu familia como la última frontera, como el límite exterior que ha de ser preservado, por todos los medios, para salvaguardar a nuestra sociedad de su propia destrucción.
¿Consideras que ha llegado la hora de exigir a los poderes públicos que cumplan con el mandato constitucional de asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia y la protección integral de los hijos? Pero, si no lo hacen, ¿por qué no lo haces tú? Hoy puedes comenzar a hacerlo: dialogando, preguntando, escuchando y aprehendiendo de tus propios hijos.
Y si crees, como en Mateo 18:6, que “…cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”, gracias, muchas gracias, por creer y por sumarte a defender La última frontera.
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