Vivimos en la era del ecologismo. La naturaleza se ha convertido en un dios y se cuida al extremo de estar por encima del cuidado al ser humano. Mientras los animales son protegidos con más leyes cada vez, el hombre, en sus etapas de mayor fragilidad como son el inicio y el final de la vida, está totalmente desprotegido, y no solo desprotegido, sino que matarlo aspira a ser un derecho universal.
Lo paradójico es que el cuidado de la naturaleza vino precisamente como consecuencia de la preocupación del daño que el hombre y sus adelantos, estaban haciendo a la humanidad. Rachel Carson fue una revolución en Estados Unidos allá por 1962 por su libro La primavera silenciosa, todo un alegato en contra del uso de los DDT en la agricultura. Evidentemente, las grandes empresas intentaron que su voz no se oyera, pero cada vez más gente leía su libro y más personas se sumaban a la causa, siendo el origen, junto a la obra de Thoreau, de los movimientos ecologistas.
Pero fue unos años antes de ello, en 1956, cuando escribió un pequeño artículo a petición de una revista femenina americana, Woman´s Home Companion, que se titulaba Help Your Child to Wonder (Ayuda a tu hijo a asombrarse) y que fue publicado en 1965, póstumamente, por la editorial Harper con el título The sense of Wonder (El sentido del asombro).
La palabra “wonder” en inglés, tiene dos posibles significados, sorprenderse y preguntarse, y esta autora nos descubrirá lo relacionadas que están ambas, porque lo primero es lo que lleva a lo segundo de forma inmediata. Es en la infancia cuando es más fácil despertar este asombro y cuando el niño se hace más preguntas porque todo, por insignificante y rutinario que pueda parecer, es un descubrimiento.
Rachel Carson murió muy joven de cáncer pero su admiración por la naturaleza dejó un gran legado. Nunca se casó ni tuvo hijos, pero su vida estuvo marcada desde muy joven por el cuidado de su madre y de su sobrino nieto, al que adoptó cuando perdió a sus padres siendo casi un bebé.
Fue la madre de Rachel quien inculcó a su hija un gran amor por la naturaleza, este gran papel fue facilitado por la frágil salud de la niña, cuyo aprendizaje estuvo marcado en largos periodos por el homeschooling.
Se licenció en Biología, pero fue su habilidad para la redacción y su atracción por la investigación científica, las dos características que definieron el mensaje que nos ha dejado. Podemos decir que El sentido del asombro debería ser una lectura obligada para padres y educadores especialmente en el mundo actual invadido de tecnología y de ideas, sin capacidad para reflexionar ni asombrarse ante la belleza.
Pero es la belleza la máxima expresión de la verdad de forma que, si queremos buscarla, deberíamos empezar a buscar formas de no capar la posibilidad de asombro en los niños y jóvenes, y así, de descubrir aquello que nos trasciende.
«El mundo de los niños es fresco y nuevo y precioso, lleno de asombro y emoción. Es una lástima que para la mayoría de nosotros esa mirada clara, que es un verdadero instinto para lo que es bello y que inspira admiración, se debilite e incluso se pierda antes de hacernos adultos». R. Carson
Las aventuras con su sobrino Roger empezaron cuando a penas este tenía 20 meses. Siendo el entusiasmo del niño lo que cautivó a Rachel y animó a compartir tantas experiencias con él: sentir la fuerza del oleaje, el olor del mar, el olor a tierra mojada después de una tormenta, la fuerza y sonido del viento, los truenos, el silencio de la oscuridad de la noche… la migración de las aves, la espera de la aparición de las luciérnagas que descubre el misterio y belleza de la noche, los sonidos de las aves, de los insectos, de los arbustos movidos por el viento o por la huida de algún roedor, hasta la lo que ella llamaba la el timbre del cascabel del hada, al que nunca encontró y cuya existencia sigue siendo una cuestión por descubrir, las estaciones y el cambio que producen en la naturaleza y sus voces.
Cada día es una aventura, vivencias en las que todos los sentidos están abiertos a lo que suceda, están dispuestos a escuchar el mensaje de la naturaleza y disfrutar de él. Le preocupaba mucho la cuestión de mantener el sentido del asombro y creía, no sin razón, que ese guerra se ganaba o perdía en la infancia y era una visionaria al pensar que el gusto por vivir y experimentar la naturaleza ayudaría a no dejarse llevar por todas las amenazas que entonces solo se intuían del mundo actual. «Los placeres que perduran al contacto con la naturaleza no están reservados para científicos sino que están al alcance de cualquiera que se sitúe bajo el influjo de la tierra, el mar y el cielo y su asombro por la vida», escribiría.
«Si los hechos son la semilla que más tarde producen el conocimiento y la sabiduría, entonces las emociones y las impresiones de los sentidos son la tierra fértil en la que la semilla debe crecer…Una vez que han surgido las emociones, el sentido de la belleza, el entusiasmo por lo nuevo y lo desconocido, la sensación de simpatía, compasión, admiración o amor, entonces deseamos el conocimiento sobre el objeto de nuestra conmoción. Una vez que lo encuentras, tiene un significado duradero». R. Carson
Pero para transmitirlo debía conocerlo, y ella era una entusiasta de la naturaleza, entusiasmo que previamente le había descubierto su madre, solo que hay que seguir trabajándolo. Esto es precisamente lo que define este modelo de aprendizaje, el acompañamiento por adulto, el que tiene el conocimiento pero que adopta la misma actitud de sorpresa que el niño, al menor, para que se asombre, se pregunte, y descubra. No aspiraba a que su sobrino se conociera todos los nombres de pájaros por ejemplo, su intención era sembrar en él la semilla del conocimiento para que fuera capaz de entusiasmarse y de preguntarse. Es el sepultado espíritu crítico actual lo que precisamente pretendía inculcar, como ella escribiría “un sentido del asombro tan indispensable que durará toda la vida”, aspiración de la que ella misma es ejemplo de que efectivamente es posible y merece la pena.
Aquellos que moran, tanto científicos como profanos, entre las bellezas y misterios de la tierra, nunca están solos o hastiados de la vida. R.Carson
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