A veces no tomamos consciencia de la exquisitez implicada en forjar nuestro carácter, de ese gran trabajo interior que vale la pena emprender por cuanto embellece nuestra vida y la de los demás ¿Qué más cautivante que ser testigo del brillo del ser de aquella persona que labra los, en ocasiones, áridos suelos del corazón?, y sin embargo buscamos lo extraordinario, lo que encandila. No nos percatamos de lo valioso que es domar, por ejemplo, un temperamento iracundo, transformando lo salvaje en un airoso recorrido de equitación.
Estamos invitados a no perder el asombro frente a aquella persona que al mirarnos nos hace sentir acogidos, queridos, que con sólo ser, nos comparte un pedazo de su corazón y nos irradia una ternura que aviva nuestra afectividad. Poder descubrir las bondades de nuestro alrededor y apreciar nuestros dones y los de los demás constituye un privilegio, es como observar un proceso artístico.
Qué hermoso obsequio desenvolvemos cuando somos testigos de esa madre que acuna la diversidad de cada hijo y lo invita a ser, de ese padre que abraza su manera singular de crecer y lo motiva, de esos abuelos que en su sabiduría le acercan una mirada diferente y enriquecedora… de esa hermana que en su espontaneidad anima a todos a disfrutar de un lindo rato y salirse de los problemas que los aquejan, de ese ser querido que hace reír fácilmente con anécdotas jocosas o de esa tía que cocina un postre tan rico que lleva a no solamente saborearlo sino a degustar la vida… de ese hermano que simplifica lo complejo con una habilidad llamativa, de ese amigo que alienta tus sueños y te alegra al ver cumplir los suyos… de ese abrazo de consuelo brindado y recibido o de ese autor cuyas palabras tienen la habilidad de traspasar tu corazón…
La belleza de lo cotidiano que se esconde en los detalles puede despertarnos a la vida, pero a pesar de estar al alcance de nuestra mirada parece demandar que nos coloquemos lentes de aumento para percibirla porque estamos sobre estimulados por pantallas que nos seducen y envuelven en otras realidades estridentes. Abracemos al niño que llevamos dentro y animémonos a sorprendernos, a mirar con asombro y a leer entre líneas la poesía de una aparente prosa.
¿No te ha pasado recibir un mensaje ese día en que tus fuerzas flaqueaban y en ese instante descubriste que a través de él, esa persona te prestó sus alas para que puedan batir nuevamente las tuyas? ¿O que alguien haya perfumado tu día con una mirada risueña o un gesto de amabilidad?
A veces no nos damos cuenta que al reírnos de nosotros mismos o entrenarnos en adquirir sentido del humor hemos dado un paso valioso o que constituye motivo de gratitud cuando el corazón se alinea con la razón y ese momento se vuelve motor para arrancar con un proyecto…o cuando tomamos conciencia cómo Dios en su todopoderoso ingenio escribe derecho en nuestros renglones que se empecinan en ser torcidos y necios… son vivencias que nos inyectan sentido y poesía. Esas flores interiores renuevan nuestro caminar, nos despejan, nos responsabilizan con alegría y nos conducen a resignificar los problemas cual desafíos.
Nos cuesta detenernos en estas estrofas de la poesía que encierra la vida porque creemos que el brillo debe ser fluorescente. Nos da más trabajo apreciar esos detalles que frotar la lámpara de Aladino buscando esa magia que no comprendemos que ya tenemos. Las fiestas muchas veces no se organizan, se viven si nuestros ojos se animan a bailar.
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