Los niños se organizan, acatan responsabilidades y aumenta su autonomía cuando comen a una hora determinada, se asean, practican deporte o asisten a actividades extraescolares
Nuestra labor como padres es indicar con cariño a nuestros hijos qué deben hacer en base a horas y repetirlo cada día para que lo interioricen y creen hábitos. A través de ellos adquirirán modos de hacer, algo que les conferirá seguridad y orden. Sabemos que no siempre se puede lograr, pero para eso tenemos la comunicación asertiva, coherencia, flexibilidad, tiempo y dosis de paciencia con nuestros pequeños.
Con una lista adecuada que los niños puedan seguir, el núcleo familiar no estará tan intranquilo. Ya desde bebés los niños viven la repetición con agrado. R. Dreikurs, educador y psiquiatra, refería que las rutinas son para los menores “lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida”. Esto viene a certificar que educar sin cimientos de responsabilidad generará adultos con graves problemas de conducta.
Llegar al verano sin que sea un descontrol, para Raquel Andrés Jiménez, psicóloga general sanitaria, puede ocurrir si durante el año / curso escolar se ha trabajado el establecimiento de unas normas y un funcionamiento diario en casa, entonces, en verano, la diferencia entre un período y otro se nota menos. Para ella, aunque no haya clases, hay que seguir organizándose, repartir y ajustar tareas teniendo en cuenta la edad y capacidad de cada menor.
“Tener reglas y rutinas desde un principio (ya sea desde la guardería o desde que inician la escolarización en el centro educativo) favorece que los menores se acostumbren a que en casa haya que seguir un orden. Asimismo, les dan tranquilidad al hacer que los días sean más predecibles, les dan sensación de control y seguridad”, confirma la profesional.
Rutinas para mayor tranquilidad
Los menores, además, actúan por imitación. Entonces, como padres, también hemos de seguir pautas y normativas en el hogar y en la vida, en general. Si se pierden las costumbres -destaca- que después les costará mucho más adaptarse a los horarios marcados.
Para Andrés, es recomendable, mantener: las responsabilidades cotidianas de la casa, las de alimentación y sueño, tiempo de uso de pantallas y alguna relacionada con algún tipo de actividad educativa.
Con esto no significa que todo tiene que estar medido al 100%, porque surgirán imprevistos que también habrá que gestionar. “Hay que dejar siempre un espacio libre para estos pequeños cambios que puede haber durante el transcurso del día; también para que surjan la espontaneidad y el aburrimiento y se permita paso a la imaginación”, subraya.
Además, puntualiza que puede haber cambios respecto a las rutinas de verano en el ritmo: “No vamos tan acelerados, no hay horarios tan marcados, pasamos más tiempo al aire libre y puede haber más espacios de juego y ocio”.
Supervisar a los hijos
Para esta profesional de la psicología, a la hora de estar pendientes de los hijos, influyen las capacidades de cada menor, cómo funciona cada familia y las pautas educativas. “Los niños más pequeños necesitan mucha más supervisión que los preadolescentes, porque no son capaces de autorregularse y no tienen todavía las habilidades necesarias adquiridas”, sostiene.
Indica que, en la franja de edad de 0 a 8 años, por ejemplo, hay que continuar, para que lo cumplan:
- con temas educativos para que refuercen sus habilidades y hay que insistir.
- temas de higiene, orden y mantenimiento diario de la casa.
- recordando normas de seguridad y buena conducta cuando se esté al aire libre para que ese día sea lo más agradable y tranquilo posible.
- recordando de cuánto tiempo van a disponer para ver pantallas para que no surjan conflictos.
En momentos donde se pierdan o no se quieran acatar algunas de las normas, Andrés expone que es bueno dialogar o negociar, dar tiempo y no cambiar cada día. “Si tenemos un estilo educativo de firmeza, pero respetuoso y de asertividad, va a ser más fácil que los menores nos sigan el ritmo, se les haga más llevadero y accedan con una mejor disposición”, dice.
Escuchar y ayudar a los niños para que hagan
Recomienda a los padres, calmarse, escuchar y entender primero el motivo por el cual no quieren acceder a esa rutina en un momento concreto y averiguar con qué opciones se cuentan: si lo hace antes de irse, si hace ahora una parte y después la otra, si lo hace un poco más tarde, si lo hace a la mañana siguiente…
También tener en cuenta si es negociable o no. Por ejemplo, la hora de la comida y la cena no deberían ser negociables, pero si se trata del tiempo de playa, por ejemplo, se puede llegar a un acuerdo.
“En el caso de los más pequeños hay maneras divertidas de recordar las rutinas mediante métodos visuales como, un plan semanal visible en la nevera o en la pared del salón o un calendario mensual en el que irán escribiendo día a día o por semana las tareas y planes que se organicen”, asevera.
Es positivo también usar el refuerzo social: elogios, abrazos, besos… cuando cumplan con esas rutinas que les pueden suponer más problemas realizar, porque están más cansados, tienen sueño o pereza y refuerzos de actividad: playa, cine, parque acuático, fiesta de pijamas…, para motivarlos.
Las rutinas permiten un desarrollo óptimo
“No sólo son los horarios estrictos, también las estructuras las que proporcionan seguridad en un marco de referencia esencial para un crecimiento adecuado”. Bajo esta premisa, Maruxa Fernández Hermelo, psicóloga general sanitaria, concreta que esa estabilidad y seguridad son muy necesarias los primeros de vida, cuando el cerebro está en constante desarrollo.
A partir de las rutinas se puede reducir la ansiedad y el estrés y se fomentan la responsabilidad y hábitos saludables, como el cepillado de dientes, el lavado de manos o la lectura antes de dormir. “Con el tiempo se pueden llegar a convertir en comportamientos automáticos y promueven la salud física y la autodisciplina”, refiere.
“Con rutinas de sueño, uno se asegura que duerman lo necesario, mejoren su comportamiento, estado anímico y rendimiento académico, preparan a los niños para lo que viene y fomentan su autonomía”, subraya.
Conviene resaltar que los hábitos ayudan a fortalecer los vínculos familiares al crear momentos compartidos esenciales para el diálogo, el apoyo emocional y la construcción de recuerdos positivos. Lo que esta especialista no quiere que olviden las familias, es que debe existir un equilibrio entre estructura y flexibilidad.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: