Uno de los pintores más enigmáticos e influyentes del Renacimiento que revolucionó el mundo del Arte con su técnica, imaginación y profundidad simbólica.
Este año celebramos el quinto centenario de la muerte de Hieronymus Bosch, llamado El Bosco. Un acontecimiento único que nos da pié para sumergirnos en el mundo imaginario de uno de los pintores más fascinantes del arte universal.
Artista de la Escuela Flamenca, El Bosco, fue un auténtico revolucionario en varios ámbitos. Para empezar, con su técnica innovadora pues fue uno de los pioneros en abandonar la pintura al temple para utilizar pintura al óleo. Rompió moldes impulsando toda una revolución en el empleo del óleo pero más aún, en la iconografía. Destacó como inventor de seres y formas inexistentes, gran dibujante y estudioso de la naturaleza, que supo expresar con gran libertad creativa, lo que le convirtió en un pintor bastante moderno para su época.
Podemos considerar su obra como transición entre dos mundos: se mantiene fiel al estilo Medieval obsesionado con la piedad y la devoción cristianas, pero también se acerca a la expresividad del Renacimiento en el tratamiento de las figuras. Su pintura tiene un fuerte mensaje moralizante que nos permite vislumbrar el alma de este artista, un visionario obsesionado con el demonio y la superstición. El Bosco no buscaba la belleza idealizada, el canon, sino todo lo contrario. Sus escenas parecen llenarse de anarquía con yuxtaposición de formas y personajes, rodeados de cierto misterio donde podemos ver cierto gusto por los temas heréticos.
Realiza una pintura inspirada en su interpretación muy personal de las Sagradas Escrituras, arraigada dentro de la tradición holandesa en cuanto a técnicas pero consiguiendo un lenguaje propio, complejo y subjetivo que es fácilmente reconocible. Un mundo pictórico lleno de imágenes monstruosas e incluso grotescas, de escenas extrañas y llenas de fantasía desbordante, donde aparecen personajes deformes y animales irreales. Sus cuadros, casi oníricos, son de difícil interpretación, pero en la mayoría de las ocasiones tratan de temas religiosos, donde a través de la ironía y la caricatura hace una crítica directa de la sociedad corrupta y pecadora en la que vive.
El holandés español
Aunque holandés de nacimiento (Hertogenbosch, 1450-1516), este maestro de los Países Bajos, se considera tan español como El Greco (nacido en Grecia). Los expertos aseguran que Isabel de Aragón, hija mayor de los Reyes Católicos, tenía una o dos de sus pinturas, que al morir legó a Isabel La Católica. Pero la enorme presencia del Bosco en España se debe a la admiración que sentía por él Felipe II. La historia apunta a Juana I de Castilla, más conocida como Juana La Loca como nexo de unión. Juana se casó en 1496 y ese mismo año conoció a El Bosco en Hertogenbosch (lugar de nacimiento y muerte del artista). Seguramente fue ella la mediadora en el encargo y envío de estas obras. En 1504 su marido, Felipe el hermoso le encargó un “Juicio Final”.
La mayoría de sus pinturas llegaron a nuestro país en vida del pintor. Felipe II, el principal y más insigne coleccionista de sus obras, consiguió reunir varias en el Monasterio de El Escorial. En su entorno surgieron también los primeros críticos. El Jerónimo fray José de Sigüenza, historiador, resumió las razones de esa preferencia en su singularidad como pintor:
“La diferencia que, a mi parecer, hay de las pinturas de este hombre a las de los otros, es que los demás procuraron pintar al hombre cual parece por de fuera; cuando solo este se atrevió a pintarle cual es dentro.”
Simbología de El Bosco
Tan importante, o incluso mas que su técnica, fue su aportación a la simbología con sus increíbles innovaciones, fruto de su imaginación desbordada y reflejo de su mas profundo subconsciente.Ya durante su vida, El Bosco adquirió gran fama como inventor de figuras maravillosas y de imágenes llenas de fantasía. Pronto tuvo una corte de seguidores y falsificadores que harían de sus personajes imaginarios un verdadero género artístico, difundido también a través de estampas y tapices bordados en Bruselas.
Por un lado su gran fama en vida con una corte de admiradores y copistas… por otro, la ausencia de firma en todas sus obras, deja atónitos a los historiadores. Es muy posible que, precisamente por su atrevimiento inventando figuras irreales y su osadía pintando grancantidad de desnudos, a veces en posiciones semieróticas, fueran las razones por las que prefirió permanecer en el anonimato prescindiendo de dejar huella con su firma, para evitar posibles represalias y castigos. Otra de sus originalidades, en contraste con sus predecesores flamencos, es la libre lectura de sus trípticos. En su caso, no importa cómo se observen, de arriba abajo o de izquierda a derecha.
Un tríptico (del griego tri-ptyche) es un panel pintado que se divide en tres secciones verticales, unidos por bisagras. El panel central suele ser mayor y está flanqueado por dos obras relacionadas, algo menores. Al cerrarse el tríptico puede, a veces, encontrarse otra obra en el reverso de la tabla, como es el caso del tríptico El jardín de las delicias donde muestra La Creación del mundo.
Los siete pecados capitales
Considerada una de sus primeras pinturas, tiene una composición muy original. Se trata de una mesa baja, que se ve desde arriba, con varias escenas circulares dispuestas en círculo, mediante tres anillos concéntricos. La obra representa los pecados conocidos por el acrónimo latino “SALIGIA», compuesto por la inicial de cada vicio: Superbia, Avaritia, Luxuria, Ira, Gula, Invidia y Acidia. En su centro aparece pintado el ojo de Dios, dentro del cual aparece la imagen de Cristo resucitado mostrando los estigmas. Alrededor de EL, colocala leyenda en latín: «Cave, Cave, Dominus videt» o lo que es lo mismo «Cuidado, Cuidado, Dios lo ve todo”, advertencia de que los pecados del hombre no podrán ser ocultados a los ojos del Creador. En torno a este espacio central, El Bosco distribuyó siete escenas circulares, representando los vicios que amenazan al Cristiano.
• Soberbia. Una joven vanidosa con ridículo tocado, absorta en su espejo, no ve que está sujetado por demonios.
• Lujuria. Con dos parejas de amantes que, entregados al filtreo no se dan cuenta de que un juglar es azotado justo a su lado.
• Ira. Representada por dos borrachos que pelean ante la presencia de una sonriente mujer que los observa con burla.
• Gula. Un enorme banquete de manjares es devorado por una familia de insaciables glotones.
• La Pereza. Un hombre dormitando mientras una mujer se acerca con un rosario recordando su olvido del espíritu.
• La Avaricia. Una escena donde aparece un juez aceptando el soborno de los que piden clemencia.
• La Envidia. Como bien cuenta el refrán flamenco «dos perros con un hueso rara vez llegan a un acuerdo».
En las esquinas de la tabla aparecen cuatro escenas con el mensaje: “Dios todo lo ve y los hombres serán juzgados al final de sus vidas.” Así la Muer te, acecha tras la cama del moribundo que confiesa sus pecados. En el Juicio Final la llegada de los ángeles anuncia el juicio de Jesucristo sobre las almas de los difuntos. Y mientras que en el Infierno los pecadores son condenados a terribles castigos, los justos son dirigidos a la Gloria de Dios en el cielo, recibidos por San Pedro.
El Jardín de las Delicias
Esta obra cumbre del Bosco ha marcado un antes y un después en la historia de la pintura. Un espectacular tríptico, muestra el paraíso, la tierra y el infierno. El Bosco pretende así, ilustrar el recorrido del hombre empezando por la creación de Dios, pasando por la vida y acabando en el infierno. Esta es la obra que suscita más estudios e investigaciones que cualquier otra obra de su pinacoteca.
El primer panel, a la izquierda, representa la Creación en dos planos. Empezamos admirando una representación clásica de Dios creando a Adan y a Eva, bajo el Espíritu Santo. Más arriba, en una especie de laguna, se observa otra visión más personal: una especie de vida desconocida representada por formas abstractas semi vegetales y aves. Con ellas, quizás El Bosco se refiere al origen de la vida.
En el panel central, del segundo retablo, vemos la escena que da título a la obra: un jardínrepleto de deliciosos placeres terrenales. Representa la potencialidad en el universo hacia la degeneración de la carne y la corrupción. En realidad se refiere a las fuerzas negativas en potencia que ponen en movimiento el caos y el desorden. Esta pintura, como muchas de sus obras, es una sátira moralizante sobre el destino de la naturaleza del hombre. En este jardín, se promueve el nudismo, las relaciones sexuales libres, la unión del placer y el amor sensual y espiritual, tabú para la época. Un caso claro que explica porqué el Bosco no firmaba ninguna de sus obras. La feminidad es aquí desacralizada, humillada, como eje del Mal.
Como detalle curioso, hay que destacar que la V es el símbolo arquetípico de lo femenino, como destaca en el centro el maestro. En realidad, todo el cuadro está presidido por la representación de la feminidad.
En el retablo central se observa la figura de una mujer con las piernas abiertas, cuyo “monte de Venus” se sitúa como epicentro de toda la composición. A esto se añaden las dos “uves” (V) y su inversión: piernas humanas sumergidas e invertidas y dos troncos rojos focalizando la atención del observador. El Bosco, pese a que transmite elementos sorpresa muy chocantes e incluso desagradables, expresa una cierta sensibilidad y delicadeza en los elementos sutiles femeninos.
Un elemento que se repite es el tema de “animalizar” seres semi humanos, semi insectos , como los animales que se arrastran con cabeza humana. La figura central queda “animalizada” por las antenas y cabeza de insecto, que completa el tronco (como denotan la simetría de los cauces de río a modo de antenas). Animalización y antropomorfismo, se van dando la mano en el retablo, de forma kafkiana. Si la par te central es toda una representación de la feminidad, desde el punto de vista psicoanalítico (de esto tiene mucho El Bosco), la obra se considera como una representación del sueño humano que trata de romper con los límites impuestos al amor por la tradición y la moral. Además del desnudo, en su pintura destacan tres temas reincidentes: la música, el sueño y la crueldad. Es curioso como trata el tema de la música pues abundan instrumentos de música y elementos alusivos. El elemento musical y onírico simboliza cierta evasión del alma y su conexión con el paraíso. Recordemos que el divino trino del primer plafón dio paso a la multiplicidad de las cosas pero en el segundo las deteriora y corrompe hasta lo más excelso. El universo tangible, en su ciclo de eterno retorno, tiene que llegar al punto de la auto aniquilación, como un gran big-bang de elementos negativos, humanos, demasiados humanos, donde lo bello se vuelve feo y lo divino desaparece de la escena. El Bosco criticaba así la ortodoxia que le obligaba a disimular su mentalidad verdadera respecto a la creación, el hombre y la Iglesia. Aquí parecen figurar como un ritual de iniciación a los misterios órficos, como preparación para conocer, con el subconsciente, la verdadera naturaleza de las cosas. El Bosco nos ofrece aquí su propia interpretación muy personal del paso del paraíso puro hacia el jardín de las delicias (mundo terrenal) y desde este, al infierno.
El juicio final
El Juicio Final es otra obra clave en la creación del Bosco e incluso en la historia del arte religioso. Pintó este tema, siete veces. Cuatro versiones de este tríptico se encuentran dispersas por museos del mundo en Austria: Academy of Arts (Viena), Bélgica: Groeninge Museum (Brujas), Alemania: Alte Pinakotheke (Munich) y Holanda: Museum voor Religieuze Kunst (Uden).
El paraíso terrenal es el tema del fragmento del panel de la izquierda. Se presenta como un paisaje idílico donde las almas permanecen tranquilas y relajadas. A la derecha se ve a un ángel que acompaña a las almas elegidas en su entrada al paraíso. El infierno se representa como el camino incorrecto: una mujer adúltera es torturada en la cama donde cometió su pecado, un alma es desgarrada por perros, varias figuras condenadas, alimentan el fuego a las puertas del infierno, plagado de demonios y seres monstruosos.
El Bosco en el Prado
En la exposición del Museo del Prado, pudimos ver, por primera vez en España, obras procedentes de Londres, Berlín, Viena, Venecia, Rotterdam, París, Lisboa, Nueva York, Filadelfia y Washington. Junto a excelentes obras de colecciones y museos de todo el mundo, hemos disfrutado del extraordinario grupo de ocho de sus mejores obras maestras en España. Gracias al interés que mostró Felipe II por El Bosco, conser vamos el mayor conjunto de originales suyos. El Prado, heredero de la Colección Real, custodia seis obras entre las que destacan los trípticos mencionados. A ellas se suman el Camino del Calvario de El Escorial y San Juan Bautista de la Fundación Lázaro Galdiano.
El Bosco, moral y realidad
La visiones personales de los infiernos del Bosco parecen simular terribles pesadillas, procedentes del mundo subconsciente. Por ello, se puede ver en él, un predecesor del movimiento Surrealista del siglo XX. Por otra par te, El Bosco no se aleja de la influencia de la tradición y folclore medievales, donde los manuscritos miniados y los Bestiarios tuvieron un gran apogeo. Todos tenían en común una clara misión educativa y moralista. En el caso del Bosco, hoy en pleno Siglo XXI, su mensaje sigue siendo de una actualidad que no puede dejar de impresionarnos.
Al igual que en sus cuadros: la creación, el jardín y el purgatorio… podemos trasladar sus imágenes a la realidad y relacionarlas con nuestra vida. La lectura de su pintura sobre los Pecados Capitales, es tan contemporánea como internet. Igual ocurre con sus trípticos. El universo que rodea un jardín se muestra como secreto, a veces nos encontramos un camino que nos lleva directamente a casa y otras nos perdemos entre la maleza y descubrimos peligros. Dependiendo de la etapa en que nos encontramos, tenemos momentos más ingenuos, otros más lúdicos y otros en los que atravesamos una especie de purgatorio por la explosión de los errores y faltas que podemos llegar a cometer. El paso que seguro, aún no conocemos (con la esperanza de no hacerlo), es la visita al infierno.
Dante escribió sobre él en su “Divina Comedia”, muchos otros lo pintaron a lo largo de la historia, pero nadie como el Bosco, ha sabido representar el infierno con tal realismo y detalles. Existe un único retrato del Bosco, un grabado de Cornelis Cort (Amberes, 1572), con un epigrama latino que dice:
“¿Qué ven, Jerhonimus Bosch, tus ojos atónitos? ¿Por qué esa palidez en el rostro? ¿Acaso has visto aparecer ante ti los fantasmas de Lemuria o los espectros voladores de Érebo? Se diría que para ti se han abierto las puertas del avaro Plutón y las moradas del Tártaro, viendo como tu diestra mano ha podido pintar tan bien, todos los secretos del Averno”.
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