El 25 de noviembre se ha convertido en un día señalado. Es cierto que los datos son escalofriantes, toda vez que, además, esa violencia se trata de personas que además se supone que te quieren o te han querido alguna vez. En otras culturas como la islámica por ejemplo, esta violencia no solo la provoca el marido o anterior pareja, sino la propia familia de la mujer, sangre de su sangre, hermanos, padres y muchas veces, la propia comunidad que le ha visto crecer.
Me da pena pensar así, pero tenemos que estudiar con sinceridad qué es lo que estamos haciendo mal, porque sólo atacando a la raíz del problema se podrá solucionar. Queremos anular nuestras raíces cristianas cuando son las que nos dicen: ama y pon la otra mejilla, mientras, la sociedad esconde nuestro mensaje de amor, asumiendo en aras de la tolerancia y la «diversidad», comportamientos incongruentes con nuestro objetivo como sociedad.
Las medidas que se están tomando no parecen ser solución al problema, porque el problema no es la urgencia en responder a una llamada de auxilio, el problema es una sociedad desquiciada y sin respeto al valor de la persona porque, como dijo la Madre Teresa de Calcuta, «una nación que mata a sus hijos en el vientre de su madre, es una nación que perdió el alma».
Así, como siempre, la solución es la educación, pero una educación en positivo, de respeto a todas las personas, inculcando el valor del ser humano, y sin diferenciar hombres o mujeres porque hasta ahora, la educación muchas veces ha sido en negativo y discriminatoria. En las aulas no se puede estar hablando solo de los derechos de las mujeres, ni saturar a los chicos de que el hombre no tiene que ser maltratador, que no tiene que serlo evidentemente, pero es lo que se hace en muchos sitios. Es curioso que, cuanto más se habla de educar en positivo y en valores, menos se hace a nivel de sociedad.
La violencia y el problema de las culturas y la educación
Gracias a Dios, todos los musulmanes no son así, pero el integrismo que rezuman algunos líderes islámicos provoca estas situaciones en algunos fieles. Por otro lado está el cristianismo, que promulga el amor y poner la otra mejilla.
Algo está pasando para que la violencia vaya en aumento en sus diferentes formas, físicas y psicológicas. Pero solo podremos arreglar el problema si atacamos a la raíz de lo que lo provoca, lo demás son parches que podrán salvar alguna vida, pero no solucionan el cambio que hace falta y que se basa en una sociedad educada con valores. Es urgente educar en el respeto, en el amor, en el esfuerzo, en el sacrificio, en el espíritu crítico, en la verdadera libertad, en el valor de la persona, en la coherencia de actos y palabras, en que todo tiene consecuencias, y no en la sensiblería, en el individualismo, o en el utilitarismo. Pero la educación no siempre es la adecuada, difiere entre personas, valores y, por supuesto, entre culturas, y afecta a los comportamientos de las personas educadas en esas culturas, por ello se esconde tantas veces la procedencia de los maltratadores, mientras se señala de homofobia a quienes preguntan este dato cuando la realidad es que debe saberse para poder proteger de verdad y atacar el origen que provoca la violencia.
«Una nación que mata a sus hijos en el vientre de su madre, es una nación que perdió el alma». Madre Teresa de Calcuta
Ayaan Hirsi Alí, es una escritora y activista somalí que nació en una familia islámica. Tuvo la suerte de tener un padre, oponente del dictador somalí, que la sacó de su tierra y terminaron viviendo en Kenia. Estudió en el instituto de Nairobi, un colegio de lengua inglesa para jóvenes musulmanes, donde se vio grandemente influída por una profesora que era fundamentalista y le acercó al Islam con tal fuerza que llegó a vestir según los códigos de la hijab e incluso llegó a desear ser una mártir musulmana. Pero su familia ejerció, o lo intentaron, otra de las violencias que todavía se ejercen hoy día sobre la mujer: un matrimonio concertado. Pero Ayaan no se resignó y, en el camino a Canadá para su matrimonio, se escapó. Así llegó a los países bajos, donde consiguió el permiso de residencia, obligándose a cambiar su apellido para no ser localizada. Estudió la carrera de Ciencias Políticas y después de un periplo en la política, seguramente influenciada por el ejemplo de su padre, termina emigrando a EEUU, donde obtiene la ciudadanía y actualmente desarrolla su vida familiar, junto a su marido y sus hijos, y profesional, como profesora de Ciencias políticas en Harvard.
Esta mujer, cuya vida hemos resumido brevemente, pero que ha tenido que enfrentarse y pasar por varias etapas muy duras por su condición de mujer y por su cultura de procedencia, fue nombrada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Es el coraje y el intentar hacer frente al mal con la verdad, lo que hace que una persona sea realmente influyente, y no un simple espejo vacío de contenido. Personas valientes que buscan la verdad, y no se conforman con lo que hay o con soluciones mediocres, sino que quieren mejorar el mundo.
Hace unos días Ayann hablaba, en el Congreso de Católicos y vida pública organizado por la Acdp, del peligro de la fragmentación que produce la pérdida de identidad en occidente y en las personas; del abuso de las democracias que defienden minorías atacando a las mayorías, contribuyendo a cambiar el pensamiento por otro sin fundamento; del peligro que conlleva el abandono de la cristiandad y la proliferación de religiones diversas; de la persecución de la verdad en la universidad, mensaje que, sustituido por narrativas, lleva a un colapso de la sociedad porque no se sabe lo que está bien y lo que está mal; del ataque que hay a los mensajes diferentes, y a las personas, acusando de racismo a la primera ocasión que se pregunta sobre la procedencia. Para ella el abuso de la palabra diversidad es una gran manipulación.
Tanto hablar de diversidad nos aísla en pequeñas islas, nos individualiza, porque realmente todos somos iguales, con diferentes formas de ser, personalidades, etc. pero pertenecemos a la especie humana y deberíamos usar el raciocinio que nos define y la libertad para el bien común y no para el bien individual, porque somos también dependientes.
Se educa a los niños en ausencia de valores universales, pero los niños, sin referencia, son incapaces de saber lo que está bien y lo que está mal, son víctimas de una sociedad sin referentes válidos porque se eliminan e incluso se condenan. Mientras, se usa la diversidad otra vez para esconder los valores y especialmente los cristianos, que son el origen de nuestra cultura. La diversidad es la cara bonita del relativismo del todo vale, nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira…
A pesar de ser africana y perseguida por defender la verdad, Ayaan rechaza fuertemente “diversidad o multiculturalidad” por ser algo que engloba la nada, recomendando el racionalismo cívico, y la vuelta urgente de la cristiandad verdadera que recobre el mensaje auténtico y original. Para ello, urge resistir la caída demográfica, ya que para hacer esto hace falta gente, no se puede hacer esto si no participamos y nos movilizamos para conseguir una gran mayoría.
Hace falta el pensamiento y la acción en tiempos de incertidumbre, rechazando las políticas de odio que nos enfrentan. Porque se ha creado un ambiente de enfrentamiento, enfrentan a los ciudadanos entre sí, a los vecinos, y como no, al hombre con la mujer o al revés. Además, si al niño le educas como culpable, terminará siéndolo, esto es de cajón, o crearás un acomplejado, que es lo que indican los datos escolares en este momento.
Sin duda algo se está haciendo mal cuando no baja la violencia contra la mujer. Pero hay muchas formas de violencia, algunas encubiertas, como el asesinato de niñas en el vientre de sus madres, porque al final son niñas muertas.
Una ley que «no tiene suficientemente en cuenta el interés superior de la infancia ni de la mujer»
Que la sociedad no es feliz lo dicen las estadísticas de intento de suicidio. De la pérdida de identidad como sociedad se pasa a la pérdida de identidad del individuo, y sin identidad no hay sentido de la vida, no hay un proyecto de vida, ni hay esperanza ni ilusión.
No sabemos lo que somos ni a dónde vamos, ni siquiera a dónde queremos ir, pero seguimos aprobando leyes, incluso a pesar de que se conocen ya las consecuencias de estas medidas, que ofrecen una supuesta ayuda al individuo, que se convierten en un instrumento más dañino, pero revestido de legalidad. Otra forma de dañar a las personas y ejercer violencia contra ellas, como dice la relatora de la ONU en Alemania, donde hace unos días entró en vigor la ley sobre la «autodeterminación» de género.
Según el texto, como ya ocurre en España y otros diez países, las personas mayores de 18 años podrán modificar sus documentos oficiales «para cambiar su nombre y género o para que se elimine por completo el marcador de sexo«. Pero habrá que esperar tres meses entre la solicitud y la declaración, eliminándose también el requisito preventivo del posible daño de una decisión influida por modas o por un trauma diferente, además de dos evaluaciones psiquiátricas y una audiencia judicial. El plazo para volver a hacer otra solicitud después de esta se considera de un mínimo de «un mínimo de 12 meses ». La verdadera libertad no es que te dejen hacer lo que deseas, sino que tengas toda la información para poder tomar decisiones, que además son vitales y tienen consecuencias de por vida, sin tener la información y asistencia correcta y adecuada.
Los menores de edad mayores de 14 años también podrán realizar este trámite con el acuerdo de sus padres, «o solicitar un recurso legal». Los padres también pueden «actuar en nombre de los niños más pequeños, siempre que el niño esté presente en la oficina de registro y dé su consentimiento».
La relatora especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, Reem Alsalem, ha reaccionado al texto mostrando ciertas reticencias al mismo. Según ella,«la ley corre el riesgo de poner en peligro la seguridad, la privacidad y los derechos humanos de las mujeres y las niñas al eliminar salvaguardias clave y ampliar el acceso a espacios de un solo sexo sobre la base de la autoidentificación sin examen judicial o médico Ella advierte. «Al eliminar estas salvaguardas, la legislación alemana no protege a las mujeres y niñas que dependen de espacios de un solo sexo, como refugios, vestuarios y aseos, donde son más vulnerables y necesitan privacidad«.
Entre las disposiciones, le preocupa también aquella que permite a los menores de 14 años cambiar de género y nombre legal con la aprobación del tribunal de familia. Esta disposición, según indica, «podría llevar a decisiones que los niños pueden no comprender plenamente debido a su edad, madurez y falta de asesoramiento terapéutico necesario. Además, «esta ley no tiene suficientemente en cuenta el interés superior de los niños, incluidos sus derechos a la salud, la preservación de su identidad y la necesidad de tomar decisiones informadas«.
Para Alsalem, es necesario tomar medidas urgentes, e insta a Alemania, y con ello a los demás países donde ya se ha aprobado como es lógico, a implementar «salvaguardas adicionales» para prevenir abusos y garantizar la preservación de los espacios de un solo sexo para las mujeres y las niñas.
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